LAS MATEMÁTICAS: el lenguaje con el que el hombre le escribe una carta de amor a la civilización

En los últimos meses, he pasado una parte considerable de mi tiempo tratado de entender el desarrollo de las virtudes, conocimientos y capacidades que son inherentes a los hombres que sostienen la sociedad actual. Logros de la mente como la IA (Inteligencia Artificial), el descubrimiento y desarrollo de las leyes propias de la física y la química que originan los productos que nos brindan comodidades, los bienes y servicios que a nuestra disposición colocan los hombres y mujeres capaces de producirlos, entre otros, me llevan a concluir que la herramienta fundamental creada por el hombre para el dominio de la realidad son las matemáticas. El pensamiento lógico y el abstracto son la mayor virtud que el ser humano puede lograr fruto de su propio esfuerzo intelectual al aprenderlas –y el cual es inmenso, dado el nivel de complejidad que nuestra sociedad industrial puede y debería alcanzar–.

El proceso mental de conceptualizar y procesar el material provisto por los sentidos es un proceso meramente matemático y de múltiples variables involucradas. Aquellos profesionales y estudiantes que se dedican a su comprensión, como los son los ingenieros, los científicos de datos, analistas logísticos, contadores, financistas, economistas y empresarios, se encuentran obligados por las leyes de la realidad a obedecerlas primero, y a entenderlas como corolario fundamental para sus vidas, puesto que de ello depende su éxito en el ámbito productivo. Este éxito no es subjetivo. No. Depende del nivel de estricta racionalidad que dichos profesionales y estudiantes mantengan en el proceso de dominio sobre su realidad, dejando en alto que, para poder dominarla, primero se tiene que estar sujeto a ella, y en el proceso están las matemáticas como herramienta, efecto de aplicar la lógica humana al entorno para, de este modo, hacerla favorable a la existencia.

Las personas en mención encarnan el ideal productor del capitalismo, porque sostienen tres de sus principios básicos fundamentales: el metafísico (estableciendo la realidad como un absoluto), el epistemológico (la razón y la lógica como únicas guías para sus acciones) y el moral. Dado que la mente es un atributo de cada hombre, usarla y desarrollarla dependen únicamente de él y del esfuerzo intelectual que realice; es un proceso netamente propio e individual, convirtiéndose en el principio de un código moral basado en el egoísmo racional.

No todos los profesionales dedicados a las áreas del conocimiento anteriormente citadas reconocen y promueven abiertamente las condiciones políticas aptas para el adecuado desarrollo de la mente, pero pertenecer, estudiar o ejercer estas, los dota de la esencia: de la fórmula para, como consecuencia póstuma, aceptar un entorno político apropiado para las actividades que desarrollan. Solo es cuestión de tiempo y de decisión propia terminar aplicando las matemáticas al ámbito político, ergo, volver el capitalismo el resultado de una fórmula matemática y filosófica que establece la lógica y los derechos individuales como una constante y la creatividad como una variable de acuerdo con cada uno de nosotros y con nuestros valores. Así, finalmente, se llega al capitalismo de libre empresa como resultado final, propicio para el desarrollo de una vocación creativa y que conduce a los asuntos políticos a términos absolutos y constantes como lo son nuestros derechos: la vida, la libertad y la búsqueda de la propia felicidad.

No es posible, razonablemente, llegar a “acordar” sobre la propiedad de la vida, la mente o el fruto del legítimo esfuerzo. Como en la fórmula para hallar la resistencia al paso de la electricidad en un conductor, se necesita de un proceso jerarquizado de solución para llegar finalmente a la respuesta correcta:

Resistencia (R) es igual a resistividad (ro) multiplicada por la longitud (L), divididas por el área (A) del conductor. De la resolución de esta fórmula, dependen cosas tan modestas como determinar el correcto grueso del cable eléctrico para voltaje y distancia específicos, hasta cosas tan fundamentales como la instalación y operación de subestaciones eléctricas reductoras o elevadoras, de las cuales, depende a su vez la iluminación de nuestras ciudades. La falla en dicho cálculo puede significar la diferencia entre la construcción y la destrucción, el sostenimiento de la vida o la pérdida de ella.

El mismo esfuerzo intelectual y creativo utilizado en la solución de problemas como este, ante la posibilidad de llegar a una conclusión incorrecta, es el mismo esfuerzo y la misma coherencia que deberíamos mantener en la férrea defensa del capitalismo, porque la alternativa a él le ha enseñado a la humanidad los excesos de los Gobiernos más salvajes imaginables. No solo radica en una “simple” diferencia de opinión como así lo quieren hacer ver aquellos que no respetan las ideas y su poder. La diferencia está entre la prosperidad y la decadencia: aquellos que realmente defendemos la vida contra quienes atacan sus requerimientos aquí en la Tierra.

Juan 2:15-16 nos dice que “No ames al mundo ni a las cosas que están en el mundo”, pero el esplendor productivo y revolucionario del capitalismo industrial de libre mercado ha logrado aplastar radicalmente esa mirada. Hoy, gracias a la revolución industrial, la vida en este mundo se ha vuelto placentera y merecedora de amor; si todavía no se ha logrado un máximo estándar de vida para el hombre, es precisamente porque se le han puesto innumerables trabas al imperante poder civilizador de la industrialización.

Este escrito busca hacer un llamado a aquellos ingenieros y defensores de las ideas de la libertad. A los primeros, que hacen posible nuestra civilización, ¡muchas gracias!, y si todo sale bien, pronto seré un colega. A los segundos, mi eterno aprecio por permitirme participar y conocer el lado correcto de la historia; así también, he de comunicarles que las matemáticas son un aliado si pretendemos defender la lógica y entender la naturaleza de lo que defendemos, el fruto de la razón: la productividad, y por sobre todo, el adecuado contexto para desarrollarla: la libertad.

SOBRE EL AUTOR:

José Antonio De La Paz: Diecisiete años. Activista, autor, ponente y estudiante en curso de bachiller de la Institución Técnica Nacional de Comercio y Electrotecnia aplicada de la Institución Universitaria de Barranquilla. Colaborador de SFL Colombia y COLIBRE, organizaciones con las que difunde los conocimientos económicos y las ideas de la libertad en diversas instituciones del distrito de Barranquilla. Fue candidato a los Consejos Locales de Juventudes, lo cual le facilitó el propósito personal de ser garante de la defensa de la libre empresa.

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