La secuencia de sucesos ocurridos en Bolivia parece sacada del guion de la película Bananas que en 1971 filmó un genial Woody Allen. Este, buscó parodiar lo que en esa década era un clásico de la “política bananera” de América Latina: una sucesión de golpes militares, a cada cual más extravagante, y como telón de fondo la Guerra Fría.
El “scream shot” de los hechos es por demás sospechoso. Alrededor de las 3:00 de la tarde de este miércoles 26, unos 100 militares toman por asalto la Plaza Murillo. A continuación, un camión blindado fuerza la puerta principal del Palacio Quemado y el General Zúñiga –en apariencia la cara del “golpe” y furioso enemigo ante Evo Morales– se dirige al despacho del presidente Luis Arce, que minutos antes –y pese a tener a “los golpistas” a sus puertas– llama a la resistencia popular. Y acá viene la escena menos creíble: el supuestamente débil Arce reta en público al “rebelde” Zúñiga y le recuerda que le debe obediencia.
Zúñiga recula y ordena la retirada de todos los supuestos “golpistas”. Acto seguido, Arce lo destituye –todo casi en vivo y en directo–, y minutos después, manda a apresarlo. El desenlace es de antología: Arce nombra a la nueva cúpula militar boliviana y todo concluye con un final feliz para la “democracia”.
Ni a Woody Allen con un bajo presupuesto se le hubiera ocurrido que todo “el golpe” y el “contragolpe” transcurrieran en escasamente cinco horas.
Juan José Zúñiga, comandante general del ejército boliviano hasta hace nada, ha entrado en la historia por la puerta de atrás, como tantos otros militares. Al frente de varias unidades, el militar forzó la puerta de acceso a la sede del Gobierno en La Paz y penetró con sus hombres para encararse con su jefe, el presidente Luis Arce.
“No voy a permitir esta insubordinación”, respondió firme el mandatario al general. Con eso alcanzó. Luego, el general se dio la vuelta y se subió a un blindado para abandonar la Plaza Murillo. Ni un solo disparo. El intento de golpe había fracasado de forma exprés, en apenas tres horas, de forma tan rápida como el que protagonizó el expresidente de Perú, Pedro Castillo, en 2022. Horas más tarde, Zúñiga fue detenido en la sede del Alto Estado Mayor, y antes de ser trasladado, denunció públicamente que se trataba de un autogolpe espoleado por el propio presidente Arce.
El militar escenificó el diálogo que habría mantenido con el mandatario en fechas previas, que precedió a la fracasada asonada: “El presidente me dijo que la situación está muy jodida, muy crítica. Es necesario preparar algo para levantar mi popularidad (aseguró supuestamente el mandatario). –¿Sacamos los blindados? –Sacá (respondió Arce)”. Ahora, los fiscales acusan a Zúñiga de terrorismo y alzamiento armado contra la seguridad y soberanía del Estado. Una sorpresa.
Hasta antes del escándalo, quien fuera comandante del Ejército desde noviembre de 2022, era considerado una pieza de absoluta fidelidad para el mandatario. De hecho, los más críticos le consideraban una “marioneta” del oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS). Tan cercano al presidente, que desde hace días protagoniza un enfrentamiento público con Evo Morales, el gran enemigo de Arce en la guerra fratricida que desgasta día a día a la revolución indígena.
Bolivia celebra elecciones presidenciales el año que viene, y la revolución indígena cuenta con dos presidenciables que se disputan con vehemencia, incluso con capítulos violentos, el trono del MAS.
Menos de 24 horas después, las palabras del golpista Zúñiga coinciden con las denuncias de “show político” lanzadas por dirigentes de la oposición. “Comenzamos a sospechar que todo era una farsa cuando vimos a dos ministros pavonearse frente a las tanquetas, golpeando los vidrios e increpando a viva voz a militares fuertemente armados. Unos minutos después el propio presidente, en un acto de coraje, increpó al supuesto golpista, que no atinó a nada, a pesar de estar fuertemente resguardado por decenas de soldados”, criticó la diputada regional Luisa Nayar.
