Recuerdo perfectamente ese día. A México había llegado un grupo de políticos conservadores que impulsaron una epístola llamada Carta de Madrid, en donde buscaban una alianza con el partido conservador local: el PAN. Esta carta era un tratado para impulsar la democracia y los partidos libres en toda la región.

Unos días después, abrí redes sociales y me encontré con una cápsula en la que el entonces diputado Jorge Triana debatía con una política de MORENA. Ella le decía que su partido estaba lleno de clasistas, racistas, xenófobos, y demás. Triana agachaba la cabeza de vez en cuando, y en las intervenciones donde ella insultaba a sus compañeros de partido, él se puso a aplaudir.

Nunca, hasta ese momento, me había dado cuenta del grado de deterioro del PAN. Ese día entendí que ya no existía absolutamente ninguna oposición.

Un partido, y de hecho cualquier grupo, debe estar unido por una idea en común: la identidad. Incluso en una empresa se trata de formar una identidad compartida entre sus filas, y cuando no tienes algo que te ate emocionalmente a tu grupo, la unidad se vuelve extremadamente frágil.

En el momento en el cual MORENA empezó a formarse como partido, lo hizo de una manera brutal y muy inteligente. Sabían que los mexicanos eran profundamente religiosos y que también había cierta identidad en torno al color de piel. MORENA adoptó ese nombre tratando de conquistar a la mayor cantidad de gente posible, sin hacer directamente una alegoría religiosa, pero con un fuerte componente de lo que Andrés Manuel López Obrador entendía como “lo mexicano”.

MORENA pronto tocó el corazón de la gente y comenzó a formarse una identidad alrededor del partido, tan fuerte que se practicó un culto al líder durante muchísimos años.

La estructura tradicional de partidos poco o nada podía hacer frente a un mesías que venía a cambiar por completo el país. Una figura tan mesiánica que declaró que con él iniciaba un nuevo período histórico denominado La Cuarta Transformación, y que también dijo que, al resultar electo, absolutamente todos los problemas del país se iban a solucionar. Durante su sexenio, trató de vincular todo apoyo social con el apoyo a su persona.

¿Por qué cuento todo esto? Porque primero quiero que se entienda contra qué estaba luchando la oposición y cuál fue su actitud ante un enemigo tan grande.

Durante la firma de la Carta de Madrid, dentro del PAN comenzaron a formarse bloques que guerreaban entre sí. Existía un bloque progresista, en el que se encontraba Jorge Triana, y un bloque conservador, que fue el que firmó el pacto. Estas dos facciones no entendieron el principio de unidad grupal ni una de las reglas más importantes del poder: cometer un error es muchas veces irrelevante, lo que importa es cómo lo presentas.

Ante la falla en su estrategia de seguridad, el expresidente declaró “ahí están las masacres” y se rio. Ante el asesinato de los estudiantes en el 68, Gustavo Díaz Ordaz declaró estar “sumamente orgulloso” de haber sacrificado incluso su nombre en la historia para poder salvar al país. El costo político que ambos pagaron fue prácticamente nulo: López Obrador mantuvo su popularidad, Díaz Ordaz no pisó la cárcel.

En cambio, cuando el expresidente Enrique Peña Nieto declaró que se había equivocado al invitar al entonces candidato Donald Trump a México para dialogar, despidió a la persona más importante de su gabinete. Algo que pudo haber sido completamente evitable y que incluso pudo verse como un acto de estadismo meses después, cuando Trump fue electo presidente.

Mientras los errores de los dos primeros expresidentes costaron vidas, reitero, su costo político fue nulo. En cambio, el error de Peña Nieto –en ese caso en particular– tuvo un altísimo costo político por la torpeza con la que presentó su error.

Como Jorge Triana no entendía un carajo de política, terminó atacando a sus propios compañeros de equipo y aplaudiendo el discurso de una persona cuyo partido se codea y financia a dictaduras en América Latina. Le aplaudió a un partido que tiene criminales sexuales, pedófilos, asesinos y narcotraficantes en sus filas.

