Los distribuidores de segunda mano, como periodistas, profesores, artistas, influencers (activistas), intelectuales, o todo aquel con alguna suerte de credibilidad pública, se han encargado de invisibilizar el progreso humano de la última década, extirpando del imaginario social todo rastro de las causas del progreso mediante el posicionamiento de una narrativa destructiva y colectivista (progresista, específicamente), permeando así, el clima de opinión intelectual.
Lo cierto es que, si queremos preguntarnos por la riqueza en Latinoamérica, es necesario iniciar por la pobreza: estado natural del hombre. Nosotros llegamos pobres a este mundo. Los niños cuando nacen, vienen totalmente desnudos. Es nuestra propia capacidad humana de cooperar por medio del comercio lo que, en últimas, permite que la creatividad se convierta en riqueza: el interminable ensayo y error que se materializa en empresas.
Aunque no queda ahí. Esta idea de que lo que tiene un origen es la pobreza, parte de un cuento de hadas, donde todos, antes de los “vicios capitalistas modernos”, vivíamos como buenos salvajes, no faltaba nada y éramos iguales. Esto último es lo único cierto: antes todos éramos iguales, pero en miseria.
En el año 1, el PIB mundial era poco significativo hasta el año 1.800, es decir, en términos de desarrollo económico. Previo a la revolución industrial, en el mundo no hubo importantes avances por casi 1.700 años. Ese “gran escape” fue gracias a la aplicación de la ciencia en la mejora material de la vida humana, lo que podríamos equiparar a innovación, que llevó de un histórico 95% de pobres en el mundo, a un actual 10%, y que sigue bajando.
Irresponsablemente, tomadores de decisión, afirman que la pobreza es consecuencia de la desigualdad, con la finalidad última de ser ellos quienes, por medio del Estado, redistribuyan los bienes materiales en la población. Claro que, en el camino, deben hacerse con el poder económico, y ya sabemos que es un sacrificio que los políticos están dispuestos a asumir.
Y no, la pobreza no tiene causas. La riqueza sí. Están ahí, en la división del trabajo, la seguridad jurídica, el libre comercio y la igualdad ante la ley. No obstante, también tiene grandes enemigos, como son los privilegios, los monopolios, los subsidios, las prohibiciones y las regulaciones; todos estos, encarnados en los intereses de los políticos de mantener una población dependiente del Estado, fácil de manipular y rentabilizar en época electoral.
En esta columna se sostiene y se somete a análisis del lector, una ecuánime afirmación del padre de la economía: Adam Smith. Y es que “las limitaciones al comercio son un crimen contra la humanidad”. Así como los asedios referidos en las guerras de la antigüedad, buscaban dejar sin provisiones a ciudades enteras, impidiendo la entrada de bienes necesarios para así someterla, los Gobiernos proteccionistas evitan la entrada de bienes y servicios que logren satisfacer nuestras necesidades, tal cual lo vivimos con la prohibición de Uber, dejándonos a la merced de los taxistas, de sus atropellos y sus malos tratos; al igual que las aerolíneas rescatadas por los Gobiernos, los aranceles a textiles, impuestos a la comida, entre otros ejemplos más, todos, erosionan el proceso de reducción de la pobreza.
Los tomadores de decisión son los únicos beneficiados de la pobreza material. Muchas de sus acciones afirmativas trasladan costos a la sociedad como millones de dólares que reciben para “combatir la pobreza”. Planes sociales que esclavizan a las personas volviéndolas dependientes del Estado. Privilegios y multimillonarias deudas que ellos gastan individualmente, pero pagamos colectivamente.
El origen de la riqueza es por el camino de la industria, el ensayo y error empresarial, y un mercado libre, no por la voluntad política. De hecho, “cuando los políticos duermen, el mundo progresa”.
Cambiemos el clima de opinión intelectual. En nuestro estado del arte, muchos morirán en la pobreza, aunque a futuro, existe una posibilidad, un “nuevo gran escape”, el cual, iniciará desprendiéndose de los Gobiernos asistencialistas y apuntando hacia la libertad… ella es el verdadero origen de toda la riqueza.