El cientificismo, vicio propio de la tecnocracia, afecta en gran medida la forma en que percibimos la política. El zoon politikón moderno suele dejarse llevar de dicho cientificismo, toda vez que intenta validar su ideología vía ciencia. Y es que ciencia e ideología suelen incluso en ocasiones, contraponerse. No siempre es fácil contraponer la evidencia, pero es un ejercicio útil para identificar, como lo señala el profesor Erick Behar-Villegas, fraudes intelectuales.
El hoy autoproclamado progresismo –que de progreso no lleva sino el nombre– ha decidido tomar el camino anti-vacunas, anti-nuclear, anti-tecnologías para el agro o, en pocas palabras, anti-realidad. Palidecen con ello las afirmaciones de los llamados MAGAlombianos o colombianos defensores a ultranza de Donald Trump –aunque terminan coincidiendo en varios puntos–.
¿VALE LA PENA PREOCUPARSE?
Si fuera un grupo sin vocación de poder que se limitara a criticar sin fundamento y careciera de intenciones de alcanzar cuotas en el Estado, esto no sería problemático. Pero hablamos de una serie de colectivos que dicen estar del lado de la gente, pero que huyen de la evidencia como se huía otrora de la peste negra. Tirar la piedra y esconder la mano parece ser un común denominador en la retórica anti-ciencia. Lo otro preocupante en ese panorama es la testarudez al defender lo indefendible ¿Manifestaciones con abierto abuso de la fuerza pública, genocidios de Estado y torturas por parte de gobiernos ideológicamente afines? Miran para otro lado ¿Vandalismo y grupos delincuenciales que se aprovecharon de la protesta pacífica para delinquir en medio de las democracias? ¡Bravo! y “hay que equiparlos para que no sufran por el «opresor Estado colombiano»” ¡Dictadura! gritan, pero jamás han vivido una. En Cuba, mientras tanto, cortan el servicio de internet para que quienes desean informar lo que está pasando no puedan hacerlo. Pero importan más el show mediático, la deshonestidad intelectual y aparentar bondad. Eso sí, los hombres de paja están a la orden del día.
¿CÓMO COMBATIRLO DESDE EL LIBERALISMO/LIBERTARISMO?
Las ideas, como decía cierto influenciador, hay que “alpargatizarlas”. Disculpen quienes no estén familiarizados con el término, pero es sinónimo de hacerlas digeribles para el ciudadano del común. No podemos partir de que una persona entienda de buenas a primeras el orden espontáneo sin que antes entienda el lazo inquebrantable entre derechos y deberes. Caer en los brazos de la repetición ad-infinitum de frases de cajón como “capitalismo, ahorro y trabajo duro” o “las ideas de la libertad”, como si el liberalismo y el libertarismo se hubieran inventado la libertad o el capitalismo es solo, y lo transmito en términos modernos: “simplear” al liberalismo y el libertarismo. Pero no se trata de convencer convencidos, sino de llegar a nuevos oídos que estén lejos de los clubes de fans del liberalismo. El tendero de la esquina puede entender que a mayor cantidad de impuestos, menor libertad económica puede disfrutar. La mujer que decide trabajar como modelo webcam puede comprender que si el Estado comienza a cobrar impuestos a este sector o a subirlos, ella se podría quedar sin trabajo. Y, quienes están en lo que Amartya Sen llama “la base de la pirámide” pueden llegar a entender que los aranceles –pensados con buenismo– son en parte causantes de que no puedan acceder a mayor variedad de productos o a mejores precios. Que si dicen “mi cuerpo, mi decisión” el Estado no debería inmiscuirse ni para bien ni para mal, salvo para proteger derechos fundamentales de terceros.
Apropiando parte de las enseñanzas del Cristianismo, las realidades se cambian un individuo a la vez y con el tiempo, y también sirviéndose de la mayéutica. La evidencia está del lado de la libertad.