¿Por qué simplemente no imprimimos más dinero? Todos nos hemos hecho esta pregunta alguna vez en la vida; algunos cuando teníamos cinco años, otros siendo un poco más grandes. Hoy por hoy, es muy probable que la mayoría de los que están leyendo esta columna sepan que esa no es la solución para las crisis económicas; las razones serán más claras para unos que para otros, aunque si no has estudiado economía seguramente te resultará un tema confuso, siendo este el verdadero problema. A lo largo de la historia tanto intelectuales como políticos se han encargado de adornar la definición de inflación con abstracciones y frases contradictorias, con la finalidad de ocultar al verdadero responsable de este fenómeno. Como mencionó la filósofa Ayn Rand (2021), este concepto se encuentra “oculto bajo ilusiones perceptuales creadas por eslabones conceptuales rotos”, razón por la que no se llega a entender qué significa verdaderamente la inflación y la causa de su existencia.
Por ejemplo, podemos ver que la Real Academia Española (s.f., definición 1), el principal diccionario de la lengua española, define a la inflación como “«Abundancia excesiva» y «elevación del nivel general de los precios»”. Sin embargo, esta es una definición que se contradice a sí misma y no coincide con lo que observamos en la realidad. Cuando un país cuenta con altos índices de inflación, lo último que percibe la población es una abundancia excesiva; por el contrario, lo que empieza a aumentar es la escasez de productos y servicios: la gente se ve obligada a comprar menos y también hay menos que comprar. Por otro lado, la definición de la RAE menciona una “elevación del nivel general de los precios”; esto puede parecer correcto a simple vista, ya que los comerciantes se ven obligados a pedir mayor cantidad de billetes a cambio de sus productos. No obstante, lo dicho es solo una consecuencia del fenómeno de la inflación; aquello que se infla no son los precios, sino el dinero, por lo cual, apuntar a que la inflación se basa en el aumento de los precios nos impide conocer sus verdaderas causas y la manera de solucionarlas.
La inflación es “el incremento de la cantidad de dinero, respecto de los bienes y servicios para cuyo intercambio contribuye” (Rojas, 2022). En otras palabras, es la impresión descontrolada de papel moneda, la cual superaría la cantidad de productos disponibles en el mercado. Pero, ¿quién puede imprimir dinero sin control y de manera legal? Actualmente, el único que puede hacerlo es el Gobierno.
En este sentido, parafraseando a Ricardo Manuel Rojas (2022), imagina que tienes un pozo con una cantidad de agua que solo te permite beber. Si alguien más quiere de esa agua, tendrá que ofrecerte de intercambio algo con mucho valor para ti, que te permita satisfacer una necesidad tan importante como la sed; aunque si la cantidad de agua que tiene el pozo aumenta, estarás dispuesto a aceptar cosas de menos valor a cambio, puesto que al no tener que preocuparte por tu hidratación, querrás satisfacer necesidades de menor importancia. Así podemos ver que el valor del agua disminuye en la medida en que aumenta su cantidad, lo mismo sucede con el dinero. Si la cantidad de dinero que circula en el mercado aumenta, su valoración general disminuye. Sin embargo, la diferencia entre el dinero y el agua es que el primero no tiene valor de uso. Por si solo el dinero no puede satisfacer ninguna necesidad. De nada te serviría un billete de cien dólares si no hay alimentos que comer, combustibles para transportarte o telas para vestirte. Y es aquí donde aparece otra consecuencia importante de la inflación: la escasez.
