La peor forma de injusticia es la justicia simulada.
– Platón.
Nos encontramos en tiempos donde la democracia se presume como sinónimo de justicia, progreso y libertad. Pero ¿realmente lo es?, ¿no será, en algunos casos, apenas un disfraz elegante para que el poder abuse con legitimidad?
Democracia significa literalmente “el poder del pueblo”, y sobre el papel suena hermoso. Sin embargo, la historia está llena de pueblos que, guiados por emociones o manipulaciones, han elegido su propia ruina. Porque no todo lo que decide la mayoría es moral, justo o bueno. La mayoría también puede equivocarse. Y cuando eso ocurre sin contrapesos, el individuo –el más pequeño de todos los grupos– es el primero en asumir las consecuencias.
UNA DEMOCRACIA SIN LÍMITES SE VUELVE POPULISMO CON VOTOS
Los antiguos griegos sabían esto. Por eso distinguieron democracia de república. Mientras la primera se basa en la voluntad de las mayorías, la segunda se basa en principios: división de poderes, límites al Estado y una estructura legal que protege incluso a quien piensa distinto.
Una república auténtica necesita tres pilares que se controlen entre sí:
- Un ejecutivo que gobierne sin rebasar su poder.
- Un legislativo que represente al pueblo sin caer en el servilismo.
- Un poder judicial independiente que detenga los excesos de los otros dos.
Cuando uno de esos pilares se debilita –especialmente el judicial– lo que se abre no es una nueva etapa democrática, sino la puerta al autoritarismo.
MÉXICO 2025: ¿INSTITUCIONES FUERTES O DEMOCRACIA EN PILOTO AUTOMÁTICO?
El pasado 1 de junio, México votó en una de las elecciones más grandes de su historia. Pero el telón de fondo preocupaba: instituciones debilitadas, jueces bajo presión política, y hasta militares designados en órganos que deberían ser civiles (como el INE). Sí, militares. En un instituto que nació para blindar la democracia, ahora hay uniformes y obediencia jerárquica.
¿Qué sigue? Todo se justifica con una palabra que parece bendecir de forma absoluta: “democracia”. Hayek ya lo había advertido: “No hay mayor peligro que la ilusión de que la democracia, por sí sola, garantiza la libertad”. Y no, no lo hace, porque la democracia sin leyes, sin técnica, sin principios, es solo populismo con votos.
CUANDO EL PUEBLO NO ENTIENDE EL PODER QUE CEDE
¿Por qué tantos no reaccionan? Porque hemos confundido democracia con bondad. Porque no nos enseñaron a cuestionar. Porque si algo es “votado”, creemos que es legítimo. Aunque, la historia nos grita lo contrario.
Stalin, Hitler y Chávez fueron electos democráticamente. No obstante, ninguno de ellos entregó el poder voluntariamente. Todos, una vez arriba, se encargaron de destruir los límites que los podían frenar.
LAS ADVERTENCIAS IGNORADAS
Los cubanos advirtieron a los venezolanos: “Esto suena igual”. Los venezolanos nos advirtieron a los mexicanos: “Esto ya lo vivimos”. Pero muchos mexicanos dijeron: “Aquí no pasa. Somos diferentes. Somos vecinos de los Estados Unidos”. A la fecha, más de 7 millones de venezolanos han huido de su país, según la ACNUR, y la línea de pobreza extrema incrementó un 11,5% de 2023 a 2024 de acuerdo con la última Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida (ENCOVI). Por otra parte, en Cuba, el salario promedio es de 20 dólares al mes; además, miles de cubanos cruzan México cada año para alcanzar lo que aquí despreciamos: LIBERTAD ECONÓMICA.
Paradójicamente, los que huyen del “imperialismo”, anhelen vivir en el imperio. No es la tierra: es la libertad.
EL PRECIO DE LA INDIFERENCIA
Nos enseñaron a no hablar de política. Sin embargo, la política decide tu salario, tu seguridad, tu libertad de expresión, tu derecho a emprender o incluso a disentir. La política que ignoras hoy es la que mañana te impedirá opinar.
Por eso, este no es un llamado ideológico: es un llamado ciudadano. Porque sin ciudadanos informados, la democracia se vuelve un simulacro. Y sin ciudadanía activa, hasta las mejores constituciones son letra muerta.
CONCLUSIÓN: CUANDO EL CIUDADANO DESPIERTA, EL TIRANO TIEMBLA
Las libertades se construyen lento, pero se pierden rápido. A veces en un sexenio, a veces en una sola elección. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos conciencia, memoria histórica y una buena dosis de coraje cívico. Porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Como decía Thomas Sowell: “Cuando la libertad se pierde en nombre de la democracia, el último bastión es el ciudadano valiente”.
No calles. No ignores. No delegues tu poder sin exigir límites. Porque cuando el pueblo se adormece, el autoritarismo se profesionaliza. Y cuando ya no quede nadie que pueda decir “no”, será demasiado tarde para despertar.
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