El reclamo por que haya mayor igualdad no deja de estar vigente. Sólo con escuchar al Papa Francisco y a los políticos en campaña, o seguir a cualquier grupo de protesta o googlear la palabra, podremos comprobar su intensa popularidad. La palabra suena bien, especialmente enfrentada a su supuesta antagonista: desigualdad. Empero, la realidad es que ninguna de las dos palabras dice mucho, y ambas son, más bien, utilizadas con propósitos políticos.
El verdadero debate es entre igualdad de resultados e igualdad ante la ley. Estos son los verdaderos enemigos, como también lo son los derechos sobre los que ambas igualdades se respaldan. Mientras el reclamo por la igualdad de resultados se basa en los llamados derechos positivos o sociales, la igualdad ante la ley se basa en el respeto por los derechos negativos o individuales.
¿Ambos derechos pueden convivir? No, son opuestos. La existencia de unos anula, necesariamente, la existencia de los otros.
Los derechos negativos o individuales son tres y nada más que tres: el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad. Se los llama negativos debido a que lo único que requieren de nosotros es nuestra abstención de violarlos: no matarás, no secuestrarás, no robarás, no violarás.
La vida es nuestro derecho fundamental y el único modo que tenemos los hombres de mantenerla es produciendo nuestro propio pan. Podemos sobrevivir como caníbales o saqueando al vecino, pero si queremos convivir pacífica y racionalmente, debemos brindarnos nuestro propio sustento.
Por su parte, el derecho a la libertad significa poder llevar a cabo las acciones necesarias para vivir por nuestra cuenta. El derecho a la propiedad significa poder conservar aquello que hemos producido. Sin estos dos derechos, nuestra vida dependería de la suerte de no toparnos con alguien más fuerte, con ganas de atarnos de manos y pies, o con ganas de comerse el pan que acabamos de hornear.
La regla básica de una sociedad gobernada por el respeto a los derechos individuales es una sola: “No iniciar el uso de la fuerza contra otro”. La palabra iniciar no está resaltada por casualidad. Con el objeto de defender mi vida, libertad o propiedad, puedo responder con el uso de la fuerza; sin embargo, no puedo iniciarla.
Los derechos positivos son todos los demás –y cada vez más–: el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, a un trabajo digno, a un salario mínimo, a fútbol para todos, a un subsidio para que mi empresa pueda competir con los productos chinos, a fertilización asistida, a la asignación universal por hijo, etc., etc., etc.
A diferencia de los derechos negativos que sólo requieren abstención de violarlos, los derechos positivos requieren obligación de proveerlos. Por ejemplo, mi “derecho a una vivienda” significa que, en caso de que yo no pueda obtenerla por mis medios, alguien está obligado a entregármela.
¿Cómo asegurarse de que ese alguien cumpla? Iniciando el uso de la fuerza: “O me das una casa o te castigo”. La modalidad legal sería “O pagas tus impuestos para que pueda «regalar» casas, o vas preso”.
Un gobierno que promete “igualdad”, trabajará para lograr la igualdad de resultados y habrá optado por los derechos positivos para aplicar políticas redistributivas sin reparar en los derechos individuales. Dependerá del grado de populismo que decida llevar a cabo, el grado de violación que hará de tales derechos. No hay modo de igualar si no es sacando a unos para distribuir entre otros. Es una simple cuestión matemática. En estos sistemas, por lo tanto, la ley no se aplica a todos por igual: hay ciudadanos con derecho a recibir y ciudadanos con obligación de dar.
Al contrario, un gobierno que promete igualdad ante la ley se basará en el respeto por los derechos individuales y en la oportunidad que dicho respeto otorga a cada uno de alcanzar los objetivos propuestos con su habilidad y esfuerzo. Es un sistema que no ofrece privilegios y tampoco garantiza igualdad de resultados, solamente garantiza a todos el mismo derecho de buscar libremente lo que deseen y de conservarlo una vez ha sido conseguido.
¿Igualdad de resultados y derechos sociales, o igualdad ante la ley y derechos individuales? Nuestra elección dará por resultado dos sistemas políticos, jurídicos y económicos muy distintos.
Por esa misma razón, antes de decidir, sería conveniente repasar la historia, la cual demuestra que los países que se han apegado a un mayor respeto por los derechos individuales y por la igualdad ante la ley, han traído consigo mayor paz y prosperidad, no sólo para los más productivos, sino también para toda la población en general. En nombre de la “igualdad”, en cambio, se han establecido las tiranías más violentas, de las que aún hoy en día, hay gente arriesgando su vida para poder escapar de ellas.