Estas entradas parecen una actualización casi en tiempo real de mi vida emocional y en parte lo son. Ha pasado un mes y creo que lo más difícil tras una ruptura amorosa es lidiar con la ausencia; no es que no puedas vivir sin el otro, evidentemente puedes, de hecho lo hiciste, pero te acostumbras y generas una rutina que incluye a esa persona. Como las emociones siguen a flor de piel hay quienes buscan establecer comunicación: llamar o enviar un mensaje por WhatsApp de vez en cuando o conservar números de teléfono por si alguna vez llegaran a necesitarse, y hay quienes incluso deciden seguir siendo amigos. Yo no puedo. No es que no vaya a existir un trato cordial si un día nos encontramos, no es que el cariño vaya a desaparecer, sin embargo, tampoco puede ser una parte de mi vida, justamente porque así se decidió al terminar la relación.
Así que en medio del duelo y después de tres semanas de “hablar” con él –No, no fue hablar, fue insistir– decidí alejarme totalmente y empezar el contacto cero. Los expertos definen el contacto cero como el período de tiempo en el que restringimos toda comunicación con otra persona: No escribirle mensajes ni responder llamadas, eliminarla de todas nuestras redes sociales, e incluso borrar su número de teléfono. No solamente sirve para crear un límite emocional con una expareja, también funciona en otros escenarios, por ejemplo: alejarse de algún familiar o de una amistad tóxica. La idea de lo tóxico es algo que me gustaría poder explorar porque aún no me convence mucho, pero comprendan la idea: alejarse totalmente, ergo, desaparecer.
Muchas personas creen que el contacto cero sirve para hacer que el otro se arrepienta, sienta tú ausencia y vuelva; puede que suceda, aunque si lo asumes así desde el principio no estás aplicando el contacto cero de la forma correcta. En ese caso estarías incurriendo en una especie de trampa, o una forma de chantaje emocional o de castigo para la otra persona. Ya saben, freses de cajón como “Si no valora mi presencia tendrá que aprender a vivir sintiendo mi ausencia”. Si la otra persona en libertad decidió que no estaba cómoda en la relación, seguramente siente alivio, agradece por no tenerte cerca y esto le ayuda a avanzar.
El contacto cero sirve, o al menos así es como yo lo veo, para volver al más importante y primer amor: tú misma o tú mismo. Para volver a enamorarte de ti. Para poner en perspectiva tus sentimientos y evaluar lo positivo y lo negativo que hubo en la relación. Para aprender de la situación. También sirve para focalizar tu atención hacia aquellas metas personales que de alguna forma abandonaste, pausaste o dosificaste porque estabas en una relación. Eso último si eres como yo y dejas de priorizarte por entregarte a la otra persona, que tampoco es malo, pues todos tenemos formas y dimensiones del amor distintas.
Es un tiempo para hacer nuevas amistades, buscar nuevos hobbies o retomar alguno que hace tiempo no hacías. Si después de un tiempo y habiendo sanado quieres retomar el contacto con tu expareja eres libre de hacerlo. Si al sentir la ausencia mutua deciden que puede haber una segunda oportunidad para ambos, también es válido. Lo importante aquí es que el contacto cero es útil para fortalecerte emocionalmente, priorizar tus necesidades y metas personales, y reencontrarte contigo mismo. Esto amentará tu autoestima y te permitirá volver a amar de forma sana.