¿VIVIR SABROSO O VIVIR SIENDO LIBRES?

En la contienda electoral de este año 2022, Colombia corre uno de los más grandes riesgos de toda su historia, no solo el de caer en las manos del comunismo y/o del progresismo de extrema izquierda, sino además en la normalización cultural de la dependencia al Estado como ocurrió en Suecia, donde en un estudio realizado por el economista Assar Lindbeck, se demostró que entre el 44 y 48% de los ciudadanos de ese país consideraban aceptable recibir subsidios por enfermedad, incluso sin estar enfermos.

Podemos escuchar muchos discursos de cada uno de nuestros candidatos y nos percatamos de que todos tienen una cosa en común: el crecimiento económico y el aumento del poder adquisitivo de las familias colombianas. Por supuesto que todos queremos que nuestros conciudadanos vivan mucho mejor –sería de tontos creer lo contrario–, sin embargo, es la forma de lograr ese fin lo que nos hace tener discrepancias.

Los países más ricos y prósperos alcanzaron esa condición gracias a políticas flexibles que permitieron en gran medida, el libre desarrollo de los talentos y la responsabilidad individual. Esa fórmula de la mano del trabajo duro, la seguridad jurídica y los bajos impuestos lograron que la riqueza a nivel mundial alcanzara niveles jamás antes vistos, como lo podemos evidenciar en el Índice de Libertad Económica 2021 de The Heritage Foundation (Enlace AQUÍ) donde países como SingapurSuizaIrlanda y Noruega que se ubican en los primeros puestos en materia de utilización de estas medidas, son quienes están en los más altos puestos entre los países más desarrollados. Sin duda, las políticas de libre mercado crean un panorama más favorable para el desarrollo de las naciones y a su vez consiguen que las personas dependan cada vez más de sí mismas para alcanzar aquello que Ayn Rand llama como la finalidad de la existencia humana “la búsqueda de su propia felicidad”.

Por otra parte, la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, Francia Márquez, propone alcanzar un nivel alto de bienestar por medio de una política de transferencia monetaria (subsidios), no obstante, es necesario analizar esta política con una mayor profundidad. Es innegable que adoptando propuestas de este tipo aumentaría el gasto de la nación, ¿a qué se debe esto? El presupuesto para el programa de Ingreso Solidario en Colombia para el año 2022 es de 7,2 billones de pesos, beneficiando a un total de 4,1 millones de familias. Ahora, la propuesta del Pacto Histórico consiste en implementar un ingreso vital de COP$ 500 mil, que en sus comicios será dirigido a los adultos mayores de 60 años y madres cabeza de hogar. Según el informe Adulto mayor en Colombia de 2021 del DANE (Fuente AQUÍ), Colombia tiene una población de 6,8 millones de personas con 60 años o más que, haciendo el cálculo solo sobre la población de adultos mayores, esto nos daría un total de 17,4 billones de pesos anuales; ello es un aumento del 141% del presupuesto de Ingreso Solidario, lo que sin duda haría que el Estado tenga que conseguir mayores recursos para cumplir con el presupuesto que esta política necesita.

Lo anterior tiene dos consecuencias. La primera es que deberás, sí o sí, recurrir a las tres fuentes de financiamiento “seguras” del Estado; una de ellas es el aumento de los impuestos, la siguiente es la deuda contraída con fondos internacionales u otros países, y la última es acudir al Banco de la República para que emita más dinero de lo que la economía requiera o soporte. Cualquiera de estos tres casos traería una consecuencia común: desincentivar la inversión de nuevos capitales, tanto locales como extranjeros, debido a que el aumento de impuestos y deuda hacen que el país aumente su presión fiscal; a la postre, la emisión monetaria deriva en una inflación que vuelve al peso colombiano una moneda poco segura. En conclusión, no habría seguridad jurídica ni económica para invertir en el país.

La segunda es que se crea un panorama complicado en el ámbito social o cultural. Los subsidios estimulan en los jóvenes una dependencia del Estado, algo que podemos evidenciar en los inicios del Estado de bienestar estadounidense, cuando Franklin D. Roosevelt advirtió en su segundo discurso, luego de quedar electo presidente, lo siguiente:

Tenemos un problema humano además de económico. Las lecciones de la historia demuestran de manera concluyente que la dependencia sostenida de la ayuda estatal induce a una degradación espiritual y moral fundamentalmente destructiva para la fibra nacional.

El ser humano es egoísta por naturaleza, ¡no se alarmen!, el egoísmo per se no es malo, pues permite que el individuo realice valoraciones que le conduzcan a determinar qué es lo mejor para sí mismos; pero esa naturaleza egoísta es la que hace que tengamos incentivos para alcanzar el sustento que nos ayuda a solventar nuestras necesidades básicas, es decir, los incentivos nos ayudan a salir de nuestra zona de confort e invertir nuestro tiempo y fuerzas de manera más efectiva para que podamos avanzar como sociedad desde la individualidad y los talentos de cada uno. Cuando el gobierno se hace responsable de nuestro bienestar, limita la libertad de acción y genera una cascada de consecuencias negativas, entonces si quitamos de la ecuación esos incentivos, condenaríamos a la sociedad colombiana a ser otra más de aquellas que se conforman con las decisiones que otras personas son capaces de tomar sobre sus vidas.

Como individuos no podemos esperar que nuestras vidas estén a merced de políticos y burócratas que decidan qué es lo mejor y qué no; por eso debemos tener claro que la libertad es muy fácil de perder, pero difícil de recuperar, y queda en potestad de cada uno de nosotros tomar la decisión y elegir entre vivir sabroso o vivir siendo libres.

SOBRE EL AUTOR:

Emel Torres: Estudiante de Derecho de la Universidad Simón Bolívar (Barranquilla). Coordinador Local Senior de Students for Liberty Colombia (SFL Colombia). Escritor y conferencista.

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