Este último año hemos asistido a un espectáculo sin precedentes que ha paralizado nuestras vida de manera súbita. Nunca un evento de semejante magnitud nos había unido (aparentemente) en la búsqueda de una salida común, y tampoco nos había separado tan radicalmente de los otros y de nosotros mismos. Ha sido un año lleno de situaciones extrañas y de eventos simultáneos e impactantes que apenas logramos digerir, debido al acelerado desenlace que ha supuesto el hecho de que cada vez estamos más interconectados.
Sabemos –o podemos saber, si indagamos– en tiempo real lo que pasa en cualquier lugar del planeta con solo un clic o un toque en la pantalla de nuestros móviles. “Tenemos la Biblioteca de Alejandría y todo el conocimiento acumulado de la especie en nuestra mano”, ha dicho el maestro Antonio Escohotado, siempre tan devoto a la curiosidad como chispa del saber y, sin embargo, cada vez parece, paradójicamente, que menos entendemos, sabemos y conocemos incluso el mundo inmediato que nos rodea.
Esto no está de más recordarlo, aunque parezca ya epíteto de cajón cuando se habla de la comunicación en nuestras sociedades hiperconectadas. En la sociedad en red, las comunicaciones y los flujos informáticos no se detienen y eso es un proceso irreversible al cual vamos a estar expuestos en adelante. Por ello, conviene entender la manera en que los medios de comunicación hegemónicos, hoy inmersos en las redes sociales virtuales de manera plena, ejercen sobre nuestra conciencia y salud mental.
Lo que sigue es un intento de exponer de qué manera los medios de comunicación están jugando deliberadamente con nuestra percepción y nuestra salud mental, de forma tal que, logra hacernos creer aquello que no es más que una simple imagen-texto sintética, pues, como resaltaba Jean Baudrillard, los dispositivos audiovisuales informacionales y comunicaciones simulan artificialmente la realidad en tanto que eliminan el evento real. Para esto me he basado en el ya todo un clásico del estudio de las dinámicas que unen la política y la comunicación. Hablo de Comunicación y poder (2009, en su publicación original), del prestigioso sociólogo catalán Manuel Castells.
LA MANIPULACIÓN SUCIA E INTENCIONAL DE LAS CREENCIAS
No quiero hacer un repaso por todas las veces en las que hemos sido manipulados de manera descarada por los medios de comunicación; de sobra lo sabrá el lector que, asumo, también trata de estar informado de lo que sucede a su alrededor y en el mundo.
La cuestión va más allá de una simple línea editorial o de la naturaleza de la replicación de la información que es publicada y sustentada por los espectadores. Se trata de imponer un relato a toda costa, sin escrúpulos, sin ningún tipo de preocupación social y de manera permanente, al menos hasta que venga otro y quiera imponerse, quizá sirviéndose de las mismas tácticas. En nuestra salud mental, como se verá, tiene un impacto perjudicial.
Los fundamentos básicos que forman la opinión pública –y publicada– son las predisposiciones de los grupos, los valores y los intereses materiales personales. No obstante, hay que decir que son los valores y las predisposiciones de los grupos los que inciden de manera significativa sobre la opinión política de las personas, grupos alrededor de una ideología o partidos políticos.
Sabemos que en el juego de la política –hoy política mediática–; los conflictos entre nuestras emociones y cogniciones se zanjan en que predomina la primera y las personas tienden a creer lo que quieren creen. Esto parece tautológico, pero se ha demostrado que las personas tienden a ser más críticas a la hora de evaluar aquellos hechos o datos que contradicen sus creencias, que aquellos que respaldan lo que piensa. Esto se ha venido a denominar sesgo de confirmación, que nos lleva a seleccionar aquella información que refuerza nuestras creencias entorno a algo, limitándonos en nuestras posibilidades de aprender y conocer algo más.
Así, a medida que vamos adquiriendo información que, al entenderla, vamos transformando en conocimientos, tenemos más recursos cognitivos para autorracionalizar todo aquello que apoye nuestras interpretaciones erróneas inducidas por nuestras emociones. Ejemplos de esto hay demasiados, pero me causa cierta conmoción lo que acabamos de presenciar en las elecciones del 03 de noviembre en Los Estados Unidos.
