LAS SANCIONES A MADURO SON PARA HACER NEGOCIOS, NO JUSTICIA: la realidad detrás de Chevron, ExxonMobil y el mercado negro del petróleo en China

Para comprender la realidad política venezolana, hay varios aspectos que se deben examinar y detallar minuciosamente, desde un punto de vista pragmático y sin sesgos de fanatismo partidista. Es la única manera de hacer un diagnóstico serio de la situación y de lo que hay detrás de los anuncios propagandísticos disfrazados de noticias que realiza cada bando a través de sus aliados comunicacionales, entiéndase influencers, periodistas que actúan como publicistas o los mal llamados “medios de comunicación independientes”.

Que por cada evento noticioso desarrollan una nueva narrativa que busca justificar, excusar, defender o apoyar directamente al régimen de Nicolás Maduro, o la falsa oposición encabezada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Ambos bandos responden a intereses ocultos y estrategias calculadas para mantenerse o alcanzar el poder.

Con este artículo pretendo desentrañar la trama del tablero político venezolano y sus implicaciones internacionales, revelando los hilos que mueven a los actores principales.

LA REALIDAD DETRÁS DE LAS SANCIONES ESTADOUNIDENSES A MADURO

Comencemos con las sanciones estadounidenses a la narco-dictadura de Nicolás Maduro. Muchos piensan que estas medidas son una muestra de solidaridad internacional con el pueblo venezolano. Pero, como se los he explicado antes (aquí le dejo un enlace para que vayan a verlo luego), detrás de estas sanciones solo hay intereses económicos y políticos. No existe ninguna intención de derrocar a Maduro o rescatar la libertad de los venezolanos.

Los legisladores republicanos del Estado de Florida Mario Díaz-Balart, Carlos Antonio Giménez y María Elvira Salazar, y el también senador republicano, Rick Scott, han presionado a la administración Trump para imponer sanciones al régimen de Maduro, a cambio de apoyar con sus votos la aprobación de la Ley de Conciliación Presupuestaria, que estará discutiéndose en la Cámara de Representantes y en el Senado, al menos, hasta mayo de este año.

Esta ley le permitirá a Trump hacer un recorte presupuestal de como mínimo 2.6 billones de dólares en programas de ayuda social para los estadounidenses. Y, además, realizar una inversión de más de 300 mil millones para el ejército, las agencias migratorias y fronterizas, algo prioritario para Trump y el desarrollo de su agenda “America First” (Estados Unidos de América Primero).

Estos legisladores republicanos y el senador antes mencionados, hacen presión en la Cámara de Representantes y el Senado de los Estados Unidos, bajo el discurso de su supuesta preocupación por los derechos humanos de los venezolanos, cubanos y nicaragüenses, y por qué sus gobiernos dictatoriales son un peligro para la región. Lo cual es verdad, porque sí son un peligro para la región. Sin embargo, la realidad es que ellos no están preocupados ni por el futuro, ni por la libertad, ni por el rescate de la democracia de los venezolanos, cubanos o nicaragüenses; ni siquiera se preocupan por el futuro de los estadounidenses o latinos en los EE. UU.

Solo para que tengamos una idea, esta Ley de Conciliación Presupuestaria afectará solo en el área de la salud a 72 millones de estadounidenses, que representan, aproximadamente, un 20% de la población norteamericana, porcentaje que integra a millones de estadounidenses de origen latino. Pero por supuesto, nosotros debemos creer que los legisladores y el senador se preocupan mucho más por los derechos humanos de los venezolanos, cubanos y nicaragüenses. ¡Sí claro!

La verdadera preocupación de estos legisladores son los intereses de sus financistas. ¿Y quiénes son sus principales financistas? Exacto, algunas empresas accionistas de la petrolera ExxonMobil, inversionistas de corporaciones como: Black Rock, Vanguard, State Street y pequeños magnates o empresarios de Florida, en su mayoría de origen cubano, venezolano o mexicano.

El trabajo que realizan estos financistas para cabildear e influir en las decisiones del gobierno estadounidense, sí podría debilitar un poco al régimen de Nicolás Maduro con las sanciones petroleras, mas no lo va a derrocar y ellos lo saben mejor que nadie, porque en el primer gobierno de Trump hubo incluso mayor presión, un financiamiento multimillonario al interinato de Juan Guaidó y el apoyo de más del 60% que tenían prohibido comerciar con el dictador. No no se logró nada.

En Venezuela solo se incrementó la pobreza extrema, la migración, la escasez, la desnutrición, las muertes, el narcotráfico y el enriquecimiento ilícito del régimen madurista. Todos lo sabemos, así que no podemos creer que ahora será diferente, más aún cuando la falsa oposición sigue liderada por la misma gente izquierdista, socialista y colaboracionista.

