NO MIRES ABAJO

Cuando era niña miraba las imágenes que ilustraban cómo sería la sociedad y las ciudades del futuro, y observaba con atención los altos edificios, tan luminosos e inalcanzablemente lejos del suelo. Me gustaba imaginar a las familias en lo alto de sus hogares reunidas al pie de la mesa disfrutando una lujosa cena, preparada por un asistente robótico porque, claro, en el futuro no habría tiempo para trivialidades como la cocina. Recuerdo que cuando miraba estas imágenes un vacío recorría mi mente, como si faltara una parte de la ecuación. Volvía a mirar las ilustraciones con detalle y, de vez en cuando, encontraba un auto volador y más IA que humanidad.

Seguramente las familias con más poder político eran aquellas en los edificios más altos, como si la altura definiera su estatus y el objetivo fuera alejarse lo más posible de la superficie. Pero, ¿qué pasa abajo? era la pregunta que causaba mi ansiedad y aquí estaba la ecuación final. Abajo, debajo de los inmensos edificios, la sociedad ocultaba su decadencia como una alfombra donde se guardaba la basura, habitada, quizás, por familias o personas que no podían costear un hogar en lo alto, ocultos tras los desperdicios de los “más ricos”. Abajo, la gran ciudad iluminada se teñía de un neón oscuro y de ojos, los ojos de los olvidados.

Así, imaginaba cómo arriba las familias miraban al vacío con desdén o pesar, o probablemente ya ni miraban, gracias a esa vieja costumbre de ignorar todo y “seguir adelante”. Quizás, de vez en cuando un niño se asomaba a la ventana y desde ahí sus pequeños ojos escrutaban la oscura soledad del fondo y, entonces, una madre aterrada gritaba “¡No mires abajo, no mires abajo!” como si no verlo lo hiciera menos real.

Charol Rayo
Charol Rayo

Cali Colombia (1997). Escritora. Licenciada en Literatura y Lengua Castellana y magister en Educación en proceso. Actriz y bailarina aficionada. Docente apasionada. Amante de las letras, el movimiento y la comida.

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