LA BAJA DE LA INFLACIÓN Y EL FANATISMO POLÍTICO

El pasado jueves se conocieron los datos de la inflación que mide el INDEC: Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Fuente AQUÍ). En noviembre, los precios subieron 4,9%, un registro mejor a lo esperado por los analistas, que proyectaban una inflación de 6,1%.

La publicación del dato dio lugar a una enorme cantidad de sospechas, especialmente –o, habría que decir, exclusivamente–, entre el gran espectro ideológico que es el anti-kirchnerismo. Lo primero que pensaron muchos fue que el dato estaba dibujado, y que el INDEC miente para favorecer al Ministro de Economía, Sergio Massa, en su carrera por alcanzar la Presidencia en 2023.

Ante todo, no podemos decir que las sospechas no tengan algún tipo de fundamento. En la época de Guillermo Moreno, el INDEC, efectivamente, divulgó datos falsos de inflación por casi diez (10) años, una verdadera vergüenza histórica mundial. Sin embargo, ¿con qué evidencia se afirma hoy que el INDEC miente? ¿Con la de que un dato fue mejor de lo esperado? Y, por otro lado: ¿solo cuando aparece un dato que “favorece” al Gobierno aparecen estas sospechas? Desde la perspectiva de quien escribe, si bien el dato fue una sorpresa positiva, no tiene nada de irrazonable ni de sospechoso.

¿Por qué? Veamos en primer lugar al mundo. Si tomamos como referencia a cuatro (4) países: los Estados UnidosColombiaChile y Perú, notaremos que este año todos cerrarán con los niveles de inflación más altos en décadas. Los Estados Unidos verá la inflación más alta desde 1981, Chile desde 1993, Perú desde 1996, y Colombia desde 1998.

El motivo de esta gran inflación a nivel global es el desquicio monetario y fiscal que cada uno de dichos países generó entre 2020 y 2021. Tras las cuarentenas oficiales dictadas para “combatir al COVID-19”, los Bancos Centrales emitieron a lo loco y los déficits fiscales pegaron un salto también. He ahí el origen de la inflación actual, a la cual algo sumó la invasión rusa a Ucrania.

Para Argentina no fue diferente. En 2020 la emisión monetaria para financiar al déficit fue del 7% del PIB, y el déficit público se ubicó en el mismo nivel. Todo el déficit se financió con pesos argentinos emitidos por el Central y la consecuencia inevitable fue el salto de la inflación.

Ahora bien: ¿qué ocurrió después? Que en todos los países anteriormente mencionados se achicó fuerte el déficit y, asimismo, comenzó a endurecerse la política monetaria. En Chile la tasa de interés subió de 0,5% a 10,75%, y en los Estados Unidos de 0,5% a 4,5%. El resultado fue que comenzó a bajar la inflación.

En los Estados Unidos llevan dos (2) meses de “desinflación” consecutivos. En Chile la inflación, que llegó a estar en 14,4% anual en agosto, bajó a 13,3% en noviembre. En Perú también bajó por segundo mes consecutivo en noviembre. Y en Colombia la inflación aún no baja, pero ya dejó de acelerarse como antes.

En medio de este contexto, y dado que en Argentina ocurrió prácticamente lo mismo que en otros países, ¿por qué no esperar un descenso de la inflación? De nuevo, en 2020 la emisión monetaria para financiar el déficit fue de 7% del PIB, en 2021 ese número cayó a cerca de 3% y este año estará cerrando en 0,5%.

Si baja la emisión monetaria y se achica el déficit fiscal, entonces era esperable que descendiera la tasa de inflación.

Pero hay muchos que aún se resisten a creer que esto es posible bajo el Gobierno de Alberto Fernández, y es que la política enturbia la capacidad de ver los datos de forma objetivaMuchos en el anti-kirchnerismo quieren tanto que el Gobierno termine en una hiperinflación que son incapaces de reconocer siquiera el más mínimo indicio de normalización económica.

Esto es así, incluso cuando dicho indicio no responde a políticas que tradicionalmente tomaría el kirchnerismo. Recordemos que hace pocos meses, Cristina Fernández de Kirchner, negó que el déficit generara inflación. Hoy en día, su propio Ministro podría explicarle cómo el aumento del déficit subió la inflación, pero su reducción está contribuyendo a bajarla.

Escrito todo lo anterior, aclaro obviamente que, también hay un componente de esta baja que no responde a la relativa mejora de los fundamentos macroeconómicos. Me refiero a que el rubro alimentos y bebidas, afectado por la nueva política de “Precios Justos”, fue el que menos subió del mes. Este efecto, entonces, sí puede tomarse como un “disfraz”, o un “esconder debajo de la alfombra” las consecuencias inevitables de las políticas inflacionistas.

Así que, en la medida que la baja de la inflación responda mayormente a estos mecanismos, no podremos ilusionarnos a largo plazo.

No obstante, creo que no puede dejar de reconocerse que parte de la mejora en la tasa de inflación que acabamos de ver –y que podría continuar en el futuro–, se debe a cambios en la política fiscal y monetaria que cualquier economista medianamente sensato habría recomendado hacer y que efectivamente se han llevado adelante en este último tiempo.

NOTA:

La versión original de este artículo apareció por primera vez en el portal Infobae: Hacemos periodismo.

Iván Carrino
Iván Carrino

Economista, escritor, conferencista internacional y docente. Actualmente, dirige «Iván Carrino & Asociados»: empresa de investigación y asesoría económica y financiera. Es investigador asociado de FARO UDD: Núcleo de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Desarrollo (Chile), y entre 2018 y 2022 fue subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas del Instituto Universitario ESEADE (Argentina). Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires, máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de España y máster en Economía Aplicada de la Universidad del CEMA de Argentina. Ofrece además, charlas y conferencias en congresos especializados, reuniones empresariales y eventos no gubernamentales; asesora a empresas en temas de coyuntura macroeconómica y sectorial.

Es profesor de «Historia del Pensamiento Económico» en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad del Desarrollo, donde también dicta el curso «Economía, Política e Instituciones». Escribe columnas en medios como La Nación, Ámbito Financiero, El Cronista, Infobae, Al Poniente, entre otros. Cuenta en su haber como autor con cinco libros: «Cleptocracia» (2015), «Estrangulados» (2016), «Historia Secreta de Argentina» (2017), «El Liberalismo Económico en 10 Principios» (2018) y «La Gran Desproporción: economía y política de la pandemia de Covid-19» (2021).

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