En una sociedad híper-politizada como la nuestra, donde los políticos son elevados a un estatus casi mítico, la tendencia a verlos como salvadores en tiempos electorales es preocupante y es un grave error. Se espera que aparezcan como héroes capaces de rectificar los errores del pasado y dirigirnos hacia un futuro prometedor. Pero, ¿qué sucede cuando la euforia se desvanece? A menudo, la realidad de sus mandatos no cumple con las expectativas infladas, dejando un rastro de decepción.
Cada cuatro años emergen nuevos líderes políticos, rápidamente idolatrados y tratados como estrellas del rock. En su ausencia, el desaliento se apodera del discurso público con lamentos como “no hay con quién” o “quién podrá salvarnos”. Esta actitud refleja una añoranza histórica por caudillos y un deseo de un “padre protector” que resuelva nuestros problemas, evitando así tener que hacer algo para cambiar las ideas profundas que realmente gobiernan nuestra sociedad.
Esta tendencia se repitió en las pasadas Elecciones Regionales. Una gran parte de los colombianos, ansiosos por un cambio hacia un país más próspero y libre, depositaron su fe en políticos que prometieron apoyar la iniciativa privada, la democracia, el Estado de Derecho y la libertad. Sin embargo, esta creencia de que la elección de líderes adecuados automáticamente traerá soluciones a los problemas es una falacia.
Los políticos son reflejo de las ideas predominantes en la sociedad. Para ganar Elecciones, deben acomodar sus posturas a lo que piensa la mayoría, lo que a menudo conlleva a renunciar a sus principios originales. En Colombia, esto ha resultado en una resistencia generalizada a defender verdaderamente la libertad. Todos parecen adorar la idea de un Estado omnipotente, omnipresente y omnisciente. La izquierda busca controlar y reducir el mercado bajo la bandera de la “igualdad”, mientras que la derecha ve al sector privado como una simple fuente de recursos para engordar las arcas del Estado. Esta mentalidad ignora la capacidad del sector privado para resolver problemas sociales y económicos de manera efectiva y sostenible.
La solución real y duradera no reside en la simple elección de líderes políticos “correctos”. Como Milton Friedman señaló, el verdadero cambio se logra moviendo el eje del debate hacia la comprensión de que la libertad es el único camino hacia la prosperidad. Solo cuando la mayoría de los colombianos acepte esta verdad, será políticamente costoso para los líderes desviarse de este camino. Además, aquellos con ideas correctas y principios sólidos encontrarán los incentivos adecuados para implementar políticas que realmente beneficien al país.
Mientras no comprendamos esto, elegir a las personas adecuadas solamente frenará la pérdida de nuestra libertad, pero no nos hará más libres. Es crucial entender que la prosperidad y el éxito de una nación no se construyen desde las altas esferas del poder político, sino desde la base de su sociedad civil.
Nuestra obsesión con los líderes como salvadores es una ilusión peligrosa y un síntoma de la renuncia a asumir la responsabilidad de nuestro futuro. La verdadera transformación de Colombia hacia el éxito y la prosperidad no se logrará hasta que cambiemos nuestra mentalidad y pongamos la libertad en el corazón de cada colombiano.
NOTAS:
- SOBRE LA OBRA EN LA IMAGEN DESTACADA: Friedrich, C. D. (1817-1818). El caminante sobre el mar de nubes (Wanderer über dem Nebelmeer) [Óleo sobre lienzo]. Kunsthalle de Hamburgo (Hamburger Kunsthalle), Hamburgo Alemania. https://online-sammlung.hamburger-kunsthalle.de/en/objekt/HK-5161/wanderer-ueber-dem-nebelmeer/.
- La versión original de este artículo apareció por primera vez en el Diario La República (Colombia).