QUE NO NOS CONSUMA LA VIOLENCIA

Tristeza y lamentación, son palabras insuficientes ante el sentimiento causado por lo vivido en el país, en estos últimos días. El odio, la muerte y la destrucción se han apoderado de toda forma de comunicación, asegurando el ser consumidos, hasta las cenizas, por la violencia.

Pero todavía hay tiempo, y aquellos que poseemos una fuerte esperanza y fe en este bello país, tenemos el deber ineludible, de crear y ayudar a construir los mecanismos necesarios para una salida pacífica y negociada ante la barbarie que se vive en las calles. Por mi parte, expresaré en este escrito, unos puntos cruciales que espero se tomen en cuenta para avanzar en el diálogo y abandonar las vías de hecho; sin importar quien lea.

QUIEN CON MONSTRUOS LUCHA, CUIDE DE CONVERTIRSE A SU VEZ EN UNO

Este fragmento, lo escribió el famoso filósofo Friedrich Nietzsche en su obra Más allá del bien y el mal. Y aunque es sabido lo crípticos que son los escritos de este filósofo, por esta ocasión, la conclusión lógica más simple de esta frase, sirve perfectamente para el mensaje que quiero dejar.

Y es que ceder ante la violencia en búsqueda de justicia, aunque exista una justificación razonable e indiscutible, mancilla y desvirtúa el principio diferenciador entre la venganza y la justicia: vivir en paz. Cuando la venganza usurpa el puesto de la justicia, arrastra a las partes al ciclo destructivo de pasar de víctima a victimario, y viceversa. O como lo dice el conocido refrán “la ley del ojo por ojo”.

Si queremos una Colombia en paz, propender por la justicia siempre es un deber sagrado. Que si bien, existen también razones sensatas para desconfiar de quienes la embisten, no deja de ser realidad que, aun siendo un camino lleno de lágrimas y frustración, es el único que garantiza tranquilidad a la conciencia; además, de asegurar la sentencia a nuestro favor del juicio implacable de la historia, del cual, nadie se escapa.

Este primer llamado, aunque pueda interpretarse como mensaje directo a los jóvenes protestantes, no es así. El monstruo agresor por vencer no son los policías, el ejército o los contradictores del paro; el verdadero monstruo a vencer, es nuestro propio impulso de responder a la violencia con más violencia. Ese mismo que nos llevó a durar 60 años en guerra fratricida.

LOS GRANDES PERDEDORES

¿Quién gana con todo esto? ¿Es acaso el gobierno de Duque? ¿La policía? ¿Gustavo Petro? ¿Los jóvenes? ¿Los comerciantes? Todas preguntas erróneas, la verdadera es ¿Quiénes perdieron? Y la respuesta es TODOS. Son colombianos, los que lloran los muertos –tanto protestantes como policías–, sufriendo en silencio entre el caos, el virus y la pobreza. Son colombianos, los que tienen que asumir con impuestos los daños a la propiedad pública y privada, que agudizan la delicada situación socioeconómica. Son también colombianos, los que tienen que escarbar entre los escombros para reconstruir sus vidas.

Quien hable de ganadores y perdedores, sólo demuestra que “el fin justifica los medios” prevalece como su mantra político. Algo muy peligroso que, precisamente, les da poder a políticos totalitarios que generan matanzas –de izquierda o derecha–. Escoger la justicia y la paz, es rechazar de facto todas estas narrativas que glorifican la violencia y seré tajante en esto: No hay dignidad, en esta era moderna, en morir por supuestos objetivos que tienen mejores mecanismos de realización, así como tampoco, la glorificación del uso de la fuerza para controlar masas.

Y aquí hago un hincapié necesario: está bien expresar el descontento mediante marchas y manifestaciones, hacer eventos culturales e incluso, propinar alguna que otra ofensa; pero glorificar “la lucha”, cual general motivando a los soldados al combate, es una herramienta generadora de violencia. Esto se ve demasiado, tristemente, en redes sociales, donde muchos se convencen de que es por las vías violentas –disfrazadas de la palabra lucha–, el único camino para lograr un cambio.

Asimismo, están los que celebran cuando un elemento de la fuerza pública le propina un duro golpe físico a un ciudadano, o utiliza todo las herramientas que tiene a su disposición y que afectan la salud mental y física de los manifestantes. Hay que aprender que ambos casos, son detonantes de más y más rabia, ira y frustración para las partes y que el llegar a esos extremos, en vez de glorificarlos, debemos rechazarlos y tomarlos como una señal clara de alerta.

EL JUEGO DE LOS VIOLENTOS

Por último, hablaré de esos violentos que están hoy en las sombras. Esos que capitalizan el odio y lo usan para ganar dinero, influencia o electores. Mismos que incentivan y propician las fake-news o lanzan, sin pudor alguno, un discurso de odio disfrazado de “lucha” u “orden”. Propagan la violencia política, satanizando al contrario de todas las formas posibles, arrebatándoles su carácter humano.

Cada vez que alguien ofende y denigra a una persona por su posición política, ellos ganan. ¿Le dijo usted “uribestia” a alguien en redes? Ellos ganan ¿Le dijo usted “petroburro” a un seguidor? Ellos ganan. ¿Cree que una persona merece ser golpeada por votar “x” o “y” candidato? Ellos ganan. La polarización es su mejor medio de dominación, ya que crea los escenarios perfectos para sostener sus posiciones de poder.

Si queremos dejar de hacerle el juego a los violentos, debemos empezar por ser tolerantes ante la pluralidad de visiones políticas, económicas y sociales que existen. Así como evitar propagar la polarización mediante el militarismo mental, que tanto radicaliza a las personas. Sirve también instruirse en qué son los mecanismos democráticos, contrastar la información que nos llega para no caer en fake-news, aprender la diferencia entre discusión y debate y, por sobre todas las cosas, aprender la importancia y la responsabilidad que significa votar.

El voto, es la máxima expresión que la democracia posee, es la garantía de paz en las transiciones del poder público, es la mejor forma de mostrar nuestra indignación, la mejor forma de anunciar al mundo que queremos un cambio. Pero aun más importante que todo lo anterior, el voto, es la declaración más grande de paz y renuncia de la violencia.

Hoy lo invito a defender la democracia de nuestro país, para no quedar reducidos a cenizas por la violencia.

Carlos Noriega
Carlos Noriega

Barranquillero. Administrador de empresas y maestrante de finanzas públicas. Director ejecutivo (CEO) y miembro fundador del medio digital liberal/libertario El Bastión y de la Corporación PrimaEvo.

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