Vivimos en tiempos en los que cualquier expresión puede ser considerada ofensiva para ciertos grupos y, por tanto, aquellas personas que emiten esas opiniones o expresiones, son consideradas “ofensivas” o “peligrosas”; ergo, son canceladas, censuradas, atacadas e incineradas en la hoguera de las redes sociales.
Detrás de esta “tiranía de los ofendidos”, como la denomina Axel Kaiser, se encuentra el germen de un movimiento dictatorial que no acepta la libertad de expresión, lo cual, no es sorpresa, pues la negación de la libertad de expresión es una característica de todas las ideologías totalitarias bajo el argumento de que esta libertad pone en riesgo a determinados grupos. Lo cierto, es que con ello estamos avanzando hacia un estado de cosas en el que solamente se acepta una versión de los hechos y una especie de verdad oficial; esas verdades oficiales pertenecen al mundo que bien graficó George Orwell en su novela 1984, de sistemas de control del lenguaje y pensamiento que, nuevamente, son parte fundamental de las ideologías totalitarias.
LIBERTAD DE EXPRESIÓN COMO DERECHO CONTRA-MAYORITARIO
La libertad de expresión, esencialmente, implica la posibilidad de decir cosas que resulten ofensivas para otros. Si solo pudiésemos decir cosas que no ofendan a nadie, no podríamos expresar nuestra propia opinión contra la opinión general. La libertad de expresión solamente tiene sentido en el caso en que hay disidencia de opiniones y en el que minorías tienen ciertas visiones de las cosas que no comparten las mayorías. Tener el derecho fundamental a la libertad de expresión en un mundo donde todos están de acuerdo en todo, carece de toda lógica, precisamente, porque lo que busca proteger dicha libertad es al individuo que disiente de otros grupos para que pueda manifestar su visión del mundo y sus preferencias, valores e ideas. Por ello, la libertad de expresión es un derecho contra-mayoritario en esencia, así como la mayor parte de nuestros derechos fundamentales que buscan limitar el poder del Estado y de las mayorías que podrían hacerse cargo del poder y aplastar a las minorías.
OFENDER PARA PROGRESAR
Gran parte de las creencias que existen en todas las épocas son falsas, aun cuando sean compartidas por inmensas mayorías. En el pasado resultó ofensiva la teoría heliocéntrica que negaba que la Tierra era el centro del universo y que postula, en cambio, contra la creencia religiosa de ese entonces, que la Tierra giraba en torno al Sol, y no el Sol y todos los planetas en torno a la Tierra. Sabemos, además, que al famoso astrónomo Galileo Galilei, la Iglesia Católica lo condenó por propagar estas ideas que, en su momento, eran completamente impopulares y políticamente incorrectas. Por ello, como señala John Stuart Mill en su libro Sobre la libertad –una de las defensas más lúcidas de la libertad de expresión–, gran parte del progreso humano se deriva de la posibilidad de disentir y de ser ofensivo con las opiniones que se tienen respecto a una variedad de temas. Pero ojo, esto no quiere decir que sea el propósito insultar o agredir a un grupo que, si bien podría estar cubierto por la libertad de expresión, podría ser criticable desde el punto de vista de la decencia cívica; y de hecho, esto tampoco quiere decir que tengamos carta blanca para discriminar sin asumir nuestras consecuencias.
A lo que quiero llegar es que las ideas, como por ejemplo, la igualdad ante la ley entre hombres y mujeres, en su época resultaron incluso ofensivas para grupos predominantes en la sociedad, y gracias a que una minoría pudo avanzar esas ideas inclusive siendo atacadas y corriendo enormes costos hacia su integridad, ahora podemos hablar de igualdad ante la ley en la mayoría de los países. Esa es una conquista que no hubiera sido posible si hubiéramos utilizado las premisas que se están aplicando hoy en día; aquellas, según las cuales, las expresiones que resulten ofensivas sobre los grupos considerados “víctimas de un orden opresivo” deben ser censuradas, descalificadas y sus emisores atacados.
CASO RICARDO CANESE Vs. PARAGUAY: PROTECCIÓN DE DISCURSOS OFENSIVOS
Y como no todo es una defensa política, trasladémonos al campo jurídico en el Caso Ricardo Canese Vs. Paraguay.
Ricardo Canese se presentó como candidato a la Presidencia de Paraguay para las elecciones de 1993 junto a su contrincante Juan Carlos Wasmosy. En una entrevista, Canese hizo comentarios sobre la idoneidad de su contrincante en la contienda y sus posibles vínculos con un exdictador. Más expresamente, dijo lo siguiente:
Frente a ello, Canese obtuvo una condena por difamación y la restricción de salir del país durante ocho (8) años y cuatro (4) meses.
Este caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quien consideró que Paraguay violó el derecho a la libertad de expresión consagrado en el Artículo No. 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH), del entonces candidato presidencial Ricardo Canese, al condenarlo por difamación. De hecho, esta es una sentencia interesante que invito a revisar, pues la misma Corte en sus argumentos recoge expresiones de la Corte Europea de Derechos Humanos que enfatiza lo siguiente (los paréntesis y las negritas son míos):
En este sentido, a nivel internacional, del mismo modo se reafirma que en una sociedad libre, plural y democrática debemos proteger aquellos discursos que, inclusive, resulten ofensivos.
VIVIR EN LIBERTAD
La libertad individual descansa, fundamentalmente, en la libertad de expresión, y ello implica la posibilidad de emitir opiniones que lleguen a ser ofensivas hacia diversos grupos en la sociedad. La libertad de expresión tiene un componente sumamente útil para la sociedad como bien explicaba Stuart Mill: el poder expresar nuestras opiniones sin que el Estado y la sociedad nos castiguen. De hecho, Stuart Mill también nos recordará que el colectivo puede ejercer una opresión más formidable de la que puede aplicar el peor de los tiranos.
La cultura de la cancelación está presente en todos los niveles, incluidas las mismas universidades. He sido testigo de censura por parte de grupos que, para imponer sus ideas, más que debatir y argumentar, prefieren callar sin razón a quien se oponga a ellos por el solo hecho de pensar distinto. Sin lugar a dudas, el origen detrás de sus actitudes es la prueba más vil de un movimiento totalitario al cual debemos estar atentos y hacer frente desde donde podamos.
Sin más, si queremos vivir en una sociedad más libre y apagar las hogueras de la cancelación, debemos proteger las manifestaciones de la libertad de expresión, incluso, si estas resultan ofensivas.
REFERENCIAS
Corte Interamericana de Derechos Humanos [CID]. (2004). Caso Ricardo Canese Vs. Paraguay – Sentencia de 31 de agosto de 2004 (Fondo, Reparaciones y Costas). Corte Interamericana de Derechos Humanos. Recuperado el 17 de noviembre de 2022 de: https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_111_esp.pdf.