El debate migratorio en los Estados Unidos no es, en el fondo, sobre seguridad o economía. Realmente, es sobre libertad.
UNA NACIÓN CONSTRUIDA POR INMIGRANTES
Mientras algunos políticos y burócratas difunden propaganda con tintes xenófobos y llaman a reportar “invasores extranjeros”, la verdad es que gran parte de la prosperidad estadounidense ha sido construida y sostenida por inmigrantes. La migración laboral no solo no es una amenaza: es uno de los principales motores económicos, culturales y humanos de los Estados Unidos.
Los Estados Unidos no serían lo que son sin la migración. Desde los irlandeses que huyeron de la hambruna en el siglo XIX, hasta los millones de latinoamericanos que han llegado en las últimas décadas buscando oportunidades, la historia de esta nación es inseparable del movimiento de personas libres en busca de una vida mejor.
Ellos no llegaron con armas ni con planes de dominación. Llegaron con manos dispuestas a trabajar, a construir ferrocarriles, levantar edificios, sembrar campos, servir en restaurantes, fundar empresas, educar hijos y revitalizar barrios enteros. Según el Pew Research Center (2020), más del 13% de la población estadounidense actual es nacida en el extranjero, y los hijos de inmigrantes representan casi un 25% del total nacional. Esta diversidad no ha sido un obstáculo: ha sido un pilar del dinamismo estadounidense.
MIGRACIÓN COMO VENTAJA ECONÓMICA
Aportes al PIB y productividad
Diversos estudios han demostrado que la migración laboral impulsa el crecimiento económico. El National Bureau of Economic Research (NBER) estima que la inmigración contribuye con entre el 15% y 20% del crecimiento anual del PIB real estadounidense. Por otra parte, los economistas Giovanni Peri y Chad Sparber demostraron que los inmigrantes complementan, en lugar de sustituir, el trabajo de los nativos, incrementando la productividad general y permitiendo que los ciudadanos locales se especialicen en ocupaciones de mayor valor agregado.
Emprendimiento e innovación
Lejos de ser una carga, los inmigrantes son una fuente vital de innovación. Un informe de 2017 de la Fundación Kauffman reveló que los inmigrantes tienen el doble de probabilidades de fundar una empresa que los nacidos en los EE. UU. Desde pequeñas tiendas hasta gigantes tecnológicos como Google (cofundada por Serguéi Brin, inmigrante ruso), la historia emprendedora de Norteamérica también es una historia migrante.
Más del 40% de las empresas Fortune 500 fueron fundadas por inmigrantes o sus hijos, incluyendo Google, Tesla, eBay, Pfizer y Yahoo, de acuerdo con New American Economy.
Sectores clave
Agricultura
Según el U.S. Department of Agriculture, los trabajadores agrícolas nacidos en el extranjero representan aproximadamente el 73% de la fuerza laboral total en ese sector. Sin ellos, gran parte de la producción alimentaria colapsaría.
Construcción
En ciudades como Houston, Los Ángeles o Miami, más del 40% de los trabajadores de la construcción son inmigrantes de acuerdo con el U.S. Bureau of Labor Statistics.
Cuidado de la salud
Un 28% de los médicos y un 24% de los auxiliares de salud en los EE. UU. son inmigrantes, según datos del Migration Policy Institute, fundamentales en un sistema que enfrenta déficits crecientes de personal.
Tecnología
En Silicon Valley, de acuerdo con The National Foundation for American Policy, el 71% de los trabajadores del área STEM con doctorado son inmigrantes. El sector depende de esta mano de obra para innovar y liderar globalmente.
A esto se suman sectores como el transporte, la logística y los servicios domiciliarios, donde los inmigrantes representan más del 30% de la fuerza laboral en varios Estados, según datos del American Community Survey de 2021.
EL MITO DEL “COSTO” MIGRANTE
Uno de los argumentos más repetidos por los nacionalistas es que los inmigrantes “le cuestan” al Estado. Pero este argumento parte de una falacia colectivista: que el Estado es el dueño legítimo de la riqueza nacional y, por tanto, puede decidir arbitrariamente quién representa una “carga”.
