EL VALOR QUE NO SE PUEDE EXPROPIAR

Lo que hace valioso a un empresario no es su empresa, sino su capacidad de crearla. No es lo que tiene, sino lo que ve. Su valor no está en el activo que administra, sino en el juicio que posee, en la intuición que lo guía, en la capacidad de detectar soluciones donde otros solo ven problemas. No se mide por el saldo en su cuenta bancaria, sino por su talento para transformar escasez en oportunidad, incertidumbre en creación y obstáculos en impulso.

El empresario auténtico es como un arquitecto de lo imposible: identifica lo que falta y lo vuelve oferta, detecta problemas y los convierte en soluciones, toma riesgos y los transforma en riqueza. Ese valor no depende del entorno ni del azar, aunque ambos lo afecten. No depende del respaldo del Estado ni del confort de una regulación favorable. Su fuente es interna. Su fuego es propio, lo lleva consigo. Mientras esté vivo, siempre puede volver a empezar. No teme perder lo que ha construido, porque sabe que puede volver a construirlo. No está aferrado a sus resultados porque su identidad no está en ellos. Su confianza no está en lo que posee, sino en lo que sabe hacer. Puede quebrar sin quebrarse. En una sociedad que idolatra lo visible, el empresario sabe que su verdadero activo no se ve, pero se nota: está en su capacidad de crear valor desde cero. Y eso, justamente eso, no se puede expropiar.

En cambio, el colectivista –me refiero no solo al político, sino al que habita en muchas mentalidades– deposita su valor personal en lo que está afuera. Vive de la validación externa. Necesita cosas para sentirse alguien: títulos, puestos, etiquetas, cargos, reconocimientos, nombramientos. No sabe crear, entonces exige. No sabe competir, entonces reparte. No sabe producir, entonces regula. El éxito de otro lo hiere porque le recuerda lo que él no pudo –o no quiso– hacer. Lo confronta con su impotencia no resuelta. Y de ahí nace su resentimiento. No es que le moleste la pobreza, lo que realmente le irrita es la diferencia. No le duele que alguien esté abajo, le enfurece que otro esté arriba. Confunde la dignidad con la igualdad, y termina odiando todo lo que brilla porque le recuerda que no sabe cómo encender su propia luz.

Ese resentimiento lo vuelve moralista y punitivo. Denuncia la riqueza, no porque se haya conseguido mal, sino porque no es suya. Habla de “justicia social”, pero en realidad clama por venganza. Necesita que todos tengan lo mismo, no para que estén mejor, sino para que nadie lo supere.

Y entonces aparece el Estado como el “gran igualador”. Un Estado que no crea riqueza, pero que promete repartirla; que no premia el mérito, pero castiga el éxito; que no genera, pero gasta; que no arriesga, pero interviene. Y ese tipo de sociedad, más que justa, se vuelve estancada, mezquina, estéril.

El empresario puede vivir sin Estado. El colectivista no puede vivir sin empresario. Pero lo detesta, lo señala. Quiere lo que produce, pero desprecia al que lo produce. Lo necesita, pero lo combate. Lo admira en silencio, pero lo denigra en público.

El empresario no es valioso por lo que tiene, sino por lo que es capaz de hacer incluso cuando no tiene nada. Su valor no se puede expropiar. Es real, es interno y es libre. Y eso, en una sociedad cada vez más obsesionada con lo que se ve, con lo que se muestra, con lo que se aparenta, es precisamente lo que más falta nos hace: gente que valga, incluso sin mostrarlo.

NOTA:

La versión original de este artículo apareció por primera vez en el Diario La República (Colombia).

Camilo Guzmán
Camilo Guzmán

Administrador de negocios de la Universidad EAFIT. Especialista en Gobierno, Gerencia y Asuntos Públicos de la Universidad Externado de Colombia y de Columbia University, y Magíster en Políticas Públicas de Queen Mary University of London. Fue becario Chevening: beca otorgada por el Gobierno británico a futuros líderes.

Ha trabajado en el Senado de la República de Colombia. En el sector privado ha sido docente de cátedra en la Universidad de La Sabana, y actualmente se desempeña como Director Ejecutivo del tanque moderno de acción LIBERTANK.

Artículos: 43

Actualizaciones del boletín

Introduce tu dirección de correo electrónico para suscribirte a nuestro boletín