Volviendo al tema que tantos debates ha ocasionado últimamente, creo que hay que tratar un aspecto muy importante para entender qué está ocurriendo.
Las libertades individuales, tales como libertad de expresión, religiosa, de enseñanza y de asociación; no fueron concebidas primero in-abstracto y luego plasmadas in-concreto. Surgieron de una circunstancia histórica en la que había un consenso generalizado, tácito pero muy básico como horizonte cultural, donde casi todos –excepto los criminales– asumían el respeto mutuo de formas de vida y de pensar diferentes, y que el sujeto de derechos era cada persona en particular o asociada libremente con otras[1]. Ese fue el contexto fundacional de los EEUU, donde miles de inmigrantes católicos, protestantes, judíos y librepensadores; huyeron de una Europa enloquecida para vivir en paz bajo el contexto del common law. Es lo que antiguamente era la concordia civil (Ver el artículo de ámbito.com | EEUU: ¿La democracia más antigua del mundo?; por Mauricio Vázquez y Lucila Vespali Sutera).
No lo sabían, pero de ese modo fundaron las bases de lo que iba a ser la Declaración de Independencia, la Constitución Federal y la Declaración de Derechos. En ese momento sí que se entendía lo que quería decir free speech, más allá de la dicotomía privado/público. Era un consenso cultural de respeto al “disidente”, esto es, al que tiene otra cosmovisión. Por supuesto, todos sabemos del “barro de la Historia”: ese pacto comenzó mal, con el tema de la esclavitud, que seguimos pagando hasta hoy.
Ese tipo de pacto político liberal clásico se corta cuando un grupo asume el monopolio de la Nación, el Estado, la raza superior o la clase explotada contra la clase explotadora. En todos esos casos, la convivencia con “el otro” es imposible, porque el otro es precisamente el que no permite la convivencia entre “los justos”. Esos son los colectivismos ontológicos que impiden una sociedad libre. Los “colectivos explotados” por definición no pueden admitir la convivencia con el explotador. Es una lucha sin cuartel donde el explotador debe ser eliminado.
A veces esos grupos afirman, claramente, que en ese caso las libertades de expresión y otras más ya no tienen sentido. Otras veces, como sucede actualmente, los colectivos explotados mantienen aparentemente los términos, pero el fondo cambia. Los supuestos delitos de odio y discriminación les permiten perseguir el “heteropatriarcado capitalista explotador”.
Eso es lo que ha estado pasando desde 1945 en adelante en los EEUU, a medida que esa forma de pensar se extendía. Independientemente de la dicotomía público/privado, la persecución al disidente, esto es el explotador, se intensificó. Los liberales clásicos, los conservadores, los creyentes en religiones conservadoras, fueron perdiendo gradualmente sus posiciones. Fueron sistemáticamente perseguidos, NO por un Estado, sino por las personas que creían estar en el colectivo explotado; y cuando el sistema penal incorpora los delitos de odio y discriminación, fueron perseguidos con denuncias penales consecuentes. El Estado Federal y los Estados no necesariamente –ahora sí– lo hacían. Editoriales, universidades, clubes, entre otros espacios; eran los encargados de hacerlo. Si eres el explotador, “te cancelan”; es lo que Axel Kaiser ha llamado la neo-inquisición (para mayor información al respecto, da clic AQUÍ).
Y ahora, finalmente, las Big Tech.
En este drama cultural, en el cual ya se ha perdido el pacto político originario, la dicotomía publico/privado, según Rothbard, para diagnosticar lo que sucede, ya es insuficiente. En todo Occidente, hoy, no sólo en los EEUU, los que pensamos diferente al marxismo dominante, ya no tenemos free speech como antes se lo entendía, porque hemos pasado a ser el colectivo explotador que hay que eliminar.
Si el explotado que te persigue es público o privado según lo legal, no es suficiente para entender qué está sucediendo. Lo que está sucediendo es que el pacto liberal clásico, según el cual el free speech tenía sentido, se ha cortado.
Por supuesto, bajo todo eso, la persecución moral y legal a Trump como un “White” supremacista intolerable, es la guinda del helado de último momento, pero habrá otras guindas y otros helados de igual sentido cultural.
El free speech y la libertad religiosa como se las entendía en un contexto liberal clásico, ya se perdieron. Asumámoslo: sin un nuevo pacto político originario, no existen más. Los disidentes seremos tolerados en diversos grados, con suerte: tolerados, nunca aceptados como parte de la nueva Pax Romana Biden-China-ONU, más sus socios europeos.
Como recomenzar de vuelta… Sólo Dios lo sabe.
[1] Fernando Romero Moreno siempre dice que esas libertades concretas también existían en cierta forma en Hispanoamérica (Ver RESEÑA CRÍTICA AL LIBRO LA NUEVA DERECHA, REFLEXIONES SOBRE LA REVOLUCIÓN CONSERVADORA EN LA ARGENTINA (Grupo Unión, Buenos Aires, 2020), DE FERNANDO ROMERO MORENO; por Gabriel Zanotti).
Esta entrada apareció por primera vez en el blog Filosofía para mí, de Gabriel Zanotti.
SOBRE EL AUTOR:
Gabriel Zanotti: Académico especializado en la relación entre liberalismo y catolicismo; difunde el pensamiento de la Escuela Austriaca de Economía y es autor de numerosas publicaciones. Doctor en Filosofía por la Universidad Católica Argentina, es también conferencista y profesor en universidades argentinas y de otros países. Entre otras, funge como Director Académico del Instituto Acton Argentina, organización que promueve ideas liberales dentro de la tradición católica. Zanotti es profesor invitado de la Universidad Francisco Marroquín, donde ha impartido diversos cursos, seminarios y conferencias.
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