Así que el objetivo de este cabildeo dirigido por estos grandes y pequeños empresarios tampoco es lograr la libertad de Venezuela o velar por los derechos humanos de nadie. Pero se preguntarán: ¿entonces qué sentido tiene hacer estas presiones?

Pues en el caso de ExxonMobil, tiene dos objetivos concretos y evidentes:

  1. Lograr que la dictadura venezolana pague por la expropiación que les hizo Chávez en el 2007 que equivale (según ExxonMobil) a 10 mil millones de dólares y que aún está en disputa en el tribunal del Banco Mundial.
  2. Debilitar a su principal competidor en la región, la petrolera estadounidense Chevron, que durante años se han disputado la extracción de petróleo en la zona en reclamación venezolana conocida como el Esequibo.

ExxonMobil en 2015 firmó un contrato con Guyana para extraer petróleo en el Esequibo, lo cual es ilegal porque ese territorio es venezolano y actualmente sigue en disputa. Obviamente, ExxonMobil desde ese entonces ha amañado para defender sus intereses comerciales y favorecer a Guyana que el reclamo de ese territorio sea resuelto en la Corte Internacional de Justicia.

Y, por otra parte, el objetivo del lobby de cualquier otro empresario, cubano, venezolano, mexicano o nicaragüense en Miami tampoco está cargado de buenas intenciones para liberar a los pueblos y velar por los derechos humanos de Centro o Suramérica. El lobby se hace porque existen oportunidades de negocio en esos países, que estos empresarios pueden aprovechar.

Pero ¿hay algo malo en esto? No, no está mal. Lo malo es creer que los políticos, los empresarios cabilderos y lobistas, hacen presión a Maduro, simplemente por el hecho de rescatar la democracia o liberar a los ciudadanos de las garras de la dictadura. La realidad es que si Maduro les ofreciera oportunidades de negocio a estos empresarios, asegurándoles que no les van a expropiar sus empresas, ellos aceptarían de inmediato; en ese preciso momento los legisladores de Florida mágicamente dejarían de presionar a Trump desde la Cámara de Representantes y el cuento de que se preocupan por la libertad de los venezolanos se les caería por completo.

Algo importante que debemos tener en cuenta es que estos mismos financistas también han financiado a la falsa oposición venezolana. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Recordemos que en Venezuela no existe ninguna ley, ni programa que audite, investigue o regularice el origen del financiamiento de partidos, elecciones, ni políticos, sean chavistas o de la falsa oposición.

Así que, tampoco crean que María Corina, Leopoldo, Capriles y los otros han sacado dinero de sus cuentas bancarias para financiar sus partidos o la participación en farsas electorales desde hace dos décadas. Ningún político de la falsa oposición ha trabajado nunca para construir una empresa, ni han pagado nómina, ni saben cómo es emprender un negocio desde cero; solo han estudiado en universidades con inclinación ideológica socialista y se han dedicado a politiquear toda su vida.

Ojo, yo no estoy en contra del cabildeo o lobby que se pueda hacer en contra de Nicolás Maduro o de cualquier narco-dictadura genocida. Solo digo que no podemos ver a los políticos o empresarios como personas que ejercen su trabajo para defendernos o liberarnos de absolutamente nada: ellos realmente mercadean con la política porque ese es su negocio. Para ellos es una forma fácil de escalar políticamente o de incrementar la rentabilidad de sus empresas, es así de simple.

MADURO Y EL MERCADO NEGRO DEL PETRÓLEO

En primer lugar, hay una alta probabilidad que en varios meses Chevron no haya concretado una liquidación completa de sus operaciones, y proponga una o varias prórrogas en el plazo para concluir ese proceso. Es obvio que agotarán todas las instancias legales para retrasar el proceso mientras Trump logra la aprobación de su ley presupuestaria.

Pero si luego de las sucesivas prorrogas que pueda solicitar Chevron, aún se mantiene la revocación de su licencia sin ningún tipo de oportunidad para negociar, ¿cómo podría Maduro resistir esas sanciones?

Todos sabemos que para poder comerciar internacionalmente necesitaría dinero legal, como eran estos más de 400 millones de dólares mensuales que recibía por la venta de petróleo a Chevron. Y para eso Nicolás Maduro se verá obligado a vender el petróleo en el mercado negro de China, a precios más baratos, consiguiendo menos rentabilidad, aunque al menos trataría de mantener su sistema de corrupción y control social: los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).

No podemos olvidar que gracias a las expropiaciones de Chávez desde el año 2007, Venezuela comenzó a disminuir su producción agrícola y esto se acentuó en 2010 con la expropiación de la empresa Agro Isleña. En la actualidad el sector agroindustrial trabaja a un 37% de su capacidad instalada, con lo que se cubriría entre el 40 y 42% de la demanda nacional, esto según la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos (Cavidea) y la Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga).

