Mitad socialista[1] y mitad caballo de paso fino político, Álvaro Uribe Vélez pretende reconquistar Antioquia y reconstruir su caudal electoral nacional justo cuando Gustavo Petro Urrego llega a la Presidencia de la República de Colombia. Les quiero explicar por qué eso no es posible, pues en el fondo, la estrategia tiene una segunda intención visible desde que el susodicho negoció el NO del Plebiscito por la Paz (2016) en el que se rechazaron Los Acuerdos de La Habana en las urnas, quizá, el resultado electoral más limpio que ha tenido este país en toda su historia.

CONTEXTO

Todos cuentan su historia política como más les conviene. La izquierda, por ejemplo, habla de la gesta hacia la libertad a través del Ejército de Liberación Nacional (ELN) o del Ejército Popular de Liberación (EPL), es decir, la libertad es un tema recurrente en su discurso[2]. Las élites tradicionales colombianas la relatan desde la perspectiva de un heroísmo piadoso que intenta mantener un saludable statu-quo social con capas sociales selladas e impermeables entre sí, donde la pobreza es la virtud de las masas que deben servirles (prepararles y darles la comida, limpiarles las casas, manejarles los carros, entre otros, todo, por un módico precio de hambre) y la riqueza es un sufrimiento inevitable de quienes tienen que liderar y llevar el peso mortal de los privilegios. Esos son los dos límites en los que se mueve la política en Colombia: unos intentan quitarle a las élites el poder para ser ellos mismos las nuevas élites, y los otros mantenerlo ¡Porque qué tal que un grupo de zarrapastrosos nos invadan los terrenos del Club hola!… Esto es más o menos lo que pasa en nuestro país.

La pregunta es: ¿Por qué ninguno prevalece? La respuesta, obvia pero inaceptable, es que ambos son posiciones inmorales, insostenibles, antihumanas y antieconómicas, ergo, posiciones que son extremadamente inestables socialmente, porque a nadie le gusta vivir reprimido, oprimido, pobre y con hambre y que, además, lo pordebajeen todo el tiempo y le recuerden que es un inferior que no puede tener aspiraciones; algo que es, en últimas, el resultado de lo que los dos lados predican en sus autos de fe ideológica. Tal resultado es el país que conocemos hoy, en donde no se puede pedir orden, porque la izquierda lo ve como el instrumento de sus oponentes políticos, y las élites no liberan la economía –única solución contra la izquierda– porque eso vulneraría su orden y estatus social. El bloqueo interno es absoluto, porque ni orden ni libertad, ni mucho menos tranquilidad ni eliminación de la pobreza, y a quien se atreva a hablar de esas dos cosas ¡Lo amenazan! Y si se descuida ¡Lo matan!

EL JUEGO LARGO Y ENVOLVENTE DE LA IZQUIERDA

La izquierda, que es muy metódica, tiene una virtud increíble: la paciencia[3]. Convencida de que el problema que afrontaba Europa luego de la Primera Guerra Mundial no era precisamente el de la “consciencia de clase”, personajes como Antonio Gramsci y George Lukács, desarrollaron la idea de que había que tomarse todas las instituciones antes de que el advenimiento del paraíso socialista fuera posible. Por esa razón, es que hoy en día, los profesores son de izquierda, los académicos en las universidades son de izquierda y solo las ideas afines, cercanas o con alguna utilidad para el proyecto de izquierda se aceptan y promueven en los colegios y universidades de Colombia. Claro, quien piense que eso se limita solo a las universidades u otras instituciones educativas públicas, se equivoca.

Las universidades privadas también han caído una a una, porque la izquierda ha desarrollado diversos mensajes ajustados a cada necesidad para introducir su ideología. A saber, para las universidades católicas se desarrolló la teología de la liberación[4], y para los partidos cristianos se acepta la socialdemocracia cristiana. Para los empresarios, está por ejemplo la responsabilidad social, y para los preocupados por el medioambiente, los movimientos verdes que convierten en “sandías”[5] a todo el que se acerca. Y en general, la justicia social en sus diversos empaques; el más reciente, la Woke Culture: la inclusividad y las cuotas de minorías en las nóminas, en las juntas directivas, entre otros. Al gramscianismo no se le escapa un solo ámbito cultural o una sola institución.