El Cato Institute ha mostrado que los inmigrantes ilegales, incluso sin acceso pleno al sistema de bienestar, pagan anualmente más de USD$ 23 mil millones en impuestos (entre ventas, propiedad, renta e ingresos). Los inmigrantes legales pagan aún más, y al retrasar su acceso a Medicare y seguridad social, son contribuyentes netos durante años.
El verdadero problema no es la migración, sino el tamaño del Estado y la rigidez de su aparato burocrático. En un sistema genuinamente libre –sin subsidios, ni transferencias forzadas, ni redistribución estatal– no habría ningún argumento económico válido para impedir la entrada de trabajadores libres.
Un estudio de 2017 de la National Academies of Sciences mostró que el inmigrante promedio contribuye positivamente a las finanzas públicas a lo largo de su vida, especialmente cuando se les permite trabajar de forma regularizada y se elimina la traba de la informalidad.
LIBERTAD DE MOVIMIENTO: UN PRINCIPIO INNEGOCIABLE
Desde una perspectiva libertaria, la libertad de movimiento no es una concesión del Estado, sino un derecho inherente al individuo. En Power and Market (1970), Murray Rothbard lo expresa con claridad:
Si no hay invasión de propiedad privada, no hay violación de derechos. Cruzar una frontera estatal no es invadir; es trasladarse de un lugar a otro sin agredir a nadie.
El control migratorio estatal niega este derecho, bloqueando contratos voluntarios entre empleadores e individuos pacíficos. Si un ciudadano quiere contratar a un jardinero mexicano o una empresa desea reclutar ingenieros indios, el Estado no debería interferir. La única barrera legítima es la propiedad privada, no la coerción estatal.
Además, la aplicación violenta de las leyes migratorias –con redadas, detenciones, separación de familias y deportaciones forzadas– constituye una forma flagrante de agresión institucionalizada, incompatible con cualquier sistema basado en el PNA (principio de no agresión).
LOS ESTADOS UNIDOS NECESITAN MÁS MIGRANTES, NO MENOS
Lejos de ser una amenaza, la migración es una oportunidad estratégica. La Oficina del Censo proyecta que, sin migración neta positiva, la población estadounidense comenzará a disminuir hacia mediados del siglo XXI, comprometiendo el sistema de pensiones y la sostenibilidad fiscal.
Según la Cámara de Comercio de los EE. UU., hay más de 9 millones de vacantes sin cubrir en sectores esenciales como manufactura, transporte, salud y hospitalidad. La falta de trabajadores limita la recuperación postpandemia y reduce la competitividad global. En contraste, los inmigrantes tienden a ser más jóvenes y dispuestos a reubicarse geográficamente, lo que dinamiza el mercado
Un estudio del American Action Forum estimó que duplicar la inmigración legal generaría un crecimiento adicional de USD$ 1.3 billones en el PIB durante la próxima década.
A su vez, la inmigración es una respuesta inmediata al envejecimiento poblacional: el 82% del crecimiento demográfico estadounidense en la última década vino de migrantes y sus descendientes, de acuerdo con el Brookings Institution.
EN CONCLUSIÓN: MAS LIBERTAD Y MENOS REDADAS
El debate migratorio en los Estados Unidos no es, en el fondo, sobre seguridad o economía: es sobre libertad. ¿Debería el Estado tener el poder de impedir que dos adultos libres firmen un contrato de trabajo?, ¿de negar a alguien el derecho de vivir y contribuir en paz?, ¿de criminalizar el movimiento voluntario de individuos que no agreden a nadie?
La respuesta libertaria es clara: NO.
Tienen que dejar de perseguir trabajadores y empezar a perseguir a los verdaderos parásitos: los burócratas que viven del miedo, la regulación y la represión. Porque si hay algo que realmente ha movido a los Estados Unidos desde su fundación, no es el control, sino la libertad.