Cada vez que escucho a un joven idealizar el socialismo, me lo imagino intentando explicárselo a alguien que lo ha vivido en carne propia. El discurso es predecible: alquiler gratis, atención médica gratis, educación gratis, corregir las desigualdades del capitalismo, y demás; todo, muy tentador, especialmente en un mundo donde cada día la vida parece ser más costosa. Sin embargo, ya sabemos cómo termina esa historia: no en una utopía, sino en control, censura, miedo y, frecuentemente, violencia.
Una encuesta de marzo de este año realizada por el Cato Institute y YouGov reveló que 6 de cada 10 neoyorquinos de entre 18 y 29 años tienen una visión favorable del socialismo. No se trata de una moda pasajera en los campus: se trata de un movimiento político que está ganando terreno. En algunos lugares, como la ya mencionada ciudad de Nueva York, los socialdemócratas están llegando al poder con promesas de congelar los arriendos, proveer supermercados estatales, dar billetes de autobús gratis y proveer un salario mínimo de 30 dólares.
Para la Generación Z esto suena a compasión, a justicia, a la respuesta a los “fracasos” del capitalismo. Pero para cualquiera que haya visto el socialismo en acción en el mundo real –no en el aula, ni en TikTok, ni en un cartel de campaña– es el mismo primer capítulo de una historia que ha costado millones de vidas y libertades.
Y no puedo evitar imaginar a esos jóvenes simpatizantes intentando defenderlo ante alguien que ha perdido su libertad de la noche a la mañana por ello, incluyendo a mi amiga, María Oropeza.
APRESADA EN MEDIO DE LA NOCHE
El 6 de agosto de 2024 en la noche, María Oropeza –abogada de 30 años, activista y líder de mi organización, Ladies of Liberty Alliance (LOLA)–, fue raptada en su hogar en el Estado de Portuguesa (Venezuela) por la tiranía de Nicolás Maduro. Sin cargos, sin juicio. Simplemente la detuvieron, y esto pasó mientras ella se encontraba transmitiendo en vivo desde su cuenta de Instagram. ¿Su delito? Atreverse a denunciar la dictadura socialista que ha destruido a Venezuela.
Este mes se cumple un año de su devastadora captura.
María había estado trabajando en la campaña presidencial de la líder opositora María Corina Machado, quien, a pesar de ganar las Elecciones Primarias de 2023, fue inhabilitada para postularse a un cargo público y perseguida implacablemente por el régimen de Maduro. Como parte de su equipo, la joven María también se convirtió en un objetivo.
Durante dos meses, su familia ni siquiera sabía si estaba viva. Cuando finalmente supieron, fue para enterarse de que estaba recluida en El Helicoide, el centro de tortura más infame de toda Latinoamérica.
Incluso después de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictara medidas cautelares para su seguridad, el régimen no solo las ignoró, sino que redobló sus esfuerzos: publicó cuestionables videos acerca de la captura de María y empleó tácticas psicológicas para silenciar la indignación internacional… ella sigue recluida ahí.
EL PROBLEMA DE DARLE AL GOBIERNO “MÁS PODER PARA AYUDAR”
Esto es lo que ocurre cuando se le da al gobierno más poder para “ayudar”. Cuando se le confía gerenciar las empresas, controlar precios, administrar los salarios, fijar rentas y la promesa de una vida aparentemente “asequible”, se le otorga el dominio sobre cada aspecto de nuestras vidas. Pero esta es la realidad: un gobierno capaz de dártelo todo, asimismo puede quitártelo todo.
La historia de María no es una excepción. Es un capítulo del clásico libro que todo experimento socialista ha escrito. Siempre empieza igual –con promesas de justicia y “cosas gratis”– y siempre termina igual: con menos libertad, más intervención y un Estado que castiga las disidencias con la cárcel… o con la vida.
La Generación Z necesita reconocer las dos señales de alerta que indican que el socialismo está echando raíces. Cualquier sistema socialista comienza de la misma manera… con estas dos medidas:
- Castigar a los “ricos” para corregir los supuestos errores del capitalismo; redistribuir su riqueza para “compensar” a los pobres.
- Permitir que el gobierno se haga cargo de sectores considerados “demasiado importantes” para el libre mercado (sanidad, vivienda, universidades) y ofrecerlos “gratis” al público.
¿Por qué todo es esto tan peligroso? Porque la única manera de lograrlo es concediéndole más poder al gobierno. Y aunque a menudo empieza con pequeñas cosas, incluso con la aprobación democrática, nunca se detiene ahí. El poder otorgado al gobierno es un poder que casi nunca se devuelve.
Todo lo que el gobierno “te da gratis”, primero se lo tuvo que quitar a alguien. El gobierno no puede crear riqueza; solo la reparte, destruyendo gran parte de su valor en el proceso, hasta que no queda nada que tomar. Entonces llega el shock: no hay nuevos productores a los que gravar, ni innovación que impulse el progreso, solo una economía desprovista de vida.
Ninguna autoridad central puede gerenciar empresas enteras con éxito. ¿Por qué? Porque ninguna institución puede jamás acaparar todo el conocimiento, los incentivos y la retroalimentación que el libre mercado proporciona de forma natural. Sin eso, el resultado es inevitable: el fracaso, tanto humano como económico.
En esencia, el socialismo se basa en la propiedad gubernamental. Y cuando el gobierno lo posee todo, tú no posees nada, ni siquiera tu propia voz.
EL SOCIALISMO ES UNA CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE
A la Generación Z que idolatra el socialismo porque suena “anti-corporativo” o “pro-pueblo”, les insto a que aprendan de historia. Hablen con quienes la han vivido. La historia de María no es ciencia-ficción, no es teatro político: está sucediendo ahora mismo.
Nos encontramos en una peligrosa encrucijada, donde movimientos como el de Zohran Mamdani en Nueva York no son tan ingenuos como parecen. Forman parte de una ideología creciente que idealiza el poder gubernamental bajo la bandera de la compasión, sin tener en cuenta lo que sucede cuando se abusa de ese poder.
María Oropeza es un nombre que quizás muchos de ustedes jamás hayan escuchado, pero representa a millones: millones que alguna vez creyeron en las promesas del socialismo… y pagaron por ello con su libertad.
Dejemos de caer en las mismas mentiras, con un mejor diseño y eslóganes llamativos, adaptados y modernizados para la juventud de hoy. El socialismo no es solo una idea política de moda en TikTok y en eslóganes de campaña. En el mundo real, es una cuestión de libertad o esclavitud: de vida o muerte.
NOTA:
La versión original de esta columna apareció por primera vez en el portal norteamericano The Daily Economy.