La campaña mediática de desprestigio en contra de Donald Trump ha sido omnipresente en todos los medios de comunicación relevantes, al menos en Occidente. Toda una serie de artimañas rastreras se han desplegado para asentar un relato distorsionado en exceso sobre las pretensiones y gestión de Trump, y que tienen como objetivo jugar con las emociones de todos, pero particularmente con las del público del país del Norte. Con esto no pretendo defender al actual mandatario, pues no se acerca a la filosofía política y ética que defiendo, pero sí para constatar una forma actual en la que se usan las estrategias de la política mediática no sólo para desinformar y fabricar otra verdad direccionada que se impone («posverdad»), sino para señalar sobre todo la forma en que con ello nuestra percepción y entendimiento son violentamente atacados.
Lo que se ha hecho con Trump es paradigmático no sólo por la intensidad ejecutada y las estrategias que se han usado (o porque se trata de la política de Los Estados Unidos), sino por la aplicación racional e instrumental de los resultados de las investigaciones psicológicas y de las Ciencias Políticas que se han realizado en torno a la forma como en la realidad nos comportamos a la hora de tomar decisiones políticas.
Es sabido que para las emociones conflictivas, los medios de comunicación son expertos en fomentar y aumentan simultáneamente la atención hacia determinada información, al tiempo que disminuyen la percepción de informaciones nuevas o contradictorias. En este caso, algo típico que se notó es que estas cadenas informativas y comunicativas saben muy bien que los valores moldean, con más frecuencia sus intereses, las decisiones de las personas.
Y eso es precisamente lo que hacen medios progresistas y malintencionados como CNN, donde la figura de Trump representa el fascismo que va a acabar con las instituciones democráticas y la vida civil de los estadounidenses. Todo un exabrupto, pese a que una forma de populismo de corte patriótico sí es observable en Trump ¿Pero fascismo? ¿Seguimos en los años 30’s? En la mente de algunos parece que sí. No hay más que ver a personajes como Jim Acosta, odiador profesional de Donald Trump. Deberían darle un premio por esa vehemencia con la que hace el trabajo sucio.
Los aportes de la Psicología y las Ciencias Política son claros: como la gente ve sus políticas y valores a través de los ojos del candidato (y, en menor medida, su partido), actuarán en función de sus sentimientos positivos o negativos hacia él. Y como el trabajo mediático ya está hecho –la distorsión de las características y la demonización del otro que es preciso sacar–, la gente apoya y vota al candidato que los medios de comunicación asocian y presentan provocando sentimientos «adecuados» (o positivos) y no al que esgrime los mejores argumentos. Y se pregunta uno ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nuestra percepción es tan fácilmente manipulada? ¿Qué implicaciones tiene esto para nuestra salud mental?
A continuación expongo las estrategias utilizadas. Varias de ellas con sus términos de uso común en el mundo angloparlante y que conviene nos familiaricemos con ellas.
LAS ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN DE LA POLÍTICA MEDIÁTICA
Como señala (Castells, 2012), durante el proceso de relación entre los medios y las personas a lo largo de la emisión y recepción de noticias sobre las que los ciudadanos se perciben en relación con el mundo que los rodea; existen tres formas comunicativas que se emplean con discreción, pero que son determinantes en la manera como somos manipulados. A saber: el establecimiento de una agenda, la priorización y el enmarcado de nuestra mente. Empecemos por la primera.
El establecimiento de la agenda (agenda setting), como indica su nombre, logra que se conceda especial relevancia a un asunto en particular o a cierto conjunto de informaciones por parte de un medio; con la expectativa de que la gente preste mayor atención al formato y al contenido del mensaje. Esto, sin embargo, pese a ser el primer paso en la manipulación de las personas en un dirección, no es capaz de decidir cómo la gente tiene que pensar, pero sí que logra influir enormemente en lo que piensa la gente.
