Estamos próximos a nuevas elecciones presidenciales. Recordemos que en estos cuatro años tuvimos una elección anticipada debido a la convocatoria de «muerte cruzada» del expresidente Lasso, lo que derivó en la victoria del actual mandatario, Daniel Noboa. Sorprende la cantidad de precandidatos que se han inscrito: comenzaron 17 y, hasta el momento, quedan 16 en la contienda. En pocos días será el registro oficial de los binomios (hasta el 2 de octubre), y veremos finalmente cuántos candidatos estarán en la carrera presidencial.
Pero, ¿por qué tantos candidatos? ¿Fue tan difícil llegar a acuerdos para formar alianzas? ¿Qué intereses evitan la unión? ¿Cuántos candidatos realmente surgieron de las bases de los partidos? ¿Por qué los ecuatorianos debemos financiar la campaña electoral? ¿Cuál es el costo de oportunidad de hacerlo? Estas y otras preguntas deben llevarnos a (re)pensar el sistema político y electoral ecuatoriano.
Más allá de que son demasiados candidatos para un país de casi 18 millones de habitantes, o de que la votación se atomizará entre ellos, un análisis histórico muestra que entre el 70% y el 90% de los votos siempre se han concentrado en 3 a 5 candidatos por elección (dependiendo del número total de participantes).
Veamos algunas motivaciones que podrían ayudar a responder estas preguntas:
- Cobertura de la campaña con recursos públicos: Cualquier desconocido puede postularse si cuenta con el respaldo de un partido o movimiento con registro nacional. Muchos candidatos entran con la esperanza de ganar visibilidad para posicionarse mejor en futuras elecciones, o para salvar el registro electoral del partido, que se evalúa según los resultados de los comicios.
- Limitada fiscalización electoral: La falta de acción efectiva de los organismos de control sobre el uso de los recursos públicos en campañas es preocupante. ¿Cuándo hemos visto una verdadera devolución de fondos públicos por parte de candidatos que no alcanzaron el mínimo requerido?
- Falta de proyectos políticos sólidos: La carencia de propuestas ideológicas cohesionadas dificulta las alianzas. El “yoísmo” de muchos precandidatos, que se consideran «la mejor opción», fragmenta la contienda.
- Inacción ciudadana: La apatía de la ciudadanía permite que algunos partidos y movimientos políticos se aprovechen de la situación y perpetúen el status quo.
Esperemos que en algún momento madure el panorama político, porque más allá de la cantidad, también se trata de la calidad de los candidatos.