Actualmente, y con el pasar de los años, la sociedad ha conseguido asentarse y obtener mejores condiciones de calidad de vida que sus antepasados. A su vez, se ha logrado tener una sociedad mayormente libre: individuos capaces de tomar sus propias decisiones basadas en sus preferencias. En razón de esto, pretender que todos tomen las mismas decisiones, a modo totalitario, convertiría a los individuos en esclavos, pues cada quien puede pensar de manera distinta y por ello diferir respecto a determinadas preferencias.
Los individuos que conforman una sociedad son mayormente libres cuanto menos interviene el Estado en sus vidas y en la toma de sus decisiones; de modo que, más intervención estatal representaría menoscabar la libertad y autonomía de cada individuo para elegir.
Hoy, Colombia vive el riesgo latente a la espera de la llegada de un nuevo gobierno nacional en cabeza de Gustavo Petro, quien en campaña basó sus propuestas disfrazadas de eufemismos en aras de un supuesto cambio para el país. Dentro de los nombres que se visibilizan para ocupar ministerios en este nuevo gobierno nos encontramos a José Antonio Ocampo, el cual se perfila como futuro Ministro de Hacienda y Crédito Público, figura que realmente no representa ningún tipo de cambio, sino continuismo, pues su trayectoria viene de mucho tiempo atrás, mezclado con el tradicionalismo político que ha administrado el país; en el Gobierno de Ernesto Samper, donde Ocampo también fungió como Ministro de Hacienda, dejó como legado para el país una inflación de 18,7%, un crecimiento del PIB de tan solo 0,6%, un desempleo del 15% y un déficit fiscal de 4,7%.
Por si fuera poco, el nuevo Ministro del “cambio” ha influido más allá de las fronteras, debido a que ha sido asesor económico de los nuevos Gobiernos de Chile y de Argentina, dirigidos por gobernantes de la misma calaña de Petro –de izquierda radical– y quienes con sus terribles políticas no han hecho más que causar crisis económicas en sus países, aumentando la inflación, la deuda y la devaluación de sus monedas nacionales.
Hoy, en Colombia estamos ante la incertidumbre, a la espera de la llegada de la peste de la miseria que por personas como Ocampo, avizoran el advenimiento de políticas que pueden causar terribles consecuencias en nuestra sociedad; de políticas que castigan la generación de riqueza, que eliminan beneficios al principal motor del desarrollo de un país (las empresas), y que quieren sostener y aumentar los impuestos por medio de una ya anunciada reforma tributaria que, sin duda alguna, será la más alta en la historia de nuestro país. Para muestra del continuismo que desde ya le caracteriza, se ha mostrado a favor de seguir cobrando el impuesto al 4×1.000 y, además, se encuentra en contra de medidas que alivian el bolsillo de los colombianos, ya que hace poco afirmó que se debe eliminar el día sin IVA, ¿sus razones? Porque “afecta a los más pobres y promueve la importación de productos que no son prioridades”; con esto, se le añade un toque totalitario a las características del nuevo Ministro del “cambio”, pues nos encontramos ante una persona que utiliza como principio el proteccionismo económico, condenando a las importaciones y con ello a la libre competencia, situaciones que no hacen más que beneficiar al consumidor –es la libre competencia lo que permite que se le ofrezcan al consumidor bienes o servicios de mayor calidad a un menor precio–. Conjuntamente, señala que productos importados no son “prioridades” para la ciudadanía.
¿Debe el Estado ahora definir las preferencias de los individuos? Con todo lo dicho, Ocampo acrecienta el temor sobre la sociedad colombiana: va en contravía de toda libertad y autonomía de los individuos para elegir aquellos productos que satisfacen sus necesidades. El mercado funciona mejor cuando el Estado interviene en la menor medida posible, porque solo así se transmite de manera correcta la información de los consumidores hacia los productores, y es el mejor modo en que estos podrán determinar y enfocarse en cuáles son las prioridades y necesidades de una sociedad.
Gustavo Petro deberá escoger entre destrozar la economía del país, o cometer un acto de traición a quienes lo eligieron como Presidente tras incumplir lo que ha propuesto y lo que buscan implementar quienes lo rodean. Dependerá de esto el futuro económico del país y, especialmente, dependerá si seguiremos siendo individuos o nos convertiremos en esclavos.