BERGOGLIO: EL SUMO SACERDOTE DE LA AGENDA SOCIALISTA GLOBAL

El día 03 de Octubre de 2020; el SUMO PONTÍFICE Francisco I (Jorge Mario Bergoglio, nacido en 1936 en Buenos Aires Argentina), frente a la tumba del santo católico Francisco de Asís, promulgaría la encíclica Fratelli Tutti (Fraternidad para todos). En este pequeño y no exhaustivo análisis sobre las implicaciones económicas y sociales de este documento, veremos las bases de un ataque directo al libre mercado y la propiedad privada.

Nota sobre la imagen destacada:

En una reunión llevada a cabo el 9 de julio de 2015, el expresidente de Bolivia: Evo Morales; le regaló al Sumo Pontífice un “crucifijo comunista”, en el que la figura de Jesucristo aparece clavado sobre una hoz y un martillo. Esto constituye una premonición de lo que es la Iglesia Católica Romana en cabeza del actual Papa (Fuente AQUÍ).

El principal representante de la fe católica romana, que además es un jefe de Estado, nos presenta un documento que es la máxima exposición al tema de la “fraternidad y amistad social” –sea lo que sea que esto signifique–. Durante ocho capítulos va desarrollando una explicación, llena de contradicciones y vaivenes, sobre la necesidad de imponer una solidaridad política en el mundo. Este documento es una consecuencia de una ofensiva ideológica progresista, empezando por el documento Laudato si’ (que significa “Alabado sea”) la cual es la base de esta encíclica actual. Se puede mencionar también al Sínodo de la Amazonia, donde siguiendo la base argumentativa de Laudato si’, su enfoque es a la denuncia sobre los problemas del medio ambiente y el ecologismo radical, propio de grupos como Green Peace, concluyendo la necesidad de respetar los cultos a la Pachamama y a la diosa Gaia, como un hecho de demostración de “necesaria tolerancia” (Fuente AQUÍ).

Entrando de lleno al análisis económico y político de la encíclica tenemos lo siguiente:

LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD

Después de dos largos capítulos sobre supuestos diagnósticos de las problemáticas morales y sociales del mundo actual, en el tercer capítulo entra con un planteamiento de filosofía política, muy contradictorio, sacado del contexto de la Revolución Francesa –lugar donde nace el socialismo moderno–, empieza a analizar los tres valores constitutivos de este hecho histórico y plantea la siguiente pregunta: “La fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad. ¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores?” (La Santa Sede, 2020, pág. 28) En esta “inocente” pregunta establece una voluntad política de fraternidad, sin definir en qué consiste ese planteamiento, pero desde un punto de vista analítico todo lo relacionado con lo político tiene que ver con el poder ejercido por el Estado. Yo terminaría haciendo una pregunta: ¿Bergoglio estará planteando la imposición de la “fraternidad” a través de la coacción estatal, como hacen los regímenes socialistas, por medio de la confiscación de impuestos y órganos policiales? Más adelante el mismo nos aclarará al respecto.

Nos suministra una visión del individualismo digna de ser copiada: “El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se vuelven más globales. Pero el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común” (La Santa Sede, 2020, pág. 28).

Aquí el Pontífice hace una “falacia de hombre de paja” sobre el individualismo. El gran Friedrich von Hayek en su magistral obra Individualismo: El verdadero y el falso, nos explica que el individualismo bien entendido es la base del crecimiento de la sociedad y del florecimiento de la persona, que sin negar las tradiciones e instituciones intermedias (como iglesias, universidades, asociaciones deportivas y muchas más) logran tener un impulso a la función empresarial necesaria para el desarrollo de la economía, y por supuesto, de las virtudes humanas. Bergoglio rechaza por completo todo tipo de individualismo en aras de una igualdad inexistente en la naturaleza, que sólo se puede imponer por la vía de la fuerza del Estado. El mismo Bergoglio nos lo ratifica en párrafos posteriores: “Invertir a favor de los frágiles puede no ser rentable, puede implicar menor eficiencia. Exige un Estado presente y activo, e instituciones de la sociedad civil que vayan más allá́ de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien común” (La Santa Sede, 2020, pág. 29).

LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA PROPIEDAD PRIVADA

Bergoglio nos señala cual es la visión de la propiedad privada que nos provee en el documento: “El principio del uso común de los bienes creados para todos es el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social», es un derecho natural, originario y prioritario. Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, «no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización», como afirmaba san Pablo VI. El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad” (La Santa Sede, 2020, pág. 32).

Esta visión que parece acorde al Estado de derecho actual, tiene ambigüedades donde establece que el derecho de propiedad es de carácter secundario y está en función del “derecho universal de los bienes creados” (una especie de comunismo primitivo, según podríamos interpretar). Si revisamos una de las teorías de los derechos naturales más elaboradas, hecha por John Locke en su obra Segundo ensayo sobre el gobierno civil, basaba la existencia de derechos naturales en la función del individuo y la posibilidad de preservación de cada uno, por lo cual el derecho de la vida es fundamento del orden natural, y para preservarlo hay que proteger el derecho de propiedad natural de todo ser humano: el cuerpo de cada uno de nosotros. Preservando el cuerpo, se genera todo el corpus de los derechos de propiedad. Pero dada la condición antropológica del ser humano de tener tendencia hacia el mal, para la preservación de la vida y propiedad es necesario un gobierno limitado que castigue al delincuente y proteja al ciudadano. La cosmovisión de John Locke y sus seguidores con base en estas premisas, crearían el Liberalismo Clásico y posterior Libertarismo, filosofías políticas y económicas que han traído mayor prosperidad al mundo desde hace 400 años. Esa visión de Bergoglio de no entender la individualidad y el derecho de propiedad privada, y su relación con la riqueza, es una de las más fuertes taras intelectuales de este Pontífice.

Bergoglio y su tradición progresista se basan en el hecho de que el ser humano es bueno por naturaleza, y tiene un derecho universal a todos los bienes creados y naturales, por lo cual el derecho de propiedad privada no es fundamental al no ver peligro de que un posible tirano tenga poder sobre dicha propiedad. Esta premisa antropológica es la base del pensamiento de Rousseau, de la Revolución Francesa, y de todas las aventuras socialistas que crearon más de 100 millones de personas muertas y profundas miserias en el mundo.

SILENCIO COMPLETO AL SOCIALISMO Y RECHAZO AL LIBRE MERCADO

El Pontífice en el Capítulo 5to denuncia las filosofías políticas que están creando las situaciones de pobreza, violencia y corrupción. Citándolo tenemos: “El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas” (La Santa Sede, 2020, pág. 41). Se denota en este párrafo, consolidándose en el resto del Capítulo, que el Papa enfoca su ataque a dos supuestas formas de lacras políticas: el Populismo y el Liberalismo. La primera es un modelo de gobierno enfocado a propuestas hacia el “pueblo”, que puede ser de izquierda o derecha, y es totalmente transversal al espectro político. Puede ser positivo o negativo dependiendo si ayuda o no a crecer el poder del Estado sobre el individuo e ignora o no las leyes económicas. Finalmente, la visión del Liberalismo que tiene es tan pobre como desubicada, veamos esta cita: “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico «derrame» o «goteo» –sin nombrarlo– como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social” (La Santa Sede, 2020, pág. 44). Con este vocablo de neoliberalismo entendemos las posiciones marxistas, deleznables por definición, del Pontífice jesuita.

Denota desde luego, una profunda ignorancia en teoría económica, al atreverse a explicar el desempleo como consecuencia del ánimo de los empresarios de disminuir costos laborales, cuando hace omisión tan importante de un actor clave en todo este cuento: el Estado. Ignora o se hace indiferente el Pontífice que a través de regulaciones e imposiciones tributarias, es que se incrementan los costos administrativos y laborales; y por consiguiente, un empleador tome la decisión de contratar menos de lo que realmente necesita, o despida personal para poder enfrentar estas intervenciones tan dañinas. Pero la omisión mayor de este sacerdote es su silencio cómplice ante la mayor destrucción de una sociedad, que durante el siglo XX mató a más de 100 millones de personas, y diezmó a poblaciones enteras al hambre y a la miseria. Por supuesto, hablamos del socialismo, el cual por afinidad ideológica calla ante la ignominia y barbarie de los regímenes de Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Nicaragua, entre otros, incluyendo a su propio país Argentina –que está siendo canibalizado por el Kirchnerismo, la versión argentina del socialismo–. Una vergüenza este sacerdote a cualquier persona con honestidad intelectual.