Total, que si alguien cree que no estamos viviendo asfixiados por toda forma y variante del socialismo en Colombia, es que no conoce ni el detalle ni la estrategia, es decir, el 99,99% de la población, hecho por supuesto que no es accidental, sino cuidadosamente planeado. En ese aspecto, la izquierda barrió por completo, y hay que aceptar que la toma está lista, de modo que personajes como AUV van directo a un campo de batalla que no escogió, con aliados cuya lealtad es una fachada, con armas prestadas y pólvora mojada[6], y en circunstancias de tiempo en las que una confrontación política es un evento estratégico permitido con el propósito de mantener las apariencias de que hay oposición. Los socialistas no han desaprovechado el ejemplo de Venezuela.

URIBISMO: FRANQUISMO DEL SIGLO XXI

A todas estas, ¿qué es realmente el uribismo? Mi opinión es que es un franquismo del siglo XXI. Primero expliquemos qué es el franquismo, porque es una visión caudillista.

El franquismo es una variante del fascismo italiano de los años 30 del siglo XX. El General Francisco Franco venció al bando republicano (los socialistas/comunistas) que pretendían hacer de España una especie de segunda Unión Soviética. Sin embargo, Franco prevaleció con alguna ayuda del régimen de Adolf Hitler, a quien ordenó el bombardeo de un pueblo inmortalizado en un cuadro muy famoso de Pablo PicassoGuernica. Franco y Hitler fueron hasta cierto punto aliados, pero Franco, siendo quizá precavido, evitó meter a España en la Segunda Guerra Mundial, y al final, logró hacer buenas relaciones con los vencedores, o sea, con los aliados, quienes le permitieron quedarse en el poder hasta 1975 (año de su muerte) porque encuadraba perfecto dentro de la estrategia de la contención, promovida desde la Casa Blanca como medida pragmática contra el avance del comunismo, y que en Latinoamérica cayó como la solución perfecta para unas élites sociales acostumbradas a mandar por derecho divino y a nunca cuestionarse si lo que habían hecho hasta ese momento estaba bien o mal.

La ironía de ironías de este episodio político de la Guerra Fría, es que el M-19, grupo guerrillero y terrorista al cual perteneció el actual Presidente de Colombia, Gustavo Petro, se fundó porque en 1970 el exgeneral Gustavo Rojas Pinilla (dictador de la era de la contención) perdió las elecciones “misteriosamente” contra Misael Pastrana Borrero, padre del expresidente Andrés Pastrana Arango, a quien conocemos por sus abrazos con alias Tirofijo y la zona de distención del Caguán. Es decir, el M-19 nace porque le roban las elecciones a un fascista, pero los petristas juran que ellos son de izquierda y “progresistas” (etiqueta de la que nos ocuparemos luego). Total que si uno sigue el hilo ideológico hasta su origen, se da cuenta de que Uribe y Petro sostienen ambas puntas de dicha línea, y que en realidad la izquierda internacional socialista es una perpendicular a ella en ese extremo del espectro ideológico, ¿no me creen? El Ministro de Hacienda de Petro es el mismo del Expresidente Samper, el elefante del Proceso 8.000, y eso dice lo que uno tiene que saber sobre para donde tira el asunto. Sin embargo, Petro es aún más autoritario que Uribe, y para algunos imposible de concebir porque todavía no saben cuáles son los ingredientes de su ADN político; Colombia no solo produce frutas tropicales, sino criaturas políticas exóticas como Gustavo Petro[7].

