REBELIÓN DE LOS COMUNEROS ¿UNA PROEZA HACIA LA LIBERTAD?

Finalizando el siglo XVIII, El Socorro, localidad perteneciente a la provincia santandereana, era uno de los focos más populares, industriales y comerciales del interior de Colombia. Su geografía accidentada acogía una cantidad relevante de poblamientos de ascendencia hispánica, comunicada por una red de tortuosos caminos de herradura. Sus habitantes se distinguían por un fuerte individualismo, por su carácter insurrecto, emprendedor y trabajador. Había en el Mánchester Granadino una intensa agroindustria textil, de melazas y aguardiente, de plantaciones de tabaco, fique y algodón, y aun de ganadería, que ocupaba una densa mano de obra que provenía tanto de la urbe como del campo.

Ese conglomerado de gente trabajadora era continuamente sometido por numerosos, impopulares y asfixiantes impuestos; por la prohibición de cosechar y comerciar tabaco, de tener alambiques y factorías. Los atropellos y depredaciones era el pan de cada día, y estos provenían de los alcaldes, guardas de rentas y gendarmería. Contra tan inaguantable situación estalló la protesta popular de El Socorro, el 16 de marzo de 1781.

¡VIVA EL REY Y MUERA EL MAL GOBIERNO!

Este incalculable movimiento fue encabezado por la heroína Manuela Beltrán, que en un acto de suma bravura rompió el edicto, sumando aquel grito resonante: ¡Viva el rey y muera el mal gobierno! Mandato que momentos antes hubiese sido puesto por las autoridades coloniales en la plaza de aquel terruño; que contenía los nuevos gravámenes, de los cuales la corona española esperaba recolectar las contribuciones necesarias para mantener la Armada de Barlovento. Dicha armada fue creada con el fin de proteger los territorios ultramarinos americanos anteriormente conquistados, de los continuos ataques de sus enemigos, así mismo como de piratas y corsarios.

Con el transcurso de aquella latente agitación, fue elegido como general de los insurrectos Juan Francisco Berbeo, en asocio de Salvador PlataAntonio Monsalve y Francisco Rosillo, quienes constituyeron la junta llamada el común de donde resulto la denominación de comuneros. En sus comienzos sus protagonistas más visibles eran los pobres, luego comenzaron a tener trascendencia los sujetos de condiciones económicas un poco más favorables –comerciantes, carniceros y pequeños agricultores– y ya la rebelión empezó a organizarse. También se incorporaron indígenas, liderados por Ambrosio Pisco, un cacique rico de aquella época. De igual forma se unieron a la contienda una gran cantidad de negros denominados libertos.

TODOS A SANTA FE

Esta muchedumbre se encamino hacia Santa Fe –actual Bogotá D.C.–; una cantidad cercana a 6.000 personas para ser más específicos. Durante esta travesía también se unieron de 18.000 a 20.000 residentes de zonas aledañas a esta pujante revuelta. En el Puente Real (hoy Puente Nacional), cerca de Vélez, se encontraron con la pequeña tropa enviada desde Santa Fe a órdenes de José Osorio y del capitán Joaquín De La Barrera, quienes no pudieron interrumpir el avance de los comuneros y, mientras el regente Gutiérrez De Piñeres salía en precipitada marcha hacia Cartagena de Indias para buscar la protección del Virrey Flórez. El gobierno acordó impedir la llegada comunera a Santa Fe y designó como legatarios negociadores al oidor Vasco y Vargas y al alcalde Don Eustaquio Galavís. El arzobispo –y después virrey– Antonio Caballero y Góngora, ayudó en las negociaciones con su presencia y sus discursos a la muchedumbre.

ZIPAQUIRÁ, LAS CAPITULACIONES Y SU INCUMPLIMIENTO

Siendo así, toda está multitud vino a estar reunida en Zipaquirá, el epicentro de las negociaciones con los representantes de la corona. Como resultado se obtuvieron Las Capitulaciones; recibiendo este nombre porque el documento fue divido en capítulos y no porque la firma de los insurrectos significara de algún modo una rendición de su parte. Entre otros, los puntos más destacados del documento fueron:

  • Derogación o disminución de los impuestos que no habían sido consultados con la población. De forma unánime, se exigió la eliminación del tributo de la Armada de Barlovento, y la disminución en las tarifas de las contribuciones sobre el tabaco y el aguardiente.
  • Devolución de algunos resguardos y minas de sal a los indígenas, reducción de la tarifa de sus tributos y la derogación del diezmo.
  • Restitución de los criollos en algunos cargos públicos que habían sido ocupados por los españoles después de las reformas borbónicas.
  • Eliminación del tributo que debían pagar los negros libertos.

