Cual niño envidioso que se lleva la pelota a casa cuando su equipo va perdiendo el partido en la barriada, el señor presidente Gustavo Petro Urrego se la pasa amenazando con convocar la ira del pueblo: del constituyente primario, para que se tome las calles y siente su voz de protesta por el hundimiento de la consulta popular y otras de sus iniciativas en el Senado. La presente columna se encuentra dirigida a él.

Presidente Petro, supo usted que el pueblo si se tomó las calles y habló fuerte y claro, pero no como quizás creo que suele recrearlo en su mítico imaginario macondiano. A la llamada Marcha del Silencio concurrieron millones de ciudadanos en más de 16 ciudades de Colombia y otros municipios. Y, precisamente, lo hicieron para rechazar la violencia que su gobierno coadyuva a exacerbar gracias a su evidente discurso incendiario y de odio, y a sus políticas públicas incoherentes en materia social, económica y de seguridad.

A diferencia de las marchas que su administración organiza, la de ayer sí fue genuinamente espontánea y nació como una iniciativa del pueblo del que usted se autoproclamó como su mesías. Fue suficiente que la idea se abriera camino en redes sociales como X (antes Twitter) y en canales de mensajería grupal como WhatsApp para que los colombianos de a pie cumplieran esta cita con la historia. Eso sí, en su promoción no se utilizaron bodegueros ni influenciadores pagados con los impuestos de los colombianos, ni conciertos con artistas progres del gusto de su alfil en RTVC.

Si bien a la marcha se le colocó el apellido “del Silencio”, ya que fue convocada para dar voces de aliento al senador y precandidato Miguel Uribe –quien se debate entre la vida y la muerte en la Fundación Santa Fe, al norte de Bogotá– y para decirle no a la violencia generalizada que campea en las ciudades, los pueblos y los campos de Colombia, la proclama “¡Fuera Petro!” volvió a ser el himno de una sociedad cansada de su ineficiencia y la de sus lugartenientes y áulicos.

Esta Marcha del Silencio no fue financiada con recursos públicos como las suyas. Tampoco contó con el acostumbrado concurso de agitadores profesionales, y la pericia y logística que suelen aportar FECODE y las centrales obreras en estos casos. Mucho menos contó con la asistencia del ejército de empleados públicos y contratistas a quienes su gobierno obliga a marchar y que lo hacen para no perder la cuchara.

Presidente Petro, el pueblo –o por lo menos el 50% o más que no votó por su propuesta de país– fue el que salió a la calle. Allí no hubo burgueses, capitalistas, terratenientes, empresarios esclavistas, periodistas lacayos al servicio de los grupos de poder y los “HP” a los que últimamente suele referirse en sus diatribas en la plaza pública. En su lugar hubo amas de casa, pensionados, oficinistas, veteranos de la Fuerza Pública, profesionales, familias. En fin, ¡el pueblo!

Claro está, en esta marcha de la ciudadanía no faltaron los politiqueros de oficio como usted, que, cual aves de rapiña, aprovechan cualquier circunstancia y acontecimiento de la vida nacional para ganar puntos y hacerse visibles ante su electorado y clientela.

De ahí que el llamado de atención que hizo el pueblo ayer a su Gobierno y, creería yo, al grueso de los políticos colombianos, constituye per se un hito que supera con creces otros ejercicios de verdadera y auténtica protesta social del pasado. Particularmente recuerdo el 4 de febrero de 2008, cuando el pueblo colombiano se unió en el llamado Un millón de voces contra las FARC, también de manera espontánea y sin lo amañado del prefabricado estallido social ocurrido entre 2019 y 2020.

Presidente Petro, ojalá usted haya oído el claro mensaje que la sociedad le envió ayer y no siga escarbando en su chistera de mago las leguleyadas y las argucias politiqueras en su testarudo afán de perpetuarse en el poder, bien sea en carne propia o por interpuesto candidato. El pueblo ya probó su idea de país y el trago ha sido más que amargo.

Al medio día de hoy, cuando usted asista a la reunión que está convocando la Iglesia Católica, a través del cardenal Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá, y la Conferencia Episcopal, deje su agrandado ego en la puerta y escuche las voces disidentes y contrarias, porque créame, presidente Petro: ¡el pueblo habló, y lo hizo fuerte y claro!

José Obdulio Espejo Muñoz
José Obdulio Espejo Muñoz

Comunicador Social y Periodista de la Universidad Central, con Especialización en Derecho Internacional de Conflictos Armados de la Universidad Externado de Colombia. Oficial en retiro del Cuerpo Logístico del Ejército Nacional. Columnista en distintos medios.

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