LA MOTIVACIÓN: UNA CARTA
Hace unos años, escribía una carta para alguien que amaba: alguien con un nivel intelectual envidiable. Esa carta quería que fuera una carta intelectual, porque pensé que así, podría comprender mejor lo que quería darle a entender.
Decidí escribir esta carta desde una perspectiva epistemológica, metafísica y ética.
En la carta quería hacer ver que yo creía en un amor, el único amor: el amor romántico. Ese amor que sólo se da cuando hay un intercambio de virtudes y no un sacrificio de uno para los intereses de otro.
En ese momento pensaba ¿Qué pasa por la mente de esas personas que piensan que para amar hay que sacrificarse? No podía entenderlo, pues, para mí, sacrificarse es entregar un valor más alto por algo de menos valor; o sea, una acción que me cuesta hacerla porque en el proceso estoy perdiendo algo valioso para mí –lo que me lleva al predicado “sacrificarte por amor”–. Pensaba entonces: ¿Cómo está eso de que alguien anda conmigo diciendo que se “sacrifica por amor”, y continuamos permaneciendo juntos? Y ¿Dónde quedan mis virtudes? ¿Entonces yo no valgo? ¿Acaso ese otro ser humano no está teniendo atenciones maravillosas hacia su persona? ¿Qué pasa con todas esas cosas buenas que yo hago? ¿No valen?
Y me preguntaba…
Cuando hay sacrificio no hay retribución. Cuando hay sacrificio no hay intercambio de valores. Cuando hay sacrificio por amor, lo que te quieren dar a entender es: no tienes valor alguno que me haga estar contigo y no tienes virtudes que me hagan querer conservarte, y aunque no hay nada de eso, te demuestro mi amor por medio del “sacrificio”; de la inexistencia de utilidad.
Todo esto me llevó a comprender, que había que explicarle a esta persona cuál era mi definición de amor y saber qué tanto se asemejaba con la suya, y si el respeto era importante en sus prioridades o si el amor romántico existía en su lista conceptual.
Pero… ¿Qué quería explicar?
Que: el amor es la mayor expresión de los propios valores, la mayor recompensa que puedes ganar por las cualidades morales que has logrado en tu carácter y tu persona; el precio emocional que paga un hombre por la alegría de recibir virtudes de otro.
Y así, al terminar la muy extensa carta, decidí pedirle a un amigo que me ayudara con las fallas en la ortografía –y así fue–.
Este amigo, al terminar de leer dicha carta, me preguntó que ¿Qué demonios era eso? También me preguntó ¿Dónde piensas publicar eso o qué piensas hacer con ello?… Luego, me ofreció enviarme algunos nombres de personas que tienen blogs y revistas, y que si le quitábamos algunas cosas y lo hacíamos más pequeño, podría ser un buen artículo. Entonces, acepté.
El artículo se envió a varios lugares y en el que jamás pensé, fue el primero del cual obtuve una respuesta.
Cuando…
La revista Disidentia de España accedió a que yo fuera la primera pluma mexicana en escribir un artículo en su revista; me di cuenta de que esto no terminaría como una carta y que permanecería como un artículo para siempre… Decidí no enviar esa carta: decidí que mis palabras valdrían más para otras personas.
¿Moraleja? O más bien, consejo: jamás permitas que alguien se sacrifique por ti, ni jamás te sacrifiques por alguien en nombre del “amor”. El amor no es sacrificio y no puedes decir “yo te amo”; si primero no entiendes, comprendes y conoces la importancia del concepto “YO”. No puedes dar amor si no lo has generado para ti; algo que no existe, no puede ser obsequiado.
Espero además, que todos los lectores de El Bastión, lo disfruten.
EL ARTÍCULO: AMOR COMO INTERCAMBIO
NOTA:
Este artículo apareció por primera vez en el portal Disidentia: pensar está de moda (Análisis y Opinión para el mundo de habla hispana).
Cuando intento analizar la palabra amor, llego a la conclusión de que es una de las palabras más usadas pero que, en pocas ocasiones, se puede coincidir en su definición.
También creo que se ha llenado de connotaciones que, muchas veces, salen de lo racional y te hacen olvidar la importancia de la felicidad individual, de intentar hacer feliz a alguien más y que ese alguien más, a su vez, intente hacer lo mismo contigo como en un intercambio voluntario del mercado, en donde los dos individuos salen satisfechos.
Es por eso, que me gustaría dar mi propia definición, basada en los dos autores que más han marcado mi crecimiento intelectual: Adam Smith y Ayn Rand.
