En nuestro país se ha infundido un espíritu anti-empresa ante la necesidad de encontrar culpables a todos los problemas y vicisitudes que como sociedad enfrentamos día a día. Este espíritu ha logrado permear de manera involuntaria cada acción que tomamos y es la salida fácil a los problemas complejos, pues nos evita la molestia de tomar responsabilidades y buscar alternativas. Si sucede algo que impide que podamos cumplir nuestros objetivos, en automático la culpa es de una empresa y, consecuentemente, de los empresarios avaros que se quieren quedar con nuestro dinero; si se debe hacer algo para ayudar a los desfavorecidos deben ser las empresas las que lo hagan, pues son ellas las culpables de todos los males.
Lo cierto es que el espíritu anti-empresa se ha logrado adherir a nuestros corazones porque no sabemos qué es una empresa. No daré una definición de diccionario o manual de economía, pues las palabras complejas que suenan muy bonito, pero no entiende nadie, son las que han facilitado que este espíritu se enquiste en nuestra sociedad.
Una empresa es un proyecto económico de bienestar y desarrollo social, es una idea cuya motivación inicial es el lograr obtener beneficios económicos por parte del emprendedor o empresario que realiza el esfuerzo mental y creativo, y que toma el riesgo, donde ese único camino que tiene el empresario o emprendedor para obtener esos beneficios económicos es mejorar la vida de las personas, es decir, generar bienestar y desarrollo a la sociedad. Por ejemplo, si yo inicio un restaurante de perros y hamburguesas para adueñarme de su dinero, pero resulta que cada vez que come mis perros y hamburguesas sufre un severo dolor de estómago que no le permiten pasar una buena noche, el resultado es que no tendré su dinero, por más perros y hamburguesas que quiera venderle; si no le generan un bienestar, y por el contrario, le generan un mal, el resultado es que nadie me comprará, así que no tendré beneficios económicos. La única forma de que mi empresa obtenga beneficios económicos es mejorando su vida, es decir, generando bienestar continuamente, que mis perros, hamburguesas o cualquiera que sea el producto o servicio que oferte le haga la vida mejor.
Una empresa cuyo producto o servicio no solucione un problema o facilite la vida a los demás, es una empresa condenada al fracaso. En cambio, las empresas que le mejoran la vida con bienes y servicios de mejor calidad a precios cada vez más bajos, son empresas destinadas al éxito. Una vez entendido que esos lugares dónde día a día millones de colombianos vamos a trabajar, usando nuestros conocimientos, ideas creativas y diversas facultades son la sala de parto en la cual nacen las soluciones a los problemas como la pobreza, el espíritu anti-empresa no tendrá ninguna base para quedarse en nuestros corazones.
Es por eso que organizaciones como Libertank buscan continuamente erradicar de los corazones de todos los colombianos el espíritu anti-empresa que todos llevamos dentro, pero no a partir del odio o historias ficticias, sino, a partir de la realidad, de ejemplos cotidianos y sin lenguaje técnico. De poco serviría decirle a un ciudadano de a pie que el Banco de la República activó las medidas contra-cíclicas, que el Ministerio de Hacienda y Crédito Público está incrementando la cuña fiscal o que la intervención pública en el mercado está generando efecto crowding out sobre determinada industria. Lo que sirve es decirle que las medidas del Banco Central están haciendo que sea mucho más costoso sacar un crédito para esa casa soñada o el carro con el que va a trabajar; que el aumento de los impuestos están haciendo que su salario alcance cada vez menos para comprar menos ropa, comida o servicios para usted y su familia; y que las medidas de los políticos están destruyendo empresas e impidiendo que ese emprendimiento que tiene en mente se pueda hacer realidad.
Es hora, como bien dijo Winston Churchill, de dejar de ver a las empresas como el lobo que hay que abatir o la vaca que hay que ordeñar, sino que debemos empezar a verlas como lo que realmente son, ¡el caballo que tira del carro llamado país! A ese caballo que tira de este carro en el que vamos montados todos hay que cuidarlo, velar porque transite por caminos libres de barreras y alimentarlo adecuadamente permitiendo que coma pastos saludables. Si ese caballo llamado empresas es fuerte y sano podrá tirar del carro con mucha más fuerza y llevarnos a la prosperidad mucho más rápido.
Una empresa o un empresario no es un enemigo, sino, el mayor aliado de cualquier ciudadano, pues es gracias a la tienda de doña Amparo, la carpintería de don Chucho, el bar de Checho o la carnicería de Claudia que podemos gozar de mejores condiciones hoy en comparación con el tiempo de nuestros abuelos. El espíritu anti-empresa es la mayor amenaza para una sociedad próspera y productiva, pues son las empresas –todas y cada una– las que han transformado nuestro entorno, haciéndolo mucho más amigable y seguro para nosotros y nuestras familias.
Es el momento de que medite en su corazón y se pregunte ¿Su vida sería más fácil o más difícil sin esa tienda en la esquina, la carnicería a tres cuadras y los domicilios las 24 horas? Si la respuesta es “sin las empresas mi vida sería mucho más difícil”, es tiempo de que abandone la visión de las empresas como lobos o vacas y las comience a ver y tratar como el caballo que tira del carro.
Una nación sin libertad económica, sin libertad de producir e intercambiar y sin libertad de gozar del fruto de su propio trabajo es una nación condenada a la miseria.