“El Gobierno armó un show burlesco con malos actores”, afirmó el analista político Gustavo Pedraza a una red televisiva nacional refiriéndose a las acciones militares. A esto se sumó la senadora por Comunidad Ciudadana (CC), Andrea Barrientos, quien en declaraciones a medios de comunicación sostuvo que estos hechos fueron “shows burlescos”, por lo que exigió al Gobierno del presidente Arce dar respuestas. “Primero creemos que la democracia debe precautelarse ante cualquier cosa, pero lo que ha pasado es un show burlesco. Exigimos una investigación, aclaraciones de parte del Gobierno Nacional y le exigimos que dé respuestas a las crisis. Ya no queremos shows ni montajes”, enfatizó.
Con relación a las declaraciones que dio el excomandante en el momento que fue aprehendido, Barrientos dijo que: “todos estamos convencidos que aquí hay una mano negra de por medio”.
Para el abogado Jorge Valda, el politólogo Franklin Pareja, y el periodista Andrés Gómez Vela, esto fue un teatro y un espectáculo armado por la cúpula de poder, a fin de generar caos, descontrol e incertidumbre en la población en medio de una profunda crisis social y económica.
Para Pareja, los hechos ocurridos no cuadran con los de un golpe de Estado, sino que parecen la ejecución de un “libreto cubano-nicaragüense-venezolano”, con el objetivo de generar cohesión interna en el Gobierno y recuperar cierta validación y respaldo, tanto de los sectores sociales como de la comunidad internacional, por ejemplo, de la OEA (Organización de Estados Americanos).
Según el politólogo, “hubo un extraño intento de golpe donde las autoridades dan declaraciones en directo y sin el mínimo estrés, pues los militares tomaron la Plaza Murillo «a vista y paciencia de los medios y público presente»”.
El jurista opinó que Arce debe ser investigado pues comparte responsabilidad por lo ocurrido, hecho que causó especulación y zozobra en la población. Asimismo, lamentó que los militares hayan sido “humillados” y “usados como rebaño” por quienes osan tomar el poder por la fuerza.
Hasta el expresidente de Bolivia y líder de CC, Carlos Mesa, condenó los hechos y dijo que los Gobiernos del MAS destruyeron la institucionalidad de las Fuerzas Armadas y toda credibilidad de lo que se dice y hace.
Gómez Vela, por su lado, también afirmó que lo que sucedió fue un montaje para aumentar la popularidad de Arce. “Buscan levantar la imagen del presidente porque carece de apoyo en las calles”, expresó a la red Unitel, además de cuestionar por qué Zúñiga fue ascendido al cargo máximo del Ejército siendo el número 48 de su promoción, cuando generalmente se asciende a los mejores elementos militares.
Lo cierto es que las declaraciones de quienes están in situ son completamente diferentes al escenario que mostraban los líderes de distintos países de Latinoamérica –Argentina apenas esbozó una condena sin mencionar a Bolivia–, a los que se sumaron Jefes de Estado europeos.
La pelea por el poder Arce-Evo explicaría mejor el fracasado “golpe de Estado”. “Este señor es un verdadero mitómano, utiliza la mentira como estrategia para retornar el poder”, disparó Zúñiga en el pasado contra Evo, traspasando de forma evidente sus funciones al frente del Ejército. Aunque Zúñiga tiene su historial manchado y varios escándalos a sus espaldas –por ejemplo, al general se le relacionó con un supuesto desfalco en un programa de bonos para militares, valorado en casi cuatrocientos mil euros (€ 400.000)– las acusaciones en contra de Evo Morales son aún más gruesas. Según el exmandatario, forzado a dimitir y exiliarse en 2019 tras beneficiarse de un intento de fraude electoral, el general Zúñiga estaría al frente de un grupo paramilitar denominado “Pachajcho”, que tendría como objetivo su muerte y la de sus colaboradores.
NOTA:
La versión original de esta crónica apareció por primera vez en nuestro medio aliado Visión Liberal.