En Colombia, mucha gente ha tomado un veneno mental: que para cumplir sus sueños primero hay que destruir los de los demás. Que el lucro es un pecado, que las empresas son fábricas de injusticia, que el empresario es un monstruo y que el trabajador es un esclavo pobre que necesita un salvador. Es la mentira perfecta para fabricar ovejas asustadas.

Veamos, tomando de referencia la siguiente historia:

Un carpintero se despierta, besa a su esposa y sale a trabajar. En el camino recuerda que dejó dos sierras en casa. Así que vuelve. De regreso a casa piensa en hacerle un regalo: un espejo, un baúl, algo que le arranque una sonrisa. Al entrar a casa, escucha ruidos en la habitación. Abre la puerta y encuentra a su mujer desnuda, en su cama, con el carnicero.

Ella, al verse descubierta, despacha al carnicero y se arrodilla desnuda ante su marido:

—Cariño, no es lo que parece. Fue un momento de debilidad, me sentía mal. Él tocó mi cuerpo, pero solo tú has tocado mi alma. Por favor, créeme. Yo te amo a ti.

El carpintero sabe perfectamente lo que vio. Pero las palabras son dulces, casi hipnóticas. Piensa: todos fallamos, quizás merece otra oportunidad. Suspira y dice:

—Está bien, yo te amo a ti.

Y vuelve a la cama con ella. Eligió creer la mentira de las palabras antes que la verdad de sus ojos… y eso es lo que hacemos todos los días en este país.

La prensa, las redes sociales, incluso tus amigos y tu familia repiten como loros: “El lucro es inmoral. Las empresas son anti-derechos. Los empresarios son monstruos. Los trabajadores son víctimas”. Y tú, como el carpintero, asientes, porque suena bien.

Pero ¿qué ves realmente? Ves que el lucro es la recompensa por hacer las cosas bien, por crear valor, por mejorarle la vida a otros. Que el empresario arriesga su dinero, su tiempo, su salud y su tranquilidad para levantar algo que no existía. Que donde llega una empresa, sube la prosperidad, aparecen empleos, circula dinero, mejora la calidad de vida. Ves que los trabajadores no son esclavos, sino protagonistas de su propia historia. Que vamos a trabajar no para ser víctimas eternas, sino para construir nuestros sueños y darle un futuro mejor a quienes amamos. Que no necesitamos que nadie nos “salve”, solo que no nos estorben.

Pero preferimos creer la mentira. Esa que te vende el político que jamás ha pagado una nómina, que vive de tu trabajo y de tus impuestos, y que te promete protección a cambio de obediencia. Como todo buen estafador, sabe que si logra que odies al que produce, él puede quedarse con todo.

El capitalismo de verdad (no el de amigotes que viven pegados a la teta del Estado) es el que construye gente común: el que innova, arriesga, vende, compra, gana y pierde con su propio dinero. Es el único sistema que ha sacado a miles de millones de la miseria. Y, aun así, lo demonizamos mientras le rendimos pleitesía al burócrata que no ha creado ni un tornillo.

El obrero que odia a su jefe olvida que sin él no habría taller. El cliente que odia a la empresa olvida que sin ella no habría producto. Y el político que promete defenderte, es el mismo que primero te puso en peligro.

Así que decide: ¿Serás como el carpintero, abrazando las mentiras dulces que te cuentan, aunque te jodan la vida?, ¿o abrirás los ojos, aceptarás la verdad incómoda y vivirás como un adulto que no espera salvadores? Porque si no lo haces, un día despertarás y descubrirás que ese “protector” que decías amar… lleva años acostándose con tu libertad, con tu bolsillo y con tu futuro.

Jair Viana
Jair Viana

Director de Investigación de LIBERTANK. Analista económico y financiero, y columnista para varios medios con estudios especializados en políticas públicas, crecimiento económico y estabilidad. Amplia experiencia en gestión de activos, planificación financiera y macroeconometría.

Artículos: 57

Actualizaciones del boletín

Introduce tu dirección de correo electrónico para suscribirte a nuestro boletín