Comenzamos con un acto que no es solamente condenable desde la óptica de la legalidad internacional, sino que también desafía los principios fundamentales de soberanía y no intervención: la incursión ordenada por el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, a la embajada de México en Quito. Este episodio ha desencadenado un serio cuestionamiento global respecto a la violación del derecho internacional y la integridad de las sedes diplomáticas, que deben ser respetadas como territorio soberano del Estado extranjero.
Según las convenciones internacionales, como la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, el recinto de una embajada es inviolable y cualquier incursión se considera un acto de violencia. Así que legalmente, esta agresión es indefendible. Puedo afirmar sin temor a equivocarme, que Adam Smith hubiese percibido este acto no solo como una transgresión legal, sino además, como un fracaso en adherir a las reglas morales que sustentan cualquier sociedad civilizada y ordenada.
En respuesta, el presidente de México decidió cortar relaciones diplomáticas con Ecuador, lo que, honestamente, es un tanto hipócrita, ya que aunque AMLO ha proclamado abiertamente el axioma de Juárez respecto a “la no intervención entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, en otros contextos donde podría decirse que México ha sido el agresor, nuestro mandatario ha mostrado una tendencia a la flexibilidad con estos principios –siempre que ha sido políticamente conveniente, por supuesto–, o simplemente, cuando alguno de sus amigos de izquierda se ha visto agredido. No olvidemos las tensiones diplomáticas que tenemos con el Perú, donde ahora se necesita visa para visitar, medida que también impuso México a los nacionales de aquel país.
Desde una perspectiva liberal, podemos decir que la soberanía y el PNA (Principio de No Agresión) son principios del liberalismo clásico que apoyan la coexistencia pacífica entre los Estados. Sin embargo, la dualidad en la conducta del presidente mexicano refleja la inconsistencia en el arbitrio de la aplicación de los principios de libertad, algo que Hayek señaló, subrayando también la importancia de la coherencia en las políticas para el mantenimiento de una sociedad libre y justa. De igual modo, la crisis provocada por la invasión a la embajada es un reflejo de cómo las acciones gubernamentales, cuando están divorciadas de los principios legales y morales, pueden resultar en consecuencias negativas para las relaciones internacionales.
El apoyo de varios Gobiernos de la región, ponen de manifiesto el consenso regional en favor de la adherencia a las normas internacionales, y ponen de manifiesto además la solidaridad en contra de actos que desafían estos acuerdos, lo que es esencial a pesar de las diferencias políticas o económicas. Claramente, existe una base común de respeto hacia las leyes y tratados internacionales.
En un plano más amplio, este incidente nos invita a reflexionar sobre la importancia de la diplomacia y el respeto mutuo como pilares fundamentales para la paz y la cooperación internacional. En un mundo cada vez más interconectado, los principios expuestos por filósofos como John Locke, que enfatizan la paz derivada del respeto a las leyes y los derechos, son más pertinentes que nunca.
El desafío ahora es asegurar que estos principios no se apliquen selectivamente, sino como una norma constante que guíe todas las acciones internacionales. La violación de la embajada mexicana en Quito no solo es un punto de inflexión para México y Ecuador, es asimismo, una muestra de la polarización global y un llamado para priorizar el respeto, la legalidad y la soberanía de cada nación. Ahí podemos empezar a honrar la vida, la libertad y la propiedad de otros individuos.