La cultura de la cancelación como el mejor sinónimo de censura

No sé qué piensan ustedes, pero yo estoy harto de este tema

No bastaba ya con tener que lidiar en redes sociales con insultos innecesarios y posturas radicales basadas en fanatismos carentes de argumentos, y de repente, cuando menos lo esperaba, surgía una nueva moda que tomó auge rápidamente y se apoderó de todo este lodazal que algunos llaman internet.

Reflexionando sobre el tema concluyo que esto no es resultado de un “de repente”; desde hace años se nos viene imponiendo una narrativa que en ocasiones no solo resulta anticientífica e irracional, sino que también se muestra como una lucha desmedida a la libertad opinión, a la crítica y a la oportunidad de disentir.  Sí hoy no se adhiere al discurso progresista rancio, a la ideología de género y a otros clichés del monologo que todos conocemos y que hemos dejado se imponga como dogma en el ideario nacional.

Aclaro que mi problema no es con la comunidad lgbti+, los sindicatos, el feminismo radical o los colectivos de la izquierda más rancia que anda por ahí, mi problema claramente  va con la arbitrariedad con la que estos sectores pretenden imponer una verdad construida bajo el resentimiento, mientras que a su vez materializan una cacería de brujas que pretende silenciar a quien no comparte su discurso –o algunos apartes del mismo-. He aprendido a lidiar con esos sectores y con sus discursos de odio, pero con lo que todavía no aprendo a lidiar es con esa corrección política que resulta un símil de censura y que curiosamente parece solo aplicar (a raja tabla) a quienes no compartimos las políticas identitarias que cada día son más y más recurrentes.

Tiempos pasados

Recuerdo con nostalgia aquellos años en los que se podía opinar sin temor a nada; eran menesteres de esa época recibir insultos a montón por parte de un interlocutor energúmeno que de una mentada de madre no se bajaba, pero hasta ahí, insultos van y vienen pero poco más. Ahora todo eso quedó en el pasado y la realidad nos dice que hay adaptarnos a unas nuevas reglas de juego, unas reglas sustentadas en la censura, censura que a su vez se ve legitimada en la más asquerosa intolerancia que no admite un punto de vista diferente y que juzga sin piedad al que se atreva a contradecir su libreto que bien memorizado tienen.

Yo, quien escribe estas líneas, no pretende de ninguna manera mostrarse distinto o superior a los demás. Obviamente en momentos de calentura yo me he revolcado en el lodazal de los insultos y el sarcasmo más barriobajero que pueda existir, pero ni aun en esos años de juventud desenfrenada apelaba a la censura como hoy se hace sin ningún tipo de resquemor.  En pleno siglo XXI donde la virtualidad y el contexto de la pandemia parecen sustituir el contacto físico y la interacción que tenemos con los demás, los sectores más radicales han logrado permear en las directivas de redes sociales como Twitter y Facebook las cuales han venido siendo señaladas por eso, por censurar a quien no adhiere al discurso progresista que parece expandirse de manera desenfrenada.

No hay que dar por nimio esto que pasa y por el contrario hay que darle toda la atención que se pueda, es más, no solo hay que darle atención sino también reflexionar sobre todo esto. La cacería de brujas que sufre hoy el que disiente sobrepasa los calificativos de fascista, opresor, machista u homofóbico; ahora a quien opina diferente se le persigue en su trabajo y se le pide al jefe que lo despida, también se va a las universidades y se le expone ante sus compañeros como un ser despreciable, en otras palabras, se le pretende dejar sin oportunidades sin importar los efectos colaterales que esto pueda tener en la familia del que quiso ejercer su pensamiento crítico.

Yo como libertario me rehusó a creer que esta realidad sea la que mis hijos deban sortear. Me resisto a conformarme con que nosotros, los que no nos comemos el cuentico del panfleto progresista –comunismo ligth– permitamos que nos pisoteen nuestro derecho a la libre expresión y a la crítica mientras vemos despavoridos como a otros se les pasa por encima. Yo, yo me niego a resignarme y espero que asumamos con gallardía esta batalla, batalla contra la censura, el totalitarismo en redes y la corrección política sesgada y amañada a favor de cierto bando.

Nota

El presente articulo comparte la linea editorial de El Bastión. Este, fue escrito por Sergio Torres; Padre, Hijo, esposo, hermano y amigo. Estudiante de derecho (9 semestre), orientador laboral, columnista en medios de comunicación alternativos y fiel defensor de las ideas que considero correctas.

SergioTorres
SergioTorres

Padre, Hijo, esposo, hermano y amigo. Estudiante de derecho (9 semestre), orientador laboral, columnista en medios de comunicación alternativos y fiel defensor de las ideas que considero correctas.

Artículos: 15