No llamarle terrorismo al terrorismo o comunismo al comunismo. ¿Por qué nos resistimos sistemáticamente a mirar el caos y optamos por quedarnos con paliativos de conciencia? ¿Cuáles son los efectos que conlleva, en el mediano plazo, la vida del avestruz que hunde su cabeza en la arena creyendo que, si no lo ve, el tsunami no lo va a arrasar, aunque esté en la orilla del mar?
Decía Ayn Rand que podemos negar la realidad pero que, tarde o temprano, tendremos que hacernos cargo de las consecuencias. Y eso es, exactamente, lo que temo sucederá si las élites políticas, intelectuales y económicas del país vuelven a su zona de confort, cual es pensar que un gobierno del Frente Amplio, asesorado por Álvaro García Linera y comandado por el PCCh está dando un giro hacia la socialdemocracia. ¿No basta con que la reforma tributaria presentada por el desacreditado Ministro de Hacienda sea un copy-paste del proyecto con el que Daniel Jadue esperaba ganar la Presidencia? ¿O que el Tribunal Constitucional se niegue sistemáticamente a revisar el requerimiento de inconstitucionalidad de la CAM (Coordinadora Arauco-Malleco), violando el Artículo No. 19 de nuestra Constitución? ¿Y qué decir de la negativa del Gobierno a poner freno a la ola migratoria y mano dura al narcoterrorismo, mientras avanza con el desmantelamiento de las AFP?
Día a día, paso a paso, Chile transita con mayor certeza a convertirse en un país inviable. Los que sufren, no logran influir en la opinión de las élites que, tras la visita del mandatario a la macrozona sur y su confesión respecto a la existencia de hechos terroristas, han decidido tomarse un calmante de conciencia; “está dando un giro hacia la socialdemocracia”, dicen. En paralelo, el desánimo va decantando en una peligrosa demanda por medidas autoritarias. El problema es que hoy nos gobierna un partido con vocación totalitaria. Cualquier analista político diría que “huele a peligro”. Usted me dirá que con los bajos niveles de adhesión ciudadana que tiene Apruebo Dignidad, será muy difícil que se legitime un avance hacia la captura del poder total, incluso si usan como excusas la seguridad y el orden. Pero ellos, con sus tácticas de propaganda, saben que pueden lograrlo todo. La clave es torcer nuestra capacidad para evaluar los hechos y, así, neutralizar a la oposición en la descarnada lucha por el poder. Un botón de muestra nos lo dio el fin de semana Jorge Sharp, Alcalde de Valparaíso, que en un arranque de hipocresía típico de la propaganda marxista afirmó: “Yo pienso que hay sectores en Chile, particularmente la derecha, a los que les conviene que la crisis en Chile se mantenga, porque con la crisis legitiman sus discursos de odio, la violencia política”.
Cuando la extrema izquierda logra presentar a la ciudadanía la realidad trastocada y distorsionada, un mundo al revés, los sectores democráticos se quedan sin palabras. Es como si no tuviesen defensa alguna. De ahí que hundan sus cabezas en la arena y caigan en el escapismo. Se puede leer entonces a empresarios decir que “ha habido una moderación” por parte del Gobierno. Quizás no sea posible explicarle a quienes piensan como él que los resultados del Plebiscito no sirvieron para enmendar el rumbo, porque la doctrina marxista simplemente no contempla el principio de representación; ellos no creen en la democracia. Basta una simple revisión histórica de su desempeño político para comprobarlo. Otros opinólogos van por la misma línea de incomprensión de la realidad, haciendo una distinción absurda entre los malos (PCCh) y los buenos (FA). El gran problema es el daño que están causando en las élites que los circundan, porque los neutralizan, haciéndole el juego a la extrema izquierda. En suma, los avestruces contribuyen a un proceso de lavado de imagen del avance de la retroexcavadora, puesto que inhiben la reacción de aquellos que podrían trabarle el mecanismo y dañar su funcionamiento. Sin este tipo de aves y su amor por los narcóticos de la conciencia, los comunistas frenteamplistas tendrían un camino más difícil. Bastaría con enfrentarlos, quitarles los auspicios y poner la energía en dar la batalla mediática y cultural.
Dicen que la causa de la falta de ímpetu por defender la democracia, fortalecer las instituciones y exigir los cambios tiene su origen en una vida fácil. No cabe duda de que la empatía depende, en parte, de una realidad común compartida. No tener cómo ni hacia dónde ir en caso de que se haga realidad la pesadilla de Chilezuela, ni contar con seguridad privada o medios para defenderse judicialmente del victimario, hacen una tremenda diferencia respecto de aquellos que no tiene esos problemas. Sin embargo, Adam Smith en Teoría de los sentimientos morales nos diría que siempre podemos ponernos en el lugar del prójimo. Y es que la empatía no solo es espontánea, sino también voluntaria. Cuando es espontánea, suele suceder que es la experiencia compartida la que moviliza a empatizar con quien sufre; pero cuando es voluntaria, basta un ejercicio racional que consiste en poner atención en el dolor ajeno e imaginar su situación para reaccionar. Quizás sea esta facultad mental la que saque a Chile de la crisis. Lo sabremos el día que las élites empiecen a llamar LAS COSAS POR SU NOMBRE.
NOTA:
La versión original de este artículo apareció por primera vez en el medio El Líbero de Chile.