El ejemplo es claro cuando de la política estadounidense se trata: la agenda sistemática en relación a la cuestión racial o la gestión del Presidente de turno. Esos van a ser los temas relevantes. Empero, es importante resaltar que el cubrimiento que se le dé a un asunto, particularmente a asuntos políticos, del gobierno o el orden público, va a depender de cómo esté relacionado con la vida cotidiana de los espectadores. La agenda la proponen los medios y de ahí se van a priorizar ciertos temas.
Dentro del contenido de las noticias se sugiere a la audiencia que debe utilizar un determinado asunto como referencia para evaluar la actuación de ciertos líderes, gobiernos y situaciones relevantes. Se trata de un ejercicio de priorización (priming) donde se hace hincapié en ciertos aspectos que es preciso destacar de manera insistente. Así, con esto, determinadas narrativas de ciertos asuntos se expanden para influir en la opinión y la actitud sobre otros asuntos. Cuanto más se hable de un tema de determinada manera (insultos, descalificaciones o cualquier encono al tratarlo), con más facilidad las personas se basarán en la información presentada para realizar sus evaluaciones o interpretaciones políticas.
Hasta este punto las estrategias que se usan no parecen nada nuevas y entran dentro de lo que cabe esperar del accionar de los medios de comunicación. Pero no es todo ¿Qué pasa cuando los medios, conectando plenamente con nuestra mente, logran alterar sustancialmente nuestra percepción, al punto de que no diferenciamos entre las imágenes-texto sintéticas –las simulaciones– y lo real? A esto se le ha denominado proceso de enmarcado (framing) y la consecución de sus objetivos es determinante en la manera en cómo nos relacionamos con los otros y con el mundo.
El enmarcado de nuestra mente intenta relacionar el formato y el contenido de los mensajes que nos presentan con las redes neuronales que soportan nuestra mente y nuestras emociones; consiste, en esencia, en seleccionar y resaltar algunos aspectos de acontecimientos o asuntos estableciendo relaciones entre ellos con el fin de inducir a una determinada evaluación, interpretación o solución.
Una forma ha sido vincular las ideas, principios y valores de los Demócratas con las que van en sintonía y compromiso con el progreso de la humanidad, de manera tal que se ha logrado enmarcar ese contenido en un continente que lo significa, con lo cual, sólo resta presentar todo lo que se le oponga como el mal, el retroceso y la barbarie. Así las cosas, han conseguido orientar nuestros juicios en una dirección precisa y nos han enemistado y polarizado, jugando con nuestra susceptibilidad de evaluar la realidad con esquemas dicotómicos absolutos de buenos y malos.
La clave del enmarcado está en que deja vacíos de información que la mente llena con sus esquemas preconcebidos, con lo que los prejuicios van a tender a actuar; si no hay contramarcos, la mente se inclina por aquello que le sugiere que es lo que sucede. No hay posibilidad de pensamiento y acción en contra y estaríamos vulnerables, solos, a merced de lo que nos muestran.
Predeterminar y teledirigir los efectos –y los afectos– que tendrá dicho formato y contenido del mensaje encuadrándolo con la mente de los espectadores, es importante porque explota –y esto es quizá lo más significativo– nuestro sesgo de disponibilidad, un error del razonamiento responsable de la manera en que creemos que suceden determinados acontecimientos relevantes o impactantes.
La heurística o sesgo de disponibilidad, en palabras del psicólogo Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía 2002) y de Amos Tversky (1973); entiende que las personas calculan la probabilidad de un acontecimiento o la frecuencia de una clase de cosas en función de la facilidad con la que le vienen a la mente ejemplos. Por eso, los sucesos frecuentes —o que nos presentan como frecuentes— dejan rastros más fuertes en la memoria. Esto es útil en muchos ámbitos de nuestra vida, pues nuestro razonamiento se ve nublado por la cantidad de imágenes e hipertextos que recibimos a diario.
