DEMOCRACIA INCOMPLETA: MUJERES ENTRE LA INDEPENDENCIA & EL MIEDO

Concluyó septiembre. Por ello, resulta muy importante conmemorar que cada año durante ese mes México vive una mezcla poderosa de símbolos y narrativas: el Día Internacional de la Democracia (15 de septiembre) y el Día de la Independencia (16 de septiembre). Son fechas que evocan libertad, ciudadanía, soberanía y los valores que nos gusta celebrar como mexicanos y, por supuesto, como latinoamericanos. No obstante, cuando nos detenemos a mirar la realidad de frente, descubrimos una contradicción dolorosa: millones de mujeres aún no gozan de esa libertad en su vida diaria.

Porque no es suficiente proclamar democracias, firmar tratados o promulgar leyes. Si más de la mitad de la población tiene que calcular rutas, horarios o evitar ciertos lugares para no poner en riesgo su vida, entonces algo anda mal con nuestra idea de “democracia”.

Los datos no mienten. En 2021, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) reveló que siete (7) de cada diez (10) mujeres en México han vivido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Más del 60% de esas agresiones ocurre dentro de la propia casa, el espacio que se supone debería ser el más seguro.

El panorama es aún más duro para las mujeres con discapacidad o limitaciones: el 75% ha sufrido violencia en algún momento. Y aunque en los últimos años varios Estados han aprobado leyes para tipificar y sancionar el feminicidio, un estudio reciente muestra que esas medidas no han tenido un efecto estadísticamente significativo en reducir los asesinatos o las desapariciones cuando la impunidad sigue siendo la norma.

Hay esfuerzos institucionales, como el Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (BANAVIM), diseñado para concentrar información y evitar la revictimización. Sin embargo, su aplicación enfrenta retos enormes. Frente a esa insuficiencia, la sociedad civil ha dado pasos importantes: he ahí el trabajo de María Salguero Bañuelos, creadora del MAPA DE FEMINICIDIOS EN MÉXICO, que ha permitido visibilizar a las víctimas y ofrecer datos valiosos para dimensionar el problema.

La violencia no solo hiere cuerpos: erosiona la democracia misma. Millones de mujeres participan activamente en la vida pública, pero la inseguridad limita su presencia en reuniones, mítines o marchas. La misma inseguridad pesa incluso en lo cotidiano: decidir si salir a comprar algo, tomar un transporte o caminar sola de regreso a casa.

Así, derechos sustantivos como la educación, el trabajo, la salud o la movilidad se ven condicionados por el miedo. Y cuando denunciar implica revictimización, cuando las investigaciones se quedan a medias o cuando los agresores permanecen impunes, la desconfianza en las instituciones se profundiza. Esa desilusión colectiva abre la puerta al desencanto, a la polarización y al surgimiento de feminismos radicales que responden al vacío de justicia.

Además, la inseguridad no afecta a todas por igual. Mujeres indígenas, rurales, migrantes o con discapacidad enfrentan barreras adicionales que multiplican la desigualdad estructural y las dejan aún más vulnerables.

En resumen: una democracia no es solo un sistema electoral. Es la condición para que todas las personas tengan libertad real de construir su proyecto de vida. Cuando ese ideal no está garantizado para las mujeres, esa democracia está incompleta.

Cada 16 de septiembre gritamos “¡Viva México!” recordando una independencia externa. Pero la verdadera lucha pendiente está hacia dentro: liberar a millones de mujeres de la violencia y romper las cadenas que las atan en la vida cotidiana.

Este septiembre, entre fiestas patrias y discursos oficiales, conviene recordar algo simple pero poderoso: la independencia no es solo histórica, es el derecho de caminar libremente y decidir tu vida sin miedo; y la democracia no se limita a votar: es poder ser escuchada, moverte con seguridad y exigir cuentas a las instituciones.

Más que pedir “nuevas leyes” que se queden en el papel, lo que necesitamos es educación que cambie mentalidades, instituciones que funcionen sin corrupción y comunidades que se hagan cargo del cambio cultural. Porque la democracia verdadera no se decreta: se construye todos los días, desde abajo y con todas las personas.

Joanna Guerra
Joanna Guerra

Chilanga de pura cepa, es decir, originaria de Ciudad de México. Abogada por la Universidad del Valle de México y filósofa por la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), con maestrías en Educación y en Arte por la Universidad Privada de Irapuato (Estado de Guanajuato, México) y por la Royal London University. Doctora en Educación por la Universidad IEXPRO, con estudios en el Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM y otros complementarios en Harvard University y Dartmouth College en los Estados Unidos. Autora bestseller en Amazon, escribió «SER LIBRE ES COOL»: una guía dirigida a jóvenes y adolescentes sobre el valor de la libertad individual y la responsabilidad personal, con prólogo en español por Gloria Álvarez y en su versión en inglés («BEING FREE IS COOL») por el Dr. Rainer Zitelmann.

Desde el año 2014 se desempeña como profesora en el IPN (Instituto Politécnico Nacional de México) y en el Colegio de Bachilleres. Considera que la Educación es la única manera de que las personas sean libres, e intervenir de manera directa contribuye a la autoconciencia y, por ende, a fomentar que los individuos comprendan que cada uno es un fin en sí mismo con derechos y obligaciones. Asimismo, dirige un despacho de abogados con especialidades en Derechos de Autor, y Marcas y Patentes. También ha organizado y participado de varios eventos académicos como moderador y disertante: distintos simposios, coloquios, y seminarios a nivel nacional e internacional en su natal México, Argentina, los Estados Unidos, Perú, Polonia, Alemania, entre otros.

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