¿Lo anterior ha sido un problema para Maduro? No, al contrario, ha sido el caldo de cultivo perfecto para ejecutar, de nuevo, uno de los sistemas de control social, corrupción y enriquecimiento ilícito más efectivo de la revolución bolivariana: las bolsas de comida CLAP. Comida de mala calidad y con sobreprecios que se importa a través de las empresas del Estado para luego venderla a precios muy económicos a las clases media y baja, con el chantaje de seguir apoyando al régimen.

Dato importante: Fedeagro señala que a pesar del crecimiento que viene experimentado el país en los últimos años, en 2023 se importaron 3 mil millones en alimentos que se podrían producir en Venezuela.

Otro aspecto considerable por detallar es que Maduro siempre ha usado el mismo discurso que encajará perfecto si en algún momento la crisis económica y social se les vuelve a salir de las manos a este y los suyos: la culpa será de las sanciones de Trump. Y así pueden pasar años, mientras los venezolanos siguen emigrando, muriendo de hambre o por falta de medicamentos: igual ellos seguirán en sus mansiones comandando su tiranía narcoterrorista. Esa es la premisa por la que siempre debemos comenzar para analizar cualquier situación política en Venezuela. Chávez, Maduro y su régimen siempre han sido unos criminales y narcotraficantes; cumplieron el sueño de Pablo Escobar: llegar al poder para poder traficar con aeronaves y embarcaciones del Estado y de la fuerza armada.

Tienen poder político, militar y paramilitar, apoyan logística y financieramente a bandas criminales como el Tren de Aragua y resguardan en el territorio nacional a organizaciones terroristas como el ELN, las FARC, Hezbolá, entre otras. Asimismo, tienen apoyo internacional de China, Irán y son el principal aliado de Rusia en América.

¿De verdad somos tan ingenuos para creer que con elecciones, sanciones o comunicados diplomáticos lograremos derrocarlos? Los falsos opositores y sus financistas saben que no se puede derrocar una organización criminal internacional jugando a la democracia o con sanciones económicas, menos cuando sus principales aliados son la élite política, económica y militar que ha estado en guerra fría con los Estados Unidos históricamente por el mercado mundial.

Pero lo importante para esta falsa oposición no es salir del sistema socialista que hoy dirige Nicolás Maduro. No. Su objetivo es seguir liderando esta falsa oposición y mantener el financiamiento multimillonario que reciben del exterior por parte de organizaciones gubernamentales como USAID y no gubernamentales aliadas de la ONU, OEA, Unión Europea, y demás.

En el mejor de los casos, a lo máximo que aspira esta falsa oposición es a liderar el sistema socialista que hoy gobierna a Venezuela a sangre y fuego; democratizarlo un poco para repartirse el poder entre los partidos tradicionales; mantener las bolsas CLAP y mejorarlas agregándoles leche, carne, pollo y pescado; subsidiar la gasolina, los servicios públicos; y seguir viviendo en el eterno socialismo, pero con ellos en el poder. Una total paradoja comprendiendo que estos personajes pretenden derrocar a una dictadura criminal jugando a un espectáculo mediático, diplomático y democrático.

Entonces no creamos todo lo que vemos a través de los mal llamados “medios de comunicación independientes”. Comencemos a analizar los eventos desde un punto de vista pragmático y desde el realismo político. Ese es el punto de partida. Al comprenderlo y descubrir los verdaderos intereses de los políticos, empezaremos a entender hacia dónde quieren ir y lo que de verdad pretenden lograr. Con eso nos ahorraremos muchísimo tiempo y dolores de cabeza innecesarios, y estaremos más cerca de conseguir una salida real a este desastre social.

Juan José Mollegas
Juan José Mollegas

Periodista y locutor venezolano, con estudios de Maestría en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Exiliado desde 2017, luego de sufrir una fuerte persecución por parte de la dictadura de Nicolás Maduro y tras denunciar sus vínculos con el narcotráfico y la banda criminal «El Tren de Aragua». Durante cuatro años formó parte de la sociedad civil de venezolanos en Lima (Perú) alzando su voz en contra de la dictadura de Maduro; fue, entre otras, Coordinador Local de Students for Liberty Colombia (SFL Colombia) en la ciudad de Cúcuta (frontera con Venezuela).

Actualmente, con residencia en Colombia, se desempeña como periodista y analista político independiente. Se autodenomina defensor de las ideas de la libertad, afín a la derecha liberal, provida, antiprogresista y anticomunista, así como opositor a cualquier forma de colectivismo.

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