En los últimos años se ha percibido una disminución mayúscula de la imagen de la Policía Nacional Colombiana. Por eso el día de hoy, les presentaremos razones de la crisis institucional que vive; y razones para no igualarla a un cuerpo civil armado realmente violento.
LA POLICÍA NACIONAL EN LA MIRA DE LA CIUDADANÍA
Desde épocas inmemorables, los cuerpos civiles armados de muchos países en el mundo han sido objeto de desconfianza ciudadana. Todo ello, debido a ser la primera línea de acción de medidas impopulares que acarrean al control de la población desde la cotidianidad de su hogar, hasta su relación en grupos sociales y colectivos.
En nuestro país –Colombia– se presenta el caso: decenas de gobiernos muy distintos a lo largo de su corta historia post-hispánica, un Estado caracterizado por el desorden institucional en todas sus esferas y la corrupción como detonante de descontentos sociales, un caldo ideal para cocinar manifestaciones sociales, delincuencia y demás problemas homónimos del Cono Sur de América.
En los últimos veinte años, los ciudadanos colombianos han ejercido una colectivización y manifestación constante contra políticas públicas ineficaces, corrupción en la administración pública y mucha desinformación promovida por diversos partidos y movimientos políticos. Seguido a toda una dinámica de movilización social constante se encuentra su contraparte natural: La Policía, desde su presentación habitual hasta el escuadrón antidisturbios. Las confrontaciones presentadas han generado una especie de rivalidad y odio hacia una institución que cumple la función de preservar el orden público.
CRÍTICA POLÍTICA A LA POLICÍA NACIONAL
Desde los sectores políticos denominados como de izquierda, se ha promovido un desprestigio a la Policía Nacional que la caracteriza como altamente violenta, quebrantadora de derechos humanos, corrupta y demás adjetivos. Pero lo cierto es que la Policía Nacional Colombiana como una institución de un intento de Estado de bienestar; está caracterizada por su moderación en el uso de la fuerza. Ello representado en los estrictos protocolos para el uso de armas letales y no letales ante delincuentes y contraventores; además de la extensa capacitación en DDHH en la formación de oficiales y suboficiales.
Los movimientos y partidos políticos izquierdistas han tildado los casos de violencia policial como problemas de un modelo de Estado precedido por políticas públicas de “derecha”, fomentando un discurso político falso e irrespetuoso para las miles de personas que prestan servicio a la institución.
El desafortunado caso de la muerte del joven Dylan Cruz en manifestaciones sociales del pasado noviembre de 2019 en la ciudad de Bogotá, se ha convertido en todo un símbolo para proponer el desmonte de la Policía Nacional Colombiana. El ejemplo homónimo es la muerte del ciudadano estadounidense George Floyd a manos de un policía del Estado de Carolina del Norte; como un homicidio no intencional en el uso desbordado de la fuerza, denominado por algunos como un crimen de odio debido a la diferencia racial de los involucrados.
CUERPOS POLICIVOS REALMENTE VIOLENTOS
A lo largo de la historia contemporánea; son muchos los ejemplos de instituciones de policía que se han destacado de forma negativa por el uso de la fuerza desproporcionada, la violación sistemática de derechos humanos y hasta la práctica de delitos de lesa humanidad. La Policía Secreta Rusa denominada Checa, el Servicio Secreto del Tercer Reich en Alemania, la Policía Militar en Cuba, la Policía Militar de China, la policía en épocas del dictador Franco en España, la policía en épocas del dictador Pinochet en Chile, la policía en épocas de las dictaduras peronistas en Argentina, la Policía Militar en la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, entre otras, son modelos de cuerpos policivos realmente violentos y adheridos a Estados absolutistas.
Adicional a las instituciones mencionadas, la policía en algunos Estados de los EEUU, la Policía Militar brasilera –mundialmente referenciada por largometrajes como Ciudad de Dios y Tropa de Élite–, y La Policía Israelí, son algunos de ejemplos de entidades que requieren revisión interna en la moderación de sus protocolos operativos. Por ende, son objeto constante de imágenes de uso de fuerza desproporcionada.
PRÁCTICAS Y MODUS OPERANDI EN INSTITUCIONES POLICIVAS VIOLENTAS
Ejecución de actividades bajo reserva
En nuestro país la reserva de la operación policial ha sido reducida desde la liquidación del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), institución plagada de múltiples escándalos de irregularidades de todo tipo y que utilizaban un modus operandi secreto en sus actividades. Tanto, que en la actualidad se permite abiertamente la grabación de procedimientos policivos y la reserva se ha mantenido para la policía judicial, CTI, en el marco de investigaciones amparadas por la Fiscalía General de la Nación.
Tortura
En Colombia son pocos los casos aislados de práctica de tortura por parte de la Policía Nacional, e incluso la protección al delincuente y contraventor es indudable. Lo anterior, características de un Estado garantista de los DDHH.
Espionaje
En nuestro país este acápite trae consigno diversos recuerdos en la ciudadanía como un episodio bastante desafortunado; por parte del antiguo DAS. Pero debe recordarse que el espionaje es una antigua práctica usada por los dirigentes para garantizar la seguridad nacional, y en nuestro país nunca se ha practicado de forma masiva; sino como casos aislados que fueron judicializados en su momento.
Débiles protocolos de protección a detenidos y judicializados
En Colombia, luego de la implementación del Sistema Penal Acusatorio, ha sido la protección al detenido y judicializado, protagonista del mismo, siendo el causante de numerosos titulares periodísticos a diario por la falla en el mínimo procedimiento policivo. Por ello se tiene a un agente policial en desventaja frente al artífice de delitos; y faltas contra el orden público.
UN PROBLEMA SOCIAL COMPLEJO
Los episodios de violencia en la confrontación de agentes de la policía con manifestantes, son un reflejo del producto del roce entre ciudadanos y un cuerpo civil armado en el escenario de un grupo que pretende hacerse sentir, versus un grupo que debe preservar la tranquilidad en las urbes y zonas suburbanas. Esto, alimentado en gran medida por el irrespeto histórico del ciudadano colombiano común hacia las instituciones y la ley, hecho que se evidencia en la absurda necesidad de regular lo mínimo para mantener un orden.
La desconfianza hacía el papel de la autoridad en la moderación de la interacción ciudadana, es un problema genérico que se encuentran en un Estado de diseño e implementación de políticas de alto contenido social o no, y no debe ser atribuido a un espectro político.
CONCLUSIÓN
Se hace un llamado a adquirir responsabilidad ciudadana individual en el respeto de las instituciones, a promover la cultura de la legalidad y realizar manifestaciones de inconformidad de forma pacífica, sea desde una vía pública o desde una red social. No se pueden seguir atribuyendo culpas a instituciones conformadas por colombianos comunes y corrientes, en medio de un Estado absolutamente garantista y lejano del autoritarismo. Este último, el mayor ingrediente de la violencia policial en la reciente historia universal.
Se reconoce la necesidad de mejora en la disminución de corrupción de la Policía Nacional, así como la mayoría de las instituciones gubernamentales. Y en contrapartida, se desconocen los problemas institucionales de la Policía Nacional como una atribución de un espectro político específico, una afirmación a vox populi patrocinada por políticos populistas; que buscan capitalizar votos desde la crítica del establecimiento, y sin ninguna propuesta concreta y viable para su mejoría.