El modelo de Francisco Franco fue un tipo de contrato social(ista) en donde los trabajadores ganaron estabilidad extrema, la economía estaba completamente cerrada y protegida por aranceles y prohibiciones, entre otros. El resultado es que España logró superar la pobreza y la inseguridad en cierta medida, pero se aisló de Europa, hasta la llegada de Felipe González. Pasa que lo que los socialdemócratas de ahora olvidan, entre ellos AUV, es que el franquismo solo fue posible porque la estructura demográfica de España, con altas tasas de natalidad, permitía un sistema de pensiones y retiro de reparto que se parecía mucho al inventado por Otto von Bismarck en la Alemania del siglo XIX, y cuyo propósito era hacer dependientes del Estado a los ciudadanos. Franco se aseguró de que nadie se pudiera salir, de que hubiera trabajo y de que a nadie lo pudieran despedir. Eso es más o menos el franquismo en su aspecto social y económico. La consecuencia es que hoy en día, sin niños, con una población envejecida, con un número cada vez menor de cotizantes al sistema de pensiones y con menos seguridad laboral que nunca, el franquismo no es viable, ni en España ni en Colombia; no obstante, la izquierda, la de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, lo mantiene –aunque estos lo nieguen– porque si no, hasta ahí les llega el “chiringuito” como dicen allá.

El otro aspecto interesante de los modelos de posguerra, es que como medida para mantener la estabilidad social, a ciertas élites se les encargó rechazar el comunismo y calmar los ánimos, y en países como Japón y Corea del Sur, surgieron los Keiretsu (系列) y los Chaebol (재벌), respectivamente. Ambos son tipos de conglomerados industriales muy similares al corporativismo que sugiere el fascismo como sistema político-económico[8]. De los muchos efectos secundarios derivados de este tipo de arreglos, es que estos grupos acaparan privilegios legales y financieros, y no permiten el surgimiento de nuevas empresas y sectores que no estén formalmente alineados con dicha política de Estado. ¿La consecuencia? Enormes niveles de corrupción y un sistema que falla lentamente. En Colombia, este fenómeno lo han llamado grupos económicos o grupos empresariales, y el efecto es devastador para el grueso de la población y la economía, porque el Gobierno depende de ellos para financiar las campañas electorales a cambio de lo que ya sabemos; son medidas que, efectivamente, cierran la economía al resto.

Los grupos económicos en Colombia han acaparado privilegios legales y subsidios que, indudablemente, impiden la entrada de nuevas empresas y la desaparición de las viejas e inviables; el resultado es que la pobreza nunca acaba, no existe justicia, no hay libertad de mercados y nadie puede ascender socialmente. Como al final, ese modelo fracasa, los socialistas tienen la excusa perfecta para imponer un modelo aún más radical, cuyos efectos son bien conocidos y están bien documentados. Tristemente, el daño ya está hecho, y nadie puede siquiera considerar la tercera alternativa: el capitalismo liberal[9], enemigo tanto de los fascistas como de los comunistas, y contra el cual han peleado juntos en una alianza criminal que tiene mucho más de un siglo, ¡y que se sigue dando!, porque al final, ninguno de los dos lados quiere ceder en sus ambiciones de poder, que es en últimas el objetivo, así como no acabar con la pobreza o crear las circunstancias para que haya paz de forma natural en una sociedad.

Pero el evento que quizá sea la estocada final a proyectos neofranquistas, es la retirada de facto de los Estados Unidos del pacto global de posguerra y todas sus salvaguardas anticomunistas y antisocialistas. Los EEUU han perdido el interés en ser el policía global y su presencia militar en el planeta ha ido disminuyendo[10]. El problema para el resto del planeta, es que EEUU no es una economía exportadora, de hecho, se diseñó para ser importadora y comprar productos y materias primas alrededor del mundo y garantizar el comercio a través de la fuerza marítima militar más poderosa que ha existido en toda la historia. Los EEUU, a pesar del rechinar de dientes de los mamertos, eliminó el antiguo sistema imperial en el que cada país tenía que desarrollar una fuerza militar expedicionaria para poder ir a tomar posesión de un recurso esencial para su economía en otros lugares del planeta, lo que fue la base de la colonización del siglo XIX y de muchos conflictos, entre ellos, la primera y segunda guerra mundiales.

Es en ese ambiente que el uribismo quiere hacer una retoma del poder: con un modelo que ya está en declive y produce corrupción, ¡y no solo eso!, atraso económico y tecnológico en una sociedad cuya estructura demográfica[11] no permite las gracias y locuras de un sistema pensional de reparto, con una toma completa de las instituciones por parte de los gramscianos, y un Estados Unidos totalmente desinteresado e inapetente por más intervenciones o por financiar élites que ya no le sirven para cuidar intereses estratégicos o de seguridad nacional. A esto se le suma una Unión Europea sin el Reino Unido, y con un proyecto que depende de una Alemania que cada vez está más vieja y que, de la forma más tonta, le puso la cabeza en la guillotina a los rusos al aceptarles el “regalo” de la energía abundante y barata como promesa de paz y concordia –ya sabemos cómo va eso–.

