COLECTIVISMO: LA FILOSOFÍA DE LA MUERTE

La ley soviética y la ley nazi fueron el resultado inevitable y consistente del principio del colectivismo. Cuando se aplica en la práctica, un principio que no reconoce ni la moralidad ni los derechos individuales, no puede resultar en nada más que brutalidad.

– Ayn Rand.

El gran problema de Bolivia no es el masismo, ni el arcismo, ni el camachismo, ni ningún otro actor inmoral individual al que pueda acusarse. No. El gran problema de Bolivia –y de América Latina en general– es la concepción colectivista que se tiene de la vida en común. Es decir, que es el colectivismo, como filosofía, idea y concepción de país, el gran culpable de la putrefacción de este. Si bien los actores (políticos, empresaurios y partidos políticos, principalmente) son responsables casi directos del infierno que se vive en el país, es necesario que miremos más allá de nuestras narices y dejemos de victimizarnos y victimizar a nuestro círculo de influencia, buscando echar la culpa a enemigos y traidores por la cobardía de no poder aceptar que en casa hay cosas que están muy mal.

Entonces, si analizamos el aspecto común-denominador con el que se puede identificar a todos los culpables del descalabro que vive Bolivia, podemos evidenciar de forma clara que todos tienen un modus operandi muy similar: ellos nunca tienen la culpa, son víctimas (líderes políticos y ciudadanos); siempre el culpable es externo o es traidor al colectivo y, sobre todo, ese enemigo externo o traidor busca someter a nuestro santo colectivo. En corto, tienen mentalidad tribal y, en palabras de Hanno Sauer, sub-evolucionada.

A ello debemos agregar que, aunque a muchos no les guste aceptar, el mundo siempre se ha movido y se mueve con base en ideas: es la filosofía dominante del momento la que mueve a las sociedades. Si traducimos al mundo de las ideas los lineamientos de estos inmorales actores, vamos a encontrarnos con “caras conocidas” en el mundo de esas fracasadas ideas; ideas que han fallado estrepitosamente, costando millones de vidas humanas: socialismo, fascismo, conservadurismo, nacionalismo, socialdemocracia, entre otras. Todas ellas con un común denominador: pertenecen al monstruo del colectivismo.

Por colectivismo debemos entender, en palabras de Leonard Peikoff, a la filosofía (sistema más o menos estructurado de ideas y valores) que sostiene que: “en los asuntos humanos, la colectividad-sociedad, la comunidad, la nación, el proletariado, la raza, la región, y demás, es la unidad de realidad y la norma de valor. Desde este punto de vista, el individuo solo tiene realidad como parte del grupo, y valor solo en la medida en que sirve a este”.

Es decir, el colectivismo afirma que no existe valor más importante que ese colectivo, al cual el individuo debe someterse, trabajar y sacrificarse por encima de cualquier cosa. Lo escalofriante de esto, es que la vida de las personas no tiene valor por sí misma o por el simple hecho de ser vidas humanas. La vida, ese bien sin el cual nada es posible, se encuentra sujeta al colectivo y debe ser sacrificada por este. La grandeza del colectivo debe ser tu sentido y motivo de vida estimado lector. Mientras que el liberalismo (individualismo) sostiene que el valor máximo y sagrado es la vida de cada ser humano, el colectivismo sostiene que la vida humana solo tiene valor en función de ese colectivo; mientras el liberalismo elige la vida –con todas sus imperfecciones–, el colectivismo elige la muerte en favor del colectivo.

El tema no es menor. Si analizamos los grandes conflictos, especialmente los que más vidas humanas han costado en la historia de la humanidad, y, si analizamos los discursos de sus actores, encontraremos que son luchas por el dominio del colectivo y por el bien de este.

Ahora, el grotesco error del colectivismo es doble: 1) metafísico y 2) ético. Es decir, 1) el colectivismo no entiende y/o no quiere entender que la vida es el inicio de todo; si uno no está vivo no tiene posibilidad de ser feliz, de trabajar, de ayudar, de descansar, de disfrutar, de nada. Por lo tanto, 2) la inmoralidad del colectivismo es total, pues, bajo la excusa del bien mayor, cree que tiene derecho a elegir y decidir por ti querido lector; el colectivo cree que un ser humano (un niño, una mujer, un padre, una hija, un hermano tuyo) no tiene el valor suficiente como para decidir por el mismo, pues ello no le conviene al colectivo, excepto, claro está, que ese ser humano decida servir al colectivo.

Claro, la excusa es “como podría alguien ser más importante que todos”. La pregunta es: ¿realmente ese colectivo son todos?, o, por el contrario, ¿son solo los que dirigen al colectivo? Y es que, en realidad, ese colectivo (país, ciudad, región, cultura, etnia, religión) termina siendo solo los que dirigen el mismo y no realmente todos. Pues, salvo una sociedad liberal, ese colectivo va a tomar decisiones y determinar tu futuro en función de la conveniencia de la cúpula dirigencial, donde, además, si fueran realmente todos como ellos dicen, se incluirían a los que piensan diferentes, pero no es el caso. Esos que piensan diferente son inmorales y el enemigo infiltrado. Con ello, estos defensores del colectivo no quieren que tú te des cuenta de que viven a costa de los que, justamente, no forman parte de ese selecto y aristocrático grupo dirigencial. Fíjense, como ejemplo, los familiares y los amigos del poder: ellos cuentan con prerrogativas de toda clase y estilo; ellos son contratados en puestos de trabajos públicos y se benefician de los contratos de obras públicas que los pagamos tú y yo con múltiples impuestos, a saber, los que resultan de los productos que consumimos (impuestos que se encuentran incluidos en el precio final). Acaso: ¿existe algún funcionario público que sea expresa y públicamente opositor al MAS y continúe en su puesto?

Es de suma importancia desenmascarar cualquier clase de colectivismo y denunciarlo por su inmoralidad, teniendo en cuenta que estos van a venir con chantajes emocionales y románticos, pretendiendo que tú, desde lo sentimental, suscribas a tu propia esclavitud.

Finalmente, recuerda que el único sistema político-jurídico-económico en el que tú puedes ser realmente libre, libre de decidir sobre tu propia vida, es el liberalismo. Ello, incluso si piensas que el liberalismo está errado, puesto que ha sido el único sistema de organización política que desde siempre defiende la libre expresión y la libertad individual. Por el contrario, y en distintos grados en cierto, el colectivismo va a pedir que tú “dediques” (sacrifiques) tu vida y la de tu familia por ese colectivo, por esa tribu. Ya queda en cada uno de nosotros si elegimos vivir o ser sirvientes de la aristocracia que dirige el colectivo.

NOTA:

SOBRE LA OBRA EN LA IMAGEN DESTACADA: Cabanel, A. (1847). El ángel caído (L’Ange déchu) [Óleo sobre lienzo]. Museo Fabre (Musée Fabre), Montpellier Francia. https://www.museefabre.fr/lange-dechu.

Gelo Wayar
Gelo Wayar

Abogado, escritor y ensayista graduado de la UPSA (Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra), con máster en Derecho Empresarial de la Universidad Austral (CABA). Coordinador Senior de SFL Bolivia y miembro fundador del movimiento político Liberales.bo.

Panelista del programa de radio “La hora liberal” emitido en Radio Oriental Fm 96.1. Codirector de “Una mirada Liberal”, programa transmitido por YouTube.

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