Igual hay mucho más que hablar de este documento y del pensamiento del Papa, como su intención de promover un gobierno mundial, y simpatizar con políticas identitarias y causas de ecologismo radical. Sólo deseo terminar con este último epígrafe de la base de su pensamiento sociopolítico y económico, y sus daños: La Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

ORIGEN SOCIALISTA DE LA DSI

Desde inicios del Siglo XX, gente como Joseph Schumpeter y Murray Rothbard, y hoy en día católicos liberales y filocatólicos de derecha; exponen que los orígenes del Liberalismo se rastrean hasta la Edad Media con la Escuela de traductores de Toledo y la posterior Escuela de Salamanca, con un conjunto de innovaciones como la teoría subjetiva del valor, la explicación de la tasa de interés, la importancia de la empresarialidad y otros temas atribuibles a la Escolástica tardía. Nadie con honestidad intelectual negaría los aportes de estos eruditos. Pero el analizar la DSI, que es el corpus de normas y documentos que establecen los principios de orden social establecidos por la Iglesia Católica Romana, niega hoy en día las aportaciones de la Escuela de Salamanca, que se puede rastrear desde la Contrarreforma Católica del Siglo XVI, y se reafirma por las encíclicas de los últimos 150 años como Rerum Novarum (1891), Populorum Progressio (1967), exceptuando Centesimus Annus (1991) condicionada por la caída del “Muro de Berlín”, y la desaparición de la URSS y el nacionalismo polaco, confirmándose finalmente con Laudato si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020), última que termina consolidando su negación al capitalismo liberal pero también –irónicamente– al socialismo marxista. Como diría el profesor Alberto Mansueti en varias de sus charlas: “La DSI es un camino hacia la «Tercera Vía», que termina siendo un camino hacia el colectivismo y la tiranía estatal”.

El verdadero Liberalismo lo podemos afianzar con más fuerza en la Escolástica Reformada de Hugo GrocioRichard Hooker y finalmente en la mente de John Locke, el verdadero padre del Liberalismo. Seguido por la Escuela francesa de los Fisiócratas y la Escuela escocesa de HumeFerguson, y Hutcherson, y finalmente Adam Smith y la Escuela Clásica de Economía –que a pesar de sus errores notorios como la teoría del valor trabajo, sentaría las bases del Liberalismo Clásico y el posterior Libertarismo actual–.

Así, es evidente que el problema congénito de las inclinaciones socialistas del Pontífice, no es el Liberalismo Clásico, sino la base de la Doctrina Social de la Iglesia, que el mismo reconoce en un párrafo de la encíclica haciendo alusión a los “Padres de la Iglesia Católica Romana”:

En los primeros siglos de la fe cristiana, varios sabios desarrollaron un sentido universal en su reflexión sobre el destino común de los bienes creados. Esto llevaba a pensar que si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando. Lo resume san Juan Crisóstomo al decir que «no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos»; o también en palabras de san Gregorio Magno: «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo».”

(La Santa Sede, 2020, pág. 31)

REFERENCIAS

La Santa Sede. (2020). Carta Encíclica «Fratelli Tutti» del Santo Padre Francisco sobre la Fraternidad y la Amistad Social. Ciudad del Vaticano, Estado de la Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.

Otman Domínguez
Otman Domínguez

Venezolano. Economista de la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas Venezuela) especializado en Econometría y Evaluación de Proyectos para PYMES. Estudioso de la “Escuela Austriaca de Economía”. Miembro docente del Instituto Juan Calvino y locutor en la Radio Presbiteriana Reformada y candidato a Anciano Gobernante de la “IPR Pacto Eterno Chía”.

Jefe de operaciones (COO) y miembro fundador del medio digital libertario El Bastión, y miembro fundador de la Corporación PrimaEvo.

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