La película Voyagers, disparatadamente traducida al castellano como Instintos ocultos (sin comentarios) nos muestra otra vez los vericuetos de ese misterio que somos bajo ciertas circunstancias. Ya en otra oportunidad hablé sobre Aniara, película del 2018, comentando lo que puede pasar en un gran crucero espacial cuando de los entretenimientos pasamos a la búsqueda del sentido (Fuente AQUÍ). Esta vez parece que fue al revés o de vuelta: La Tierra a punto de su agotamiento y en un viaje espacial hacia otro planeta para poblarlo. El viaje dura unos 80 años, pero esta vez tratan de planificarlo bien. Se hace nacer a una serie de niños en una simulación de una gran nave espacial para que no extrañen nada y estén claramente habituados a ese entorno. Los niños, ya de jóvenes, tendrían hijos mediante fecundación in vitro, y estos a su vez se reproducirían hasta llegar a la tercer generación que desembarcaría en el planeta anhelado. Uno de los adalides del proyecto: Richard, viajará con ellos para protegerlos, sabiendo que es un viaje de ida solamente.
Las relaciones sexuales, enamoramientos y contactos están prohibidos. Para ello se les proporciona a los niños una sustancia azul: una toxina que de adolescentes les impedirá el desarrollo de su libido y demás pulsiones para que todo esté tranquilo y en orden.
Pero dos de ellos, dos varones, descubren que están siendo drogados de ese modo. Dejan de tomar el “blue”. Al principio, sólo travesuras menores. Corren, juegan a que se golpean y comienzan a mirar a las chicas. Luego cuestionan a Richard ¿Por qué nos drogaste? Para que seas bueno ¿Y por qué tengo que ser bueno? ¿Qué sentido tiene esta obligada obligación? ¿Por qué?
De repente, Richard muere en un accidente cuando trata de arreglar algo de la nave. Se quedan sin comandante, sin jefe, sin líder o como se le quiera llamar: sin el vigilante-protector. Surgen las disputas de poder, pero deciden votar. Eligen a Christopher, uno de los dos varones que dejó de tomar el blue. Christopher trata de ser tranquilo y racional. El otro con opción era Zach, alguien un tanto más rebelde. De niño, previo a la partida, había dicho una noche antes de dormir “Tengo miedo”. Zach acepta a regañadientes la elección.
Ambos revelan a los demás sobre la droga y todos dejan de tomarla. Casi todos comienzan a correr, a pelearse y a tocarse.
Sela, una chica con vocación de privacidad, trata de mantener su orden interno. Le es difícil. Ve lo que pasa y se asusta. Christopher y Zach se pelean por ella, donde este último pierde. A la postre, desafía en público la autoridad de Christopher y la niega, permitiendo así que surjan dos grupos.
Zach inventa algo muy interesante: hay un alíen del cual hay que defenderse y él será quien se encargue de proteger a todos. Zach da visos de razonabilidad a su teoría. Muchos le creen, aunque no los aliados de Christopher, quienes se van quedando solos.
Christopher descubre que Zach ha asesinado a Richard. Muestra la prueba a todos. Zach lo reconoce, pero explica su acción dentro de la teoría del alíen. Lo que pasa es que el alíen había penetrado en Richard. Muerto este, ahora puede estar en cualquiera. Todos comienzan a desconfiar el uno del otro. Surge la sospecha colectiva de quién puede estar “infectado”, pero Zach es el que los va a proteger del alíen… Hasta ahora, está fascinante la película del 2021.
Uno de ellos es acusado de ser el alíen. Trata de huir. Pero lo alcanzan y lo matan.
Sela y otros dicen que no puede ser que Zach y su grupo sean así: que no es esa su naturaleza. Pero alguno se pregunta si no es así ¿Era esa su verdadera naturaleza, la cual había estado oculta por la toxina tranquilizante? ¿Es esa la naturaleza humana? ¿La guerra, la discordia, la desconfianza y el asesinato?
De repente los dos grupos descubren que había un compartimento secreto lleno de armas (tal vez para la tercera generación). Ambos luchan por el dominio de las armas. El grupo de Zach gana temporariamente, y este impone su régimen con armas letales en mano.
Súbitamente, una de las chicas –de las más apegadas a las reglas por cierto– llama a todos a la racionalidad. Pese a no ser una líder carismática, mucho menos atractiva, les dice: “¿Acaso no podemos tener normas, estar de acuerdo con ellas y convivir?”
… Interesante. Aparece el liberalismo clásico: alguien sugiere el pacto de John Locke.
La respuesta de uno de los partidarios de Zach es tajante. La mira con odio y arma en mano, y le dispara y la mata. La muerte es inmediata y sangrienta. Varios se quedan conmocionados y dubitativos, pero Zach no; toma el arma y dice “Esto muestra lo que puedo hacer”, y amenaza a Sela y Christopher, a quienes comienza a perseguir por toda la nave. Finalmente, llegan los tres a una de las esclusas que separa la nave del espacio exterior. Hay una lucha terrible y finalmente Zach muere.
A partir de allí todo se calma. Todos aceptan el liderazgo natural de Sela y Christopher, y a pesar de que no siguen tomando el blue, se tranquilizan. Y todo vuelve al plan original. Tienen sus hijos, ya de modo natural y, al fin, sus nietos llegan al planeta.
Pero ese final feliz ¿Por qué? Los guionistas no lo aclaran.
¿Por qué debían cesar los conflictos? Freud estaría muy extrañado de ese final. Muchos critican su pesimismo, pero, ¿Estaba tan equivocado? ¿No se llama, todo lo que sucede, “pecado original”? Y el liberalismo clásico duró muy poco ¿Y no es eso lo que ha sucedido?
Hay quienes decimos que ese pacto racional es un fruto del judeocristianismo, casualmente la redención del pecado original. ¿Es tan incoherente? Pero una redención individual, una iglesia y no una sociedad secular.
En una sociedad secular, ¿Qué impediría que aparezca otro Zach, si incluso surgen en los conventos? ¿Qué diferencia hay entre estos chicos, la nave y la historia de la humanidad? ¿Tenemos que dejar de predicar el pacto racional y sus ventajas? No, pero siempre podemos terminar como Phoebe, la asesinada por el partidario de Zach.
Y no olvidemos lo que Zach había dicho desde niño: “Tengo miedo”.
NOTA:
Este artículo apareció por primera vez en el blog Filosofía para mí, de Gabriel Zanotti.