El ser humano solo puede sobrevivir de dos maneras: a través de su propio esfuerzo o a través del esfuerzo de otro, cosechando o robando. Pero ante la dificultad que suponía para un solo hombre producir todo aquello que necesitaba, comenzaron a realizar intercambios voluntarios. Por ejemplo, un pescador podía intercambiar el pescado que no consumía por otro bien que necesitaba y no producía, como fibras para hacer redes. Así se genera un mercado, en el cual, con el objetivo de beneficiarse mutuamente, ambas partes deben ser compradoras y vendedoras al mismo tiempo. Simplemente no se puede intercambiar con alguien que no tiene ningún bien que dar, pues lo único que se lograría es aumentar la cantidad de consumo, mas no de producción, disminuyendo la capacidad de esta última. No es lo mismo que una persona trabaje para alimentarse a sí misma, a que lo haga para alimentar a cinco. Y en el caso de la inflación es este principio básico el que se ha ignorado a lo largo de la historia: solo aquel que produce tiene derecho a consumir.
En la actualidad, hemos podido observar cómo doctrinas económicas reconocidas ignoran por completo los hechos de la realidad y aseguran que la demanda puede generar oferta, y lo que no ven es que la demanda sin oferta es solo consumo, pues, pese a que suene obvio, las mercancías no aparecen por arte de magia. No aumentaran el número de manzanas que puedas cosechar aumentando el número de personas que puedan comérselas; si tienes más personas que coman manzanas, pero no más personas que las cosechen, lo único que lograras es que las mazanas se acaben más rápido. Y si, además, ante la escasez entregas las manzanas que tenías ahorradas para ti, lo único que lograrás es agotar tu fuente de alimentación y con ella las fuerzas que tenías para producir manzanas.
Por eso solo los productores: aquellos que intercambian productos y servicios por otros productos y servicios, pueden constituir un mercado; y solo los productores pueden ser verdaderos consumidores, así cuanto más produzcas más podrás consumir. Para participar realmente de un mercado, una misma persona debe cumplir ambos roles: oferta y demanda, productor y consumidor, pues, de olvidarse este principio, nos enfrentaremos a crisis económicas como las que aquejan a la mayoría de los países de Latinoamérica.
De esta manera surge una última pregunta: ya que la inflación ha llevado a sociedades a la miseria, ¿por qué simplemente no se deja de imprimir dinero? Como había mencionado anteriormente, el único culpable de este fenómeno es el Gobierno, pues es el único que puede imprimir dinero “libremente”. Entonces, al necesitar financiamiento para sus proyectos, pero no producir recursos propios, los Gobiernos recurren a la manera más fácil de conseguir dinero: el robo. El método más común que tiene un Gobierno para obtener los recursos de sus ciudadanos es a partir de los impuestos, pero cuando estos no se pueden elevar más, la inflación se vuelve una herramienta muy útil, puesto que este fenómeno no tiene efectos automáticos ni parejos, y que a quienes perjudica en primer lugar son a las personas de bajos recursos, debido a que son los últimos en recibir dinero y los últimos en gastarlo. Cuando su valor ya se ha disminuido, la sociedad tiende a darse cuenta del problema demasiado tarde.
¿Cuál es la solución? Además de buscar comprender aquellos fenómenos que impactan nuestra vida, debemos mantener alejado lo más posible al Gobierno de la economía. Es necesario el establecimiento de leyes que limiten las acciones del Gobierno en su manejo del dinero y es necesario un impulso de la producción. Necesitamos es capitalismo de libre mercado: el único sistema económico que puede producir una abundancia ilimitada.
REFERENCIAS
Rand, A. (2021, 11 de diciembre). Igualitarismo e inflación (Selección del capítulo 12 del libro Filosofía: quién la necesita). Objetivismo.org. https://objetivismo.org/igualitarismo-e-inflacion-por-ayn-rand/.
Real Academia Española. (s.f.). Inflación. En Diccionario panhispánico de dudas. Recuperado el 8 de febrero de 2023, de: https://www.rae.es/dpd/inflación.
Rojas, R. M. (2022, 28 de junio). Derechos humanos y derechos de propiedad: La inflación como delito. Friedrich Naumann Foundation for Freedom. https://www.freiheit.org/es/argentinien-and-paraguay/derechos-humanos-y-derechos-de-propiedad-la-inflacion-como-delito.