En redes sociales, específicamente Twitter, es común encontrar cuentas que promueven y difunden un discurso anticomunista, antisocialista y antimarxista. Si hacemos una búsqueda en dicha red social, seguramente nos toparemos con cuentas cuyo nombre evocan frases de esa tendencia o con fotos de perfil que expresan sin tapujos tales posturas.
Para los que defienden las libertades individuales a priori, parecería que esto es aceptable. ¿Qué liberal no estaría en contra del marxismo y de todo pensamiento que de él desemboca? Es más, me atrevería a decir que muchas de las personas que genuinamente abanderan la lucha por la libertad siguen tales perfiles y se enteran de lo que está aconteciendo a nivel nacional e internacional por medio de alguno de sus tuits. Sin embargo, en estas líneas quiero enfatizar en el error que muchas veces se comete: el considerar liberal a todo aquel que está en contra del comunismo, socialismo, entre otros.
En primer lugar, hay que desmenuzar la dicotomía existente en torno a la derecha y a la izquierda. A esta última, con justa razón, se le relaciona con los discursos de igualdad, justicia social y redistribución de la riqueza. En este sentido, no cabe duda de que tales narrativas son de carácter iliberal, erosionando las libertades individuales y, en un aspecto mucho más amplio, a la democracia liberal. Innegablemente, el violar la propiedad, el imponer altas tasas de impuestos y asfixiar a la iniciativa privada van en contra de los principios de una economía abierta.
Pero, ¿qué pasa con la derecha? Y es aquí donde mi crítica se enfoca, puesto que muchas veces caemos en el error de llamar liberales a quienes no lo son. Es un hecho que la derecha comparte algunas características, como la de enfocarse más en la iniciativa individual, el priorizar la inversión y que se respeten los derechos de propiedad. No obstante, hay ciertos contextos en los cuales dista del pensamiento liberal.
Una de estas contradicciones es el respetar la libertad económica, pero no respetar las libertades de carácter social y político. Ciertamente, a lo largo de la región latinoamericana, aún encontramos un amplio margen de la población en contra de las preferencias sexuales que no se alinean a la conducta predominante, obstaculizando directa o indirectamente a la libertad de terceros; esto lo aprovechan políticos e influenciadores en redes sociales que no tienen escrúpulos y se autodenominan “de derecha”, los cuales, lejos de tener una convicción genuina en cuanto al tema, apoyan tales consignas únicamente para capitalizar votos para ellos o sus candidatos, respectivamente. Similarmente ocurre en el ámbito social, en donde grupos radicales de derecha, eminentemente autoritarios, no respetan derechos civiles como la libertad de expresión o la pluralidad política, anulando, muchas veces, los derechos de su contraparte.
Todo esto es totalmente contradictorio con los principios de una democracia liberal, en donde el respeto a las libertades individuales se conjuga con la oportunidad de cada ciudadano de incidir en el tema político y elegir a sus representantes. Los grupos derechistas que no respetan estas reglas no son defensores de la libertad, por el contrario, son parte del mismo problema y únicamente alimentan el extremismo de una izquierda igual de nociva.
Y es que esos discursos que vemos en redes sociales parten de la siguiente premisa falaz: el que yo esté en contra de algo malo, me convierte automáticamente en alguien bueno. Para desmentir esto podemos mencionar el caso concreto de la Segunda Guerra Mundial, en donde la URSS estuvo en contra del expansionismo nazi. ¿Acaso su rechazo al nacionalsocialismo convirtió a Iósif Stalin en alguien bueno y digno de admirar? Estoy seguro de que toda persona que se considera de derecha respondería un rotundo no.
Pero la peor contradicción se puede encontrar en el tema económico, y la misma a veces no es tan visible como la anterior. Es un hecho que los que propugnan la libertad están a favor de una economía abierta, en donde prime la competencia y el Estado posea una intervención mínima. Lamentablemente, muchas veces tales características no se manifiestan en la realidad, y lo que realmente predominan son una serie de privilegios y favoritismos a ciertas personas, e inclusive, políticos o familiares de ellos.
En este sentido, medidas nocivas como subsidios y aranceles, en vez de ser beneficiosas para la población, afectan directamente al ciudadano de a pie y al consumidor. En cuanto a los subsidios, estos se terminan pagando con impuestos de la ciudadanía. Y sobre los aranceles, al ser excesivos, se convierten en una clara barrera que provoca que los consumidores no tengan acceso a productos, muchas veces de mejor calidad y más baratos, del exterior.
Es por esa razón que debemos estar atentos a las narrativas anticomunistas, antisocialistas, y demás, puesto que no podemos dar por sentado que tales personas son defensores de la libertad. Quién sabe si dicha persona está actuando más por un interés personal que por un serio compromiso por la libertad, o está expresándose de esa manera porque pertenece a un partido político y le conviene desprestigiar a su contendiente antes que competir por los votos. Las respuestas pueden ser muchas.
¿Qué hacer con esas personas? Luego de reconocer las similitudes, que las puede haber, ser honestos y señalar lo que está mal. Como liberales no nos debemos a un partido, una bandera o un color, nos debemos a la libertad en todas sus expresiones. Es por esta razón que no hay que callar, al contrario, identificar y desmantelar los argumentos de dichas posiciones políticas. Si no lo hacemos, estaremos solapando discursos que nada tienen que ver con la defensa de las libertades individuales. Incluso, si se hace esta labor, seguramente muchas personas que no son liberales se darán cuenta de su error, y cambiarán su actuar luego de toparse con la realidad.
Deng Xiaoping, quien fue líder supremo de la República Popular China, dijo una vez: “Da igual que el gato sea blanco o sea negro, lo que importa es que cace ratones”. Hoy, a través de este texto, hago el recordatorio que sí importa de qué color es el gato. De lo contrario, los liberales, por querer contrarrestar al fantasma del comunismo, corren el riesgo de estar alimentando no a un gato, sino a un león mucho más feroz sin siquiera saberlo.
SOBRE EL AUTOR:
Luis Javier Medina: Politólogo en formación. Actualmente es Coordinador Local Senior de Students For Liberty Guatemala (SFL Guatemala). Asimismo, es columnista para diferentes medios de su país y el exterior, entre los que destacan «Diario La Hora» y el Blog de «Eslibertad Latinoamérica».
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