El amor es la mayor expresión de los propios valores, la mayor recompensa que puedes ganar por las cualidades morales que has logrado en tu carácter y tu persona; el precio emocional que paga un hombre por la alegría de recibir virtudes de otro.
El amor romántico, en el pleno sentido del término, es una emoción posible solamente para el varón y la mujer de autoestima inquebrantable. Tal individuo, es incapaz de sentir un deseo sexual divorciado de sus valores espirituales.
Entonces el amor es…
Una emoción que procede de la evaluación de un existente, siendo como un valor positivo y una fuente de placer; es una respuesta integrada de mente y cuerpo, de amor y deseos sexuales. Asimismo, el amor no es autosacrificio, sino la afirmación más profunda de tus propias necesidades y de tus propios valores.
Un amor generoso y desinteresado es una contradicción en términos: significa que uno es indiferente a lo que uno valora. Cuando se trata de amor, la más alta de las emociones, permites que te acusen a gritos de ser un delincuente moral por ser incapaz de sentir amor sin causa. Para poder decir “yo te quiero”, primero uno tiene que saber cómo decir el “YO”.
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Como bien dice Rand, las necesidades sexuales forman una parte fundamental del amor. Son el hecho de no negar una necesidad a esa persona, mediante conductas cariñosas o en un determinado momento románticas, o simples acciones que llevaron a ver a una persona como la materialización de ese sentimiento máximo de cariño. Si el hombre cambia o modifica su conducta y así, niega o elimina acciones que formaron los pilares de ese apego que llamamos amor y que en un momento fueron cosas que llevaron a la materialización de éste, y decides seguir, es como si pasaras a ser un animal de sacrificio. El hecho de que un individuo no se sienta considerado el medio para ningún fin más que su propia felicidad, es un derecho innegable. Al aceptar que las cosas que te pusieron en la condición de amar han desaparecido, y continúas sólo por el hecho de un gran apego, puede convertirse en un acto irracional. Entonces estás enamorado de un recuerdo, no de un presente, y esas cosas no están en el presente sino en un pasado.
El amor: un sentimiento egoísta
Adam Smith decía:
Así, es la mano invisible del mercado, la que hace que toda la sociedad se beneficie del hecho de que los individuos busquen su propio beneficio particular.
Esto se traduce en que somos personas que actuamos con un interés en particular, jamás por la benevolencia de que alguien más sea feliz con tus actos, sin recibir algo a cambio; eso es antinatural. El hombre siempre actúa, no como un ser “buenista”, sino por el hecho de sentirse mejor; mejorar una condición inmediata, ya sea emocional, moral, sentimental y/o psicológica, y siempre pensando en satisfacciones que se obtienen por determinadas acciones. Estas acciones son respuestas individuales, es decir: una reacción es una acción con carga emocional a la acción que la originó.
En una relación es igual, es como en el mercado: un intercambio de bienes y servicios de manera capitalista. El amor tiene que ser merecido, tiene que surgir en respuesta adecuada a los valores que observas en otro ser. Es entonces una respuesta a valores para que efectivamente sea amor y ser merecido. Al decir manera capitalista, me refiero a LIBRE, como bien dijo Ayn Rand:
CONCLUYENDO
Si el amor no se gana en ese intercambio de virtudes, es ahí cuando puedes transformarte en ese hombre irracional que desea seguir en una relación donde ya no habrá –o nunca ha habido– más ese juego de intercambios de virtudes, y donde una persona pasa a ser sólo un motivo para los fines de alguien más.
Por eso es importante entender que, la base del ser humano es vivir para buscar su propia felicidad; entender lo importante que resulta amarse a sí mismo. Si tú no te amas y no te valoras a ti mismo, al decir “yo te amo” puede que el “te amo”, al ser subjetivo, sea comprensible; pero al decir “YO”, debes entender la vital importancia de ese “YO” a fin de adquirir y tener amor propio. Sólo así, aceptarás que en una relación es primordial el intercambio o, de lo contrario, te convertirás en un animal de sacrificio.
SOBRE EL AUTOR:
Roberto Briones: Emprendedor y músico (miembro de la Banda Sex Sabbath). Creador y CEO de Grupo Libertario de Salamanca (México) y Objetivismo México. Conceptualizador y organizador de conferencias y seminarios con la organización México Libertario. Cuenta además con estudios y residencias de investigación en varias naciones europeas, y es experto en temas de Economía Clásica y Objetivismo.
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