Cuando un recuerdo ocupa un lugar destacado por razones diferentes a su frecuencia (porque es vívido, reciente, sangriento, distintivo o triste), las personas sobreestimarán la probabilidad con la que ocurre en el mundo. Esto lo vemos, por ejemplo, cuando nos presentan desastres naturales que los medios suelen asociar al cambio climático, con el fin inducir en nosotros una manera de interpretarlo que apunte a generar preocupación y conciencia. Como la información se repite y se repite –ha creado un marco en nuestra mente que reacciona–, fácilmente vamos a creer que aquello sucede con frecuencia en todas las latitudes, aunque se trate de un evento aislado.
Asimismo, otro ejemplo que me parece relevante exponer es el problema con el relato feminista que fomentan los medios de comunicación de corte más progresista, cuando, en clave victimista, tratan las situaciones de violencia contra la mujer o las violaciones. La explotación del sesgo de disponibilidad se presenta acá cuando medios de comunicación e información que usas para informarte; te están presentando todo el tiempo imágenes de mujeres que son atacadas y violadas por su parejas u otros. La consecuencia lógica es que sobreestimes las posibilidades de que eso pueda pasarte a ti (y así desprecies el hecho de que se trata de la excepción y no de la regla en sociedad) en la vía pública, y con ello no quieras salir y llevar tu vida normal. Te vas a llenar de miedo y vas a desconfiar de cualquier hombre; estás al borde de la paranoia y con ello han manipulado tu forma de percibir y entender lo que sucede.
EN DEFINITIVA
He expuesto las estrategias y no pretendo seguir más con ello. Sobre las tecnologías de la comunicación y la información se ha escrito en demasía y mi objetivo ha sido el de ilustrar la manera en que estamos razonando en función de lo que quieren hacernos creer que es lo real.
Me parece preocupante, pues estamos expuestos día y noche a la información que nos trasmiten. Mi recomendación, como ya seguro les habrán dicho, es desconectarse un poco con el fin de desintoxicarse, como hoy se le llama a la sobresaturación de información en nuestras cabezas, en aras de mantener nuestra cordura y salud mental, porque la guerra del psicopoder teleinformativo es ubicua y apabullante, y somos nosotros quienes legitimamos el mundo-imagen sintético –la simulación– que nos presentan.
Lo mejor que podemos hacer para informarnos mesuradamente, evitar los sesgos y los errores de razonamiento inducidos por las estrategias de comunicación; es buscar a personas expertas –o que conocen mejor; dialogar en tiempo real con ellas sobre lo que no entendemos– e investigaciones indexadas sobre los temas que nos interesan; buscar comunicadores honestos que dejen las fuentes de la información que trasmiten y su interés por la misma sea (aparentemente) descomprometido y lo más imparcial posible; y evitar consumir en lo posible medios hegemónicos que tengan una clara tendencia ideológica para promocionar ciertos temas y callar otros.
No está de más recordar que la lógica de los medios de comunicación e información es diferente a la que opera en las redes sociales. En estas últimas es posible escapar e informarse de una forma más veraz (aunque limitada); y es posible también contrastar e indagar a fondo, pese que hoy las plataformas de redes sociales ya no son espacios para socializar informándonos mutuamente y ejercer la libre expresión, sino que se han convertido en foros editoriales que deciden lo que puede y lo que no ser dicho. Además, contamos con que buena parte de esos Medios de Comunicación del Establecimiento ya se posicionan cada vez más en redes y buscan recuperar la hegemonía que en el siglo pasado era plena.
Siendo esto así, depende de nosotros, pues ellos, los medios, a su vez dependen de nuestra mirada y de qué tanto seguimos su línea. En un mundo donde paradójicamente estamos más aislados y se nos atribuyen más responsabilidades sociales, nuestro papel va a consistir en cuestionar los relatos que se quieren imponer como verdades inamovibles, para así operar conscientemente sobre la realidad simulada que nos han condenado a vivir.
REFERENCIAS
- Castells, M. (2012). Comunicación y poder (1era ed.). (M. Hernández, Trad.) CDMX, México: Siglo XXI Editores, S.A. de C.V.
- Tversky, A., & Kahneman, D. (1973). «Availability: A heuristic for judging frequency and probability». Cognitive Psychology, 5(2), págs. 207-232.