Los golpes de pecho del concejal Galán –uno de los delfines de nuestras castas políticas criollas– son otro saludo a la bandera, que, cada cierto tiempo, estilan los políticos en nuestro país para salir de los atolladeros en los que ellos mismos se meten.
Qué curioso que algunos políticos colombianos, a los que podríamos bautizar como “nueva sangre”, acudan a la estrategia del mea culpa para expiar sus pecadillos y, de paso, lavar su ya deteriorada imagen. Pero más curioso, es que lo hagan en vísperas de los comicios de 2022. Es una estratagema de uso común entre los gamonales de nuestra política, sin importar la vertiente ideológica o el color de la bandera de su partido o movimiento.
La primera en tirarse al ruedo fue la flemática Alcaldesa Mayor de Bogotá: Claudia Nayibe López Hernández. Después de guardar reposo y aislamiento obligatorio por cuenta del COVID-19, regresó transformada tras experimentar una especie de catarsis en su lecho de enferma, proceso espiritual que la llevó a pedir perdón a los jóvenes bogotanos por no haberlos comprendido.
En este súbito arrepentimiento ¿Tendrá algo que ver el resultado de la última encuesta de Invamer sobre su favorabilidad? En el acápite de mandatarios, la Alcaldesa cedió terreno en su imagen favorable (entre el 28 de abril y el 3 de mayo del presente año) cuando se le preguntó a la ciudadanía si aprobaba o desaprobaba el manejo dado a la protesta social; de tener una imagen favorable del 57 % y una desfavorable de 40 %, pasó a 46 % de aprobación y 49 % de desaprobación.
El manejo de López Hernández a la protesta social ha sido incoherente, aspecto que por regla general no la caracteriza. Así esté equivocada, como en efecto lo ha estado en muchas de sus decisiones, sigue generalmente una línea recta, sin devaneos o contrasentidos. En esta coyuntura, se le ha visto errática, transitando entre la permisividad absoluta y el inevitable uso de la fuerza cuando la protesta deriva en vandalismo. Ella sabe que la ciudanía no perdona, máxime cuando una importante mayoría nos está sembrando la anarquía en las calles. Alcaldesa ¡Los hechos están ahí y no todos los pasamos por alto!
Para no quedarse atrás, el Concejal y excandidato a la Alcaldía Mayor de Bogotá, Carlos Fernando Galán Pachón, publicó un video en redes sociales en el que pidió perdón a los pobres en Colombia por jamás haber logrado interpretar sus dificultades, al punto de ignorarlas. Lágrimas de cocodrilo de este Exsenador por el partido político Cambio Radical, de quien se dice en los círculos del poder que allana el camino para su retiro de la política.
Desde mi modesto punto de vista, la jugada de este delfín podría entenderse como su último envión –a la usanza de los profesionales del ciclismo de ruta, tan de moda en estos días por la maglia rosa de Egan Bernal‒ con el propósito de recuperar su puesto en las lides de la política. Es un hecho que el hijo menor del candidato presidencial y senador Luis Carlos Galán Sarmiento (asesinado en Soacha por las cúpulas del narcotráfico en 1989) y su hermano Juan Manuel, han perdido protagonismo, sin lograr superar las expectativas que se tenía de ellos cuando les fueron entregadas las banderas y el ideario del “Nuevo Liberalismo”.
En este orden de ideas, los “por mi gran culpa” de López Hernández y Galán Pachón no tienen objetivo distinto al de elevar los decibeles de un mensaje, que, al hacer parte de una consciente y deliberada estrategia de comunicación, intenta impactar positivamente su imagen y carga reputacional. La idea es trascender el ruido mediático que generaron sus declaraciones etéreas y triviales, y hacerlos sujetos empáticos para con la coyuntura en la escena nacional y sus protagonistas.
Estos lamentos buscan distraer la atención de lo verdaderamente importante. El mismo efecto que, a mediados de los años 90, tuvo el “¡Mamola!” de Horacio Serpa Uribe, cuando el Congreso discutía las implicaciones del ingreso de dinero de los narcos en la campaña que llevó a Ernesto Samper Pizano a la Casa de Nariño. El particular vibrato del fallecido político santandereano, combinado con esa voz coloquial que estilaba el caudillo Jorge Eliécer Gaitán, arrancaron grandes titulares de la prensa, en tanto que los pormenores del proceso 8.000 pasaron a segundo plano, por lo menos durante una semana.
Claro que le hallo toda la razón a López Hernández y a Galán Pachón, sobre todo cuando ella afirma que no entendió el clamor de los jóvenes, y él, que no supo interpretar las necesidades de 22 millones de colombianos pobres. Y no lo digo por el hecho de que aseguren haber entrado en un plano superior de conciencia tras el frenesí de un mes entre protesta social y vandalismo.
En el caso de Claudia, opino que su culpabilidad trasciende en el tiempo, como quiera que –desde su aparición en la vida pública ligada al movimiento estudiantil de la Séptima Papeleta, en su paso por el Congreso a partir de 2014 y ahora como Alcaldesa Mayor de Bogotá‒ muy poco ha hecho por la juventud colombiana, la misma que la catapultó en su carrera política. Sobre el mea culpa de Carlos Fernando es, a mi juicio, la voz de una conciencia negra, como quiera que, en su paso por el Congreso durante el período legislativo 2014-2018, se dedicó a todo, menos a impulsar leyes para frenar los índices de pobreza en el país; ni se diga de su actual rol en el Concejo capitalino sobre estas materias.
Con razón, cuando un periodista le preguntó a Louis Dumur qué pensaba sobre la política, el dramaturgo, novelista y poeta francés del siglo XIX, dijo sin inmutarse: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”.
SOBRE EL AUTOR:
José Obdulio Espejo Muñoz: Comunicador Social y Periodista de la Universidad Central, con Especialización en Derecho Internacional de Conflictos Armados de la Universidad Externado de Colombia. Oficial en retiro del Cuerpo Logístico del Ejército Nacional. Columnista en distintos medios.
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