LA IZQUIERDA ES UN FRACASO MORAL Y ECONÓMICO

A la izquierda no le importa la teoría. Si funciona o no ya no es importante. Están en la etapa del poder por el poder[12], destruyan o no la economía. El debate académico ya no tiene ninguna importancia para ellos desde que se montaron en el posmodernismo y la posverdad. La lógica y la argumentación se consideran instrumentos de opresión del heteropatriarcado (¡Imagínense ustedes!). La prueba es muy fácil: los nombramientos ya no se hacen con base en el conocimiento y calificaciones para el cargo, sino con base en criterios interseccionales o de relación de fidelidad y lealtad al proyecto político, y las opiniones no son válidas sino dentro de escalafones de opresión, es decir, que mientras más oprimida sea una persona, más valiosa es su opinión.

Al menos, durante la época de la Unión Soviética, se nombraban ministros con calificaciones, y se creía con toda fe en la teoría que se aplicaba, errada o no ¡Ahora ni eso! O sea que de lo malo, lo mucho más peorcito.

LA GUERRA CONTRA LA VERDAD

La izquierda no se equivoca, es ahora el dogma fundamental con el que se estructuran los programas políticos actuales de izquierda y toda su estrategia. Este es un detalle que sorprende a muchos. ¿En qué consiste? En que la izquierda se montó en el bus de la posmodernidad, aquel en el que las grandes narrativas de la historia no existen, y la verdad es subjetiva y depende más de la experiencia de quien la cuenta que de factores externos y hechos comprobables por diversas fuentes.

La consecuencia es que, si la izquierda quiebra una ventana o quema estaciones del Metro, como sucedió en Chile, es un “Estallido Social”, pero si la Policía captura y procesa a una persona de las que realizó dicha acción, está en contra de la protesta social. Y ni que decir de lo que está pasando en la ciencia, con la guerra frontal en contra de las verdades científicas y biológicas, ¡ni empecemos!, porque habría que llenar un tratado relatando las barbaridades anticientíficas con las que han salido en los últimos años, de las que ni con aviones cayéndose se van a convencer, y hasta le harán un juicio político con debate al aire (el gas de la atmósfera que respiramos) por no sostener las alas de los aviones en vuelo, algo similar a cuando le hacían juicios a las langostas que se comían las cosechas y las condenaban como enviados de Satanás. Ese es el nivel científico de la izquierda actual. No exagero.

La pregunta es: ¿de dónde sale todo esto? No solo es el posmodernismo, ese diminuto demonio filosófico francés de laboratorio, que solía ser una pequeña criatura confinada a la academia, y que se terminó convirtiendo en un Leviatán que la domina y que ya se está comiendo las ciencias “duras”, sino además la tal Escuela de Fráncfort. Personajes como Max HorkheimerHerbert Marcuse y Theodor Adorno, los tres más marxistas que Karl Marx, introdujeron a la cultura de los Estados Unidos la idea de que el cristianismo era el enemigo último de la libertad humana y fueron los artífices de la muy mal interpretada liberación sexual. Estos tres señores, crearon un conjunto de ideas que han resultado en el más potente de los solventes para la tradición occidental, especialmente la de los Estados Unidos. Ahora bien, como Colombia no es un país de Occidente, sino un país occidentaloide, es decir, un país que adopta formas y maneras de Occidente, y que en realidad no participa cultural ni económicamente en la creación de ninguno de sus pilares, imagínense el resultado de introducirle las ideas del posmodernismo y de la Escuela de Fráncfort: igual a mojar algodón de azúcar en una quebrada.

Germán Contreras “El Perforador”
Germán Contreras “El Perforador”

Independentista antioqueño. Fundador de ALS (Antioquia Libre y Soberana): Movimiento por la Independencia de Antioquia de Colombia.

Artículos: 18

Actualizaciones del boletín

Introduce tu dirección de correo electrónico para suscribirte a nuestro boletín