FRANCIA: La falsa victoria de la izquierda

Las escenas de júbilo que se vivieron en París la noche del 7 de julio expresaban el alivio casi eufórico de muchos franceses afines a la izquierda. Pero no solo por el éxito táctico, sin precedentes y más allá de todas las expectativas, sino también por el “bombardeo republicano” contra Agrupación Nacional.

Tal “bombardeo” consistió en utilizar el procedimiento de retirada en segunda vuelta –una característica francesa única en el mundo en unas Elecciones Parlamentarias– para unir a derechistas moderados con izquierdistas radicales contra un partido que muchos siguen considerando peligroso para la democracia.

La Agrupación Nacional –en francés, Rassemblement National (RN)–, antes conocida como Frente Nacional –en francés, Front National (FN)–, no había dejado de presentarse como una opción legítima desde que Marine Le Pen se convirtió en su líder en 2011 y a partir de su cambio de nombre en 2018 –y de buscar “desdemonizarse”, como suele decirse–. Sin embargo, pese a que uno de cada tres electores le votó en la primera vuelta (en la segunda, los porcentajes de votos por partido son engañosos y poco representativos), la RN sigue siendo considerada por la mayoría como una peste dentro del panorama electoral y parlamentario francés.

UN “VOTO EN CONTRA”

Esta rotunda victoria del “Frente Republicano” –o Nuevo Frente Popular (NFP)– de cara a una RN derrotada que seguirá teniendo el 25 % de los escaños, con el 33 % de los votos en la primera vuelta, es un éxito del “voto en contra”, ya que vio a los electores conservadores votar por comunistas, ¡y a los candidatos de extrema izquierda cortejar a la derecha moderada en la segunda vuelta!

Pero este éxito no anuncia ningún programa positivo o unificado sobre el que el 66 % restante de los franceses (no-RN o anti-RN) y los partidos a los que votaron puedan ponerse de acuerdo. Partidos inmensamente diferentes que se unieron por un voto. Partidos que, mediante hábiles maniobras, ganaron y se repartirán alrededor del 75 % de los escaños de la Asamblea Nacional.

A pesar del bálsamo de la “victoriosa movilización antifascista” y del éxtasis de un momento en la Plaza de la República de París, la Asamblea Nacional –y más allá, Francia como sociedad– está ahora dividida en al menos tres bloques difíciles de reconciliar.

En primer lugar, el bloque ganador –o mejor dicho, el líder– del Nuevo Frente Popular (NFP, en francés: Nouveau Front Populaire), con 182 escaños de 577. Esta coalición de izquierdas va desde el extremista –y grupuscular– Nuevo Partido Anticapitalista (de tendencia marxista-leninista) hasta el Partido Socialista (socialdemócrata) del expresidente y nuevo diputado François Hollande, pasando por Los Ecologistas y sus aliados, y por La Francia Insumisa (LFI, en francés: La France Insoumise) de Jean-Luc Mélenchon: un grupo intransigente con el “Estado de bienestar”, marcado por el antiamericanismo y el antisionismo, la hostilidad a las fuerzas del orden y la lucha contra la islamofobia.

Le sigue el bloque Juntos (en francés: Ensemble, anteriormente llamado Juntos Ciudadanos), que en principio apoya –o apoyó– al presidente Emmanuel Macron. Este bloque se subdivide en tres subgrupos, entre ellos muchos diputados sobrevivientes tras los sacrificios de la precipitada disolución del 9 de junio en la que perdieron su empleo: están furiosos con su Jefe del Palacio del Elíseo por haber tomado en solitario esta decisión, la cual condenó a un gran número de ellos.

Juntos, que contaba con unos 350 diputados en 2017 (mayoría absoluta), 250 en 2022 (“Gobierno en minoría” o “mayoría relativa”, como se dice en Francia), tiene ahora 168.

Uno de los subgrupos en mención, llamado Horizontes, bajo la égida del ex primer ministro Édouard Philippe, tenía ciertamente un acuerdo electoral con el bando presidencial, pero en la práctica Philippe está en abierta ruptura con Macron.

Imagen N.º 1. ¿Qué le espera a Emmanuel Macron tras su gran derrota? | Fuente: Euronews.com.

Así pues, dos de los tres bloques (la izquierda y el centro) están divididos en múltiples sub-tendencias, que a menudo se odian y divergen en puntos muy importantes: laxitud o rigor fiscal, déficit, mantenimiento o no del Estado del bienestar en su totalidad, inmigración, seguridad, racismo, multiculturalismo, antisemitismo, Europa, Gaza, Ucrania, Rusia, y demás –por no hablar de los numerosos conflictos de egos y ambiciones personales–.

AGRUPACIÓN NACIONAL GRITA “¡FALTA!”

Queda el tercer bloque: Agrupación Nacional (RN) y los disidentes del grupo Los Republicanos (LR, en francés: Les Républicains), entre ellos Éric Ciotti. En su abatida declaración tras la votación, el aspirante a primer ministro, Jordan Bardella (segundo de Marine Le Pen), clamó contra el “asesinato” y “robo de la democracia” como consecuencia de las maniobras destinadas a aislar a la RN y arrinconarla.

Las maniobras fueron ciertamente exitosas y exasperantes para RN, pero derivaban de una práctica perfectamente legítima en este sistema electoral tan particular: la de retirarse en segunda vuelta. Un examen más detallado de los resultados revela que las tropas de Le Pen y Bardella perdieron decenas de circunscripciones por pocos votos. Dicho esto, con el 25 % de los escaños, la RN no puede realmente hablar de saqueo o aplastamiento: su diputación es enorme, sin precedentes (ocho escaños en 2017, 89 en 2022 y 143 en 2024), aunque sea un poco menos que el 33 % de los votos que obtuvo en primera vuelta.