Pero ¿cómo llegó a este nivel de patetismo el principal partido opositor?

El PAN ha enfrentado una enorme crisis interna: fuertes conflictos entre el expresidente Felipe Calderón, el excandidato presidencial Ricardo Anaya y la lucha por el poder de Marko Cortés Mendoza terminaron destruyendo al partido e intentando canibalizar los restos que quedaban.

También empezaron a perder cualquier tipo de identidad grupal, al grado de que incluso conocidos míos, cuyos perfiles encajaban completamente en MORENA, terminaron uniéndose al PAN. No para integrarse a un partido conservador, sino para tratar de construir “una verdadera izquierda como la de MORENA, o aún mejor”. Un total despropósito.

Dejaron entrar a perfiles sumamente variados que no compartían identidad alguna, y que ni siquiera eran lo suficientemente buenos políticos como para ponerse de acuerdo en la persecución del poder. Esto, terminó fracturando por completo a toda la oposición.

El último clavo en el ataúd de la oposición fue cuando decidieron, en conjunto, apoyar a la peor candidata que han tenido jamás: Xóchitl Gálvez.

No conformes con eso, hicieron dos cosas que terminaron matando políticamente al conejillo de indias que constituyó Xóchitl Gálvez:

  1. Enfocaron una campaña muy mal diseñada en su identidad personal. Además, intentaron emular las propuestas y la ideología de MORENA.
  2. Y, por si fuera poco, las peleas adentro y fuera de los partidos abandonaron por completo la candidatura de Xóchitl.

La pérdida de la capacidad de la oposición para hacerle frente al partido en el poder, se la tuvo bien ganada por su incompetencia política.

Si llegaste hasta aquí, solamente quiero que te quedes con una lección:

Cada vez que hablen Ricardo Anaya, el expresidente Felipe Calderón o literalmente cualquiera de la oposición –con especial énfasis en Jorge Triana– recuerda que el estado actual del país, la cooptación total de poderes, la fallida estrategia de seguridad, el prácticamente nulo crecimiento económico, no son únicamente responsabilidad de MORENA. No. Nada de lo que estamos viviendo hoy habría sido posible sin la incompetencia de la oposición. Triana, Calderón, Ricardo Anaya, Kenia López Rabadán, todos ellos, junto con sus compañeros de equipo, son responsables de lo que hoy nos está pasando.

Esa gente no se merece ni un aplauso. Mucho menos se merece seguir viviendo del presupuesto público.

Ojalá, si algún día logramos sacar a MORENA del poder, también tengamos el valor de sacar por la puerta de atrás a todos esos políticos que les facilitaron el camino.

Alejandro Ramírez
Alejandro Ramírez

Economista mexicano. Director de investigación en «De Capital Importancia»: un Think-Tank dedicado al análisis de políticas públicas y calidad institucional en América Latina. Ha colaborado con instituciones como Cato Institute, Florida International University, México Evalúa y Atlas Network, liderando proyectos sobre riesgo político, trámites burocráticos y gobernanza económica. Fue seleccionado como Emerging Research Fellow por Atlas Network y Templeton World Charity Foundation. Inc., como uno de los seis investigadores jóvenes más prometedores de la región.

Su trabajo se enfoca en la intersección entre economía institucional, desarrollo, sistemas monetarios y economía política de la violencia. Es coautor del «Índice de Burocracia» y autor del «Índice de Riesgo Político para el caso México».

Actualmente, combina su labor investigadora con la promoción de ideas de mercado y políticas públicas orientadas a ampliar la libertad y las oportunidades económicas en contextos de alta informalidad.

Artículos: 1

Actualizaciones del boletín

Introduce tu dirección de correo electrónico para suscribirte a nuestro boletín