La igualdad no es un decreto ni una consigna. La igualdad real se construye sobre la base de la libertad individual. Y dentro de esa libertad, la libertad económica es esencial: es la que nos permite no depender de otros para vivir, decidir y actuar.
Milton Friedman lo resumió con una advertencia visionaria:
Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad no tendrá ninguna de las dos. Una sociedad que pone la libertad primero, terminará con un alto grado de ambas.
DE LOCKE A MISES | Fundamentos de la libertad económica
El liberalismo clásico y el libertarismo han sostenido, desde sus raíces, que la propiedad privada y el libre mercado son condiciones necesarias para la dignidad humana:
- John Locke afirmó que cada persona tiene derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad.
- Adam Smith explicó que la prosperidad surge de la cooperación voluntaria, no de la imposición.
- Friedrich Hayek mostró que el conocimiento se encuentra disperso en la sociedad y que el sistema de precios es la única forma de coordinarlo.
- Ludwig von Mises sostuvo que el mercado es un proceso de descubrimiento en el cual hombres y mujeres participan como agentes libres que crean riqueza y progreso.
Negar a las mujeres el derecho a poseer, trabajar o emprender fue –y aún es en algunos países– una violación directa a estos principios. Como indicó John Stuart Mill: “Lo que se llama la «naturaleza de la mujer» es una cosa eminentemente artificial, resultado de la opresión”.
LA DEPENDENCIA ECONÓMICA COMO FORMA DE OPRESIÓN
Durante siglos, la exclusión económica confinó a las mujeres a la dependencia de maridos, padres o el mismo Estado. En la common law inglesa, el sistema de coverture anulaba la personalidad jurídica de la mujer casada: no podía poseer ni administrar bienes. Hasta bien entrado el siglo XX, en muchos países se exigía autorización del esposo para abrir una cuenta bancaria o firmar un contrato.
La dependencia económica ha sido una de las cadenas más pesadas de la subordinación femenina, porque sin control de recursos no existe verdadera libertad para decidir.
CÓMO LA LIBERTAD ECONÓMICA TRANSFORMA LA IGUALDAD
La libertad económica cambia la vida de las mujeres en cuatro dimensiones fundamentales:
1. Independencia personal
Con ingresos propios, una mujer puede decir “no” a relaciones abusivas, elegir su educación y decidir sobre su futuro. Ayn Rand lo sintetizó así: “La independencia es la virtud de quien vive de su propio juicio y de su propio esfuerzo”.
2. Competencia de mercado
En mercados libres, discriminar es costoso. Gary Becker demostró que quien rechaza el talento femenino pierde frente a quienes sí lo aprovechan. En palabras de Mises: “El mercado no conoce sexos, conoce servicios”.
3. Emprendimiento y movilidad social
En economías abiertas, las mujeres no necesitan esperar permiso: pueden crear negocios, innovar y romper con jerarquías tradicionales.
4. Tecnología e innovación
El capitalismo ha sido el mayor emancipador silencioso. Electrodomésticos, anticonceptivos, internet, teletrabajo, ampliaron las posibilidades vitales de millones de mujeres. Como señala Deirdre McCloskey: “el «gran enriquecimiento» del capitalismo multiplicó oportunidades antes inimaginables”.
CAPITALISMO: auténtico motor de emancipación
El capitalismo clásico, basado en la propiedad privada y la cooperación voluntaria, no liberó a la mujer por decreto, sino por la apertura de espacios de acción autónoma. Gracias al libre mercado, las mujeres pudieron:
- Acceder a bienes y servicios antes reservados para las élites.
- Insertarse en nuevas profesiones y diversificar sus opciones de vida.
- Acumular patrimonio propio y transmitirlo a sus hijos.
En este sentido, el capitalismo no prometió igualdad como consigna, sino que la generó como consecuencia del intercambio libre.
LIBERTAD ECONÓMICA = AUTONOMÍA PERSONAL
La ecuación es clara: sin recursos propios no hay autonomía tangible. Una mujer sin independencia económica es vulnerable, pues depende de otros para sostenerse. No puede dejar relaciones abusivas, ni decidir sobre su educación, ni proyectar un futuro propio.
Con libertad económica, en cambio, la mujer se convierte en agente moral y político integral. Puede acumular patrimonio, ejercer ciudadanía sin coerción y dejar un legado.
Friedrich Hayek lo expresó con precisión: “La libertad no solo requiere que el individuo no esté sujeto a coerción, sino también que disponga de un ámbito en el que pueda actuar según su propio plan”. Ese ámbito solo existe cuando se tiene independencia material.
LOS OBSTÁCULOS QUE PERSISTEN
Todavía hoy, la libertad económica femenina enfrenta algunas barreras:
- Regulaciones excesivas que sofocan el emprendimiento.
- Brechas en acceso al crédito y a la propiedad.
- Políticas estatistas que generan dependencia en lugar de autonomía.
- Falta de Estado de Derecho en países donde violencia y corrupción impiden ejercer derechos.
Lejos de ser un aliado, el estatismo se convierte en un obstáculo para la emancipación real.
CONCLUSIÓN: la verdadera igualdad requiere libertad económica
La emancipación de la mujer no llegó por decretos estatales ni concesiones políticas, sino por la apertura de mercados libres donde su talento y productividad fueron reconocidos.
El liberalismo ofrece una ecuación sencilla pero poderosa: LIBERTAD ECONÓMICA = LIBERTAD REAL.
La autonomía personal, la dignidad y la ciudadanía plena solo se alcanzan cuando las mujeres tienen control de sus recursos y de su destino. Esa es la lección que la historia nos deja clara: la igualdad sustantiva no nace de más control ni tutela, sino de más libertad para producir, intercambiar y prosperar.