¿POR QUÉ LOS AMIGOS SON NUESTRA MEJOR INVERSIÓN EMOCIONAL?

Vivimos en una sociedad obsesionada con el amor romántico. Basta con ver las películas que consumimos, las canciones que escuchamos o los temas que dominan nuestras conversaciones. No es de extrañar que cuando las relaciones de pareja fallan –o simplemente no llegan– muchas personas acudan a terapia buscando respuestas. Pero mientras centramos nuestra atención en el romance, pasamos por alto un elemento igualmente vital para nuestro bienestar: la amistad auténtica.

Resulta que la ciencia lleva años mostrándonos algo que quizá intuíamos: tener buenos amigos no solo hace la vida más agradable, sino que puede salvarla literalmente. Las investigaciones demuestran de manera consistente que las personas con amistades sólidas y significativas disfrutan de mejor salud mental, mayor longevidad y hasta un sistema cardiovascular más resistente.

Julianne Holt-Lunstad, profesora de psicología y neurociencia y directora del Laboratorio de Conexión Social y Salud de la Universidad Brigham Young, ha dedicado su carrera a estudiar este fenómeno. Sus hallazgos son contundentes: la falta de conexiones sociales profundas –ya sea por aislamiento, soledad o relaciones disfuncionales– representa un riesgo para la salud comparable a fumar 15 cigarrillos al día. Y, sin embargo, seguimos tratando las amistades como un complemento prescindible de nuestra vida social, en lugar de reconocerlas como el pilar fundamental que son.

LA CIENCIA DETRÁS DE LAS BUENAS AMISTADES

Los mecanismos por los cuales las amistades nos protegen son tan fascinantes como diversos. Estudios de neurociencia han revelado que los amigos cercanos muestran patrones similares de actividad cerebral cuando procesan emociones o estímulos del entorno. En cierto modo, compartimos literalmente una forma de ver el mundo con aquellas personas que más nos importan.

Pero los beneficios van mucho más allá. Cuando enfrentamos situaciones estresantes, la presencia física de un amigo comprensivo puede moderar nuestra respuesta cardiovascular, evitando esos picos de presión arterial que a la larga dañan el organismo. Incluso nuestra percepción del mundo cambia: en un experimento revelador, los participantes percibieron una colina como menos empinada cuando estaban acompañados por un amigo cercano.

LA SOLEDAD EN CIFRAS

Mientras la amistad demuestra ser un poderoso protector de la salud, su antítesis –la soledad no deseada– se ha convertido en un problema de salud pública creciente. Los datos son alarmantes: en Colombia, por ejemplo, el 27% de los jóvenes reporta sentirse solo con frecuencia, una cifra que supera incluso a la de los adultos mayores (17%).

Esta no es una simple cuestión de bienestar emocional. Estudios longitudinales muestran que la falta de conexiones sociales profundas aumenta significativamente el riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y muerte prematura. Las cifras son tan contundentes que algunos expertos comparan el impacto de la soledad crónica con el de la obesidad o el tabaquismo.

EL FUTURO DE LA CONEXIÓN HUMANA

Toni Irastorza, experto en tendencias sociales, analiza cómo evolucionará este fenómeno en las próximas décadas. Entre sus predicciones más llamativas se encuentran:

  • La aparición de nuevas profesiones dedicadas específicamente a combatir la soledad.
  • Un mercado creciente de productos y servicios diseñados para generar conexiones auténticas.
  • El resurgimiento de la espiritualidad y las comunidades locales como antídoto contra el aislamiento.
  • El papel ambivalente de la tecnología, que por un lado conecta digitalmente, pero por otro puede alejarnos emocionalmente.

Es por esto por lo que, en un mundo que privilegia las conexiones superficiales y las relaciones utilitarias, cultivar amistades profundas se ha convertido en un acto casi revolucionario. No se trata simplemente de tener con quien salir el fin de semana, sino de construir esos vínculos que nos sostienen en los momentos difíciles, que celebran nuestros triunfos como propios y que, según la ciencia, pueden literalmente alargar nuestros días.

La próxima vez que pienses en tu bienestar, considera esto: esa llamada telefónica que pospones a tu viejo amigo, ese café que siempre quedas en tomar “algún día”, ese mensaje que no envías por pura pereza… quizás sean tan importantes para tu salud como tu próxima cita médica. En un mundo cada vez más conectado tecnológicamente, pero más desconectado humanamente, las amistades verdaderas son un tesoro que debemos aprender a valorar en su justa medida.

Diana Milena Parra Montaño
Diana Milena Parra Montaño

Psicóloga de la Universidad Minuto de Dios y Neuropsicóloga de la Universidad de San Buenaventura. Candidata a magíster en Psicología de la Universidad de los Andes. Docente investigadora de la Fundación Universitaria San Alfonso (Bogotá Colombia).

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