Una gran parte de la revuelta estaba representada por los criollos, que en su mayoría, admitieron las capitulaciones y regresaron de forma tranquila a casa. Sin embargo algunos miembros de la revuelta, encabezados por José Antonio Galán, desconfiaron de la celeridad con que fueron aceptadas las condiciones por parte de los negociadores y el arzobispo; y prosiguieron la lucha. En una reunión posterior de las autoridades de Santa Fe se acordó la nulidad de Las Capitulaciones, y el Virrey desde Cartagena de Indias ordenó la captura de Galán y la de los demás comuneros que aún proseguían con el movimiento.

El movimiento comunero fracasó, pero dejó en claro a los criollos la desconfianza que debían tener frente a las autoridades españolas. Las Capitulaciones de Zipaquirá no fueron más que un instrumento de las autoridades coloniales para ganar tiempo mientras se reforzaba la capital con tropas enviadas desde Cartagena de Indias. Sin embargo, el movimiento demostró la debilidad del gobierno español y sacó a la luz las profundas inconformidades en las que se encontraba la sociedad granadina de finales del siglo XVIII.

¿EN QUÉ TERMINÓ ESTA LUCHA?

En las Capitulaciones de Zipaquirá, que Berbeo y los Comuneros negociaron con la Comisión Oficial, encontramos presentes la defensa de las tradiciones jurídicas de los pueblos, el reclamo por la supresión y por la rebaja de los impuestos, la libertad de cultivo y de libre comercio del tabaco, la mejora de los caminos y de los puentes, el acceso de los americanos a los altos puestos administrativos, la devolución de los resguardos y de las salinas a los indígenas, así como otras reivindicaciones semejantes.

El virrey Manuel Antonio Flórez, quien se encontraba en Cartagena de Indias, desconoció Las Capitulaciones bajo el argumento de que habían sido firmadas bajo amenaza, y envió el regimiento fijo desde esa ciudad para implantar la autoridad en Santa Fe. Todo volvió a su antiguo estado. Un grupo de comuneros al mando de José Antonio Galán decidió levantarse de nuevo. En represalia, él y sus compañeros Isidro MolinaLorenzo Alcantuz y Manuel Ortiz, recibieron castigos ejemplares.

Galán fue ejecutado en enero de 1782 junto con los otros tres jefes comuneros; se les quitaron los pies, las manos y la cabeza y éstas fueron expuestas en jaulas en las plazas públicas de la capital virreinal y de los pueblos más activos de la rebelión. Sus descendientes fueron declarados infames, todos sus bienes fueron confiscados y sus hogares destruidos y regados con sal. El cacique Ambrosio Pisco fue encarcelado en Cartagena de Indias y pese a que luego fue libertado, nunca pudo volver al interior del país. Otros dirigentes fueron sentenciados a sufrir 200 latigazos, vergüenza pública y prisión en África. Muchos campesinos sin tierra fueron enviados a Panamá, donde perecerían por cuenta de las inclemencias del malsano clima tropical. Las pocas penas impuestas a los participantes más ricos fueron mucho menos horrendas; algunos simplemente fueron encarcelados en Cartagena de Indias y después fueron indultados. Mucha gente se dispersó a las zonas periféricas por temor a las represalias.

¿QUÉ QUEDÓ DEMOSTRADO?

Que una gesta de estos fines debe tener en cuenta que le está reclamando nada más y nada menos que a sus gobernantes, y estos de manera ligera no van a ceder a las pretensiones de cualquier grupo, y más si esta lucha se forjo en buscar la eliminación de la tiranía, autoritarismo y despotismo de gobernantes hacia gobernados, además de que se reduzca su intromisión en el comercio. Para muchos pueblos de aquel entonces le resultaba muy beneficioso tener un mercado fortalecido, ya que este generó un gran progreso en la región y no querían que este régimen los ultrajara a punta de tributos; porque consideraban que los fines de la corona no eran de incumbencia para estos lugareños, y aniquilaban el progreso y la libertad que de momento ya empezaban a reclamar.

El mundo entero –en especial Iberoamérica y los Estados Unidos– actualmente vive un momento muy tenso, lleno de muchas protestas, caos y amenazas. No obstante, hay que destacar que existe una fracción que está luchando por su libertad y hay otros que quieren que el Estado haga más parte de su diario vivir, sin mirar antes que éste en sus facultades coercitivas, expolia el fruto de su esfuerzo a los individuos, con el fin de satisfacer a aquellos que de forma violenta quieren garantizar sus “derechos”.

Nota

Este articulo fue escrito por Nelson Javier Rueda Rueda: Estudiante de contaduría pública y voluntario para SFL Colombia. Minarquista y fiel defensor de las ideas de la libertad. Seguidor del pensamiento de figuras tan notables como Frédéric Bastiat, Thomas Sowell, Ayn Rand, Friedrich von Hayek, entre otros.

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