EL MAYOR PARTIDO POLÍTICO DE FRANCIA

En términos de partidos individuales –y no de bloques electorales–, RN puede presumir –incluso ahora– ser el primer partido político de Francia. Y a diferencia de los otros dos bloques, este partido, que prácticamente forma un bloque propio, tiene una cohesión interna totalmente desconocida en el centro y en la izquierda.

Imagen N.º 2. “No se trata de origen”: Marine Le Pen defiende la controvertida política de “preferencia nacional”. | Fuente: CNN.

Durante un tiempo, la RN había esperado obtener la mayoría absoluta con un tercio de los votos, que es exactamente lo que consiguió el Partido Laborista británico de Keir Starmer el pasado 4 de julio (en unas elecciones por mayoría simple, no doble). Sin las retiradas masivas en su contra, la RN de 2024 habría podido lograr esta hazaña aritmética: las distorsiones del sistema mayoritario a dos vueltas son a veces tan graves como las del sistema de vuelta única. En 1981, por ejemplo, ¡el Partido Socialista del presidente François Mitterrand obtuvo casi el 60 % de los escaños con el 36 % de los votos! (Nadie gritó “¡asesinato o robo de la democracia!”).

CIRCUNSCRIPCIONES UNINOMINALES, CON RESULTADOS PROPORCIONALES

Esta vez, irónicamente, el sistema de mayoría simple produjo un resultado bastante cercano a la representación proporcional (como en las Elecciones de Quebec de 2007).

Nuevo Frente Popular: 28 % de los votos en primera vuelta y 31 % de los escaños en segunda. Asamblea Nacional: 33 % de los votos y 25 % de los escaños. Derecha republicana clásica (LR no disidentes y diversos partidos de derechas): 10 % de los escaños con el 9 % de los votos. Y en cuanto al grupo presidencial Juntos, que salvó la situación, se benefició más que los demás: ¡un 28 % de escaños para un 20 % de los votos!

Las cifras demuestran que la supuesta victoria del Nuevo Frente Popular de izquierdas es muy relativa, incluso engañosa o estrecha.

UNA CLARA MAYORÍA PARA LA DERECHA

Todas las fuerzas de centroderecha y de derecha (incluida la RN) suman ahora, aproximadamente ¡dos tercios de los escaños y de los votos de Francia! Así y todo, algunos titulares del 8 de julio hablan de una “victoria de la izquierda”.

Esta victoria engañosa, unida a la multiplicación de los partidos en una Asamblea Nacional más fragmentada que nunca (con al menos 12 grupos reconocidos), en un país que no tiene cultura de coaliciones (más que acuerdos electorales tácticos y efímeros ligados al sistema de dos vueltas), anuncia un futuro difícil para una Francia en crisis económica, política y social: un país con crisis de identidad.

LA INCAPACIDAD DE LLEGAR A UN ACUERDO

Más allá de la euforia de una noche en la Plaza de la República, Francia sigue siendo un país con grandes dificultades económicas. Un país con una deuda del 113 % del PIB, una de las más elevadas de Europa. Un país en el que aumentan las importaciones y disminuye la producción industrial. Un país donde la clase media está empobrecida y se rebela, vinculando con razón o sin ella las cuestiones de la inseguridad y la inmigración. Donde las élites políticas están más desacreditadas que nunca. Donde, en una serie de cuestiones importantes, la posibilidad de llegar a un acuerdo parece cada vez más difícil, cuando no inalcanzable.

A pesar de un Contrato de Legislatura elaborado apresuradamente en junio por las cuatro formaciones que participan en el NFP, dentro de este bloque único de izquierdas existen posiciones extremadamente diferentes, incluso antagónicas, en temas como la inmigración, el equilibrio presupuestario, la actitud hacia Rusia e Israel, y la política de seguridad: cuestiones en las que François Hollande (Partido Socialista) y Jean-Luc Mélenchon (La France insoumise) pueden estar en las antípodas.

En el centro, entre los supuestos amigos de Macron, será muy difícil llegar a un consenso sobre la oportunidad de aliarse con una parte de la izquierda y de la derecha para propiciar un “gran mitin” (conjetura) con todos menos LFI y RN. No obstante, los resultados electorales muestran que estos dos partidos, acusados de extremismo por una parte importante de la población, solamente suman 215 escaños: muchos menos de los esperados. Aun así, una hipotética coalición sobre esta base (excluyendo a LFI y RN) exigiría muchos equilibrios, pese a su posibilidad aritmética y teórica sobre el papel.

Por otra parte, aunque la Asamblea Nacional de Francia sea ahora hegemónica en la derecha (excluyendo el centro del bloque Juntos), una parte significativa de la derecha clásica de la misma (Los Republicanos) le sigue siendo ferozmente hostil: un ejemplo más de la incapacidad, no solo entre familias políticas, sino al interior de ellas, de unirse y llevarse bien.

Francia, país deprimido e infectado por el virus de la división, necesitará mucha imaginación, buena voluntad y compromiso para salir del atolladero.

NOTA:

La versión original de esta crónica, escrita por el periodista François Brousseau, apareció por primera vez en Radio Canadá, y la que le siguió en nuestro medio aliado Visión Liberal.

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