Por respeto a la memoria y dignidad de Miguel Uribe Turbay y su familia, he demorado un par de días esta publicación relacionada con el asesinato del senador de la República y precandidato presidencial por el Centro Democrático, hecho que, a la luz de las investigaciones, viene siendo endilgado por la Fiscalía a las disidencias de las FARC.
Toda vez que no soy amigo de las teorías conspirativas, debo explicar los alcances del título de mi columna de opinión. Mi intención jamás sería conjeturar que el magnicidio de Miguel Uribe fue orquestado desde el gobierno de Gustavo Petro, de las huestes progresistas o de cualquier otro sector de la izquierda política radical. ¡No! Dos evidencias acompañan mi hipótesis.
En primer lugar, cuando escribo que la “Paz Total” mató a Miguel Uribe tampoco lo hago en sentido figurado. Me explico: esta utópica, ingenua e inocua política de paz ha permitido que los bandidos de todos los pelambres se atornillen en los territorios de la “Colombia profunda” –incluso en algunos que le eran ajenos antes de la llegada de Petro a la Casa de Nariño– y que esgriman la boca de sus fusiles cual poderoso argumento para imponer idearios y toda suerte de ilícitos.
Se deben tener muy pocos dedos de frente para entregar la majestad del Estado a una caterva de hampones como lo ha venido haciendo el mandatario de los colombianos en estos tres años de administración. En este tiempo, las condiciones de negociación han sido laxas y complacientes con el ELN y las disidencias de las FARC –que disfrazan su cariz criminal con ropajes de lucha y en pro de la “justicia social”–, equívoco que se repite sin atisbo de sonrojos con las bandas y los combos criminales.
De ahí que no suene descabellada la hipótesis según la cual la disidencia de las FARC conocida como “la Segunda Marquetalia” estaría detrás del magnicidio del joven político bogotano. Que más se podría esperar de una estructura mafiosa cuyos cabecillas se han burlado del deseo de paz del país y de sus gentes, y que veían en el ideario de Miguel Uribe el fin del paraíso que les brinda Gustavo Petro con su política en esta materia.
A mi parecer, él era el precandidato a la presidencia de la República que más cuestionaba la “Paz Total” y cuyo discurso e ideas sobre la seguridad y la defensa constituían el eje de gravedad estratégico de un eventual plan de gobierno a partir de 2026. Un giro de ciento ochenta grados en relación con lo que está pasando en el país y un verdadero callo en los pies de la propuesta petrista de cara a su continuidad tras las próximas elecciones.
En segundo lugar, creo que a ningún colombiano le asaltan dudas de que la “Paz Total” también terminó de reducir a su mínima expresión la capacidad operacional de las Fuerzas Militares y el ímpetu operativo de la Policía Nacional, en especial en el área de la inteligencia que tantos éxitos le entregó a Colombia en su pasado reciente. Claro, es necesario señalar que este desmantelamiento de las fuerzas de seguridad del Estado inició durante el gobierno de Juan Manuel Santos, prosiguió con Iván Duque y se agudizó en este gobierno. El país bajo el control territorial, social y político del bandidaje.
Una verdad de Perogrullo que el presidente Petro trató de maquillar con el nombramiento del mayor general en retiro Pedro Arnulfo Sánchez como ministro de Defensa, funcionario que, dicho sea de paso, estila un discurso sosegado y apacible con tonos “veintejulieros”, pero cuyo papel ha sido discreto por no decir mediocre. Si no, como explicar el anuncio que hizo sobre la muerte de alias “Zarco Aldinever” a manos del ELN el pasado lunes, precisamente cuando la madrugada de aquel día se confirmó el deceso de Miguel Uribe Turbay, o su posición tibia frente a la propuesta de integrar nuestras Fuerzas Militares con las venezolanas.
Además de tragarse una gran cantidad de sapos por cuenta de las iniciativas de su jefe en materia de defensa y seguridad, a Sánchez le ha faltado carácter y pantalones para poner los puntos sobre las íes tratándose de la frágil arquitectura de la “Paz Total”. Ministro Sánchez: saque a relucir el honor militar que tanto ha pregonado en su retórica, honre el legado de Miguel Uribe Turbay que hablaba sin tapujos sobre las dos puntas de lanza de su cartera y no le siga el juego al Garri Kaspárov que desgobierna en Colombia.