EL FRACASO DE LA IZQUIERDA | Entre la utopía y la realidad

La historia política del último siglo ha dejado en claro que la izquierda, como sistema político e ideológico, no logró sostener en los hechos lo que prometió en el discurso.

Frente al dinamismo del capitalismo de libre mercado, sus intentos de imponer modelos colectivistas o centralizados terminaron en crisis económicas, autoritarismo y pérdida de libertades individuales.

UTOPÍAS QUE NUNCA LLEGARON

La izquierda construyó su relato sobre la idea de “igualdad absoluta”. Sin embargo, en la práctica, los regímenes que buscaron aplicarla, desde la Unión Soviética hasta Cuba o Venezuela, terminaron en lo contrario: una élite política privilegiada y mayorías empobrecidas.

La promesa de la “justicia social” se tradujo en sociedades con menos oportunidades y economías estancadas.

EL LIBERALISMO: resiliente y adaptable

El liberalismo clásico, pese a sus crisis cíclicas, demostró una capacidad única de adaptarse y reinventarse. Generó prosperidad a través de la innovación, la iniciativa privada y el comercio global.

La izquierda, en cambio, quedó atrapada en dogmas rígidos que ignoraban la naturaleza humana: la búsqueda de progreso personal, el deseo de emprender y la necesidad de libertad individual.

ECONOMÍA vs. IDEOLOGÍA

Mientras el liberalismo colocó al capital humano, la tecnología y la creatividad en el centro del desarrollo, la izquierda priorizó el control estatal y la planificación centralizada, las cuales, sofocaron la productividad.

El resultado fue evidente: el capitalismo produjo riqueza y movilidad social en escala global, mientras la izquierda produjo dependencia y pobreza estructural.

LIBERTAD INDIVIDUAL: la gran diferencia

El mayor contraste radica en la libertad.

En sociedades con economías libres, con instituciones sólidas y mercados abiertos, los ciudadanos tienen la posibilidad de elegir, emprender y construir su propio destino. Los regímenes de izquierda, en cambio, limitan la libertad de expresión, el derecho a la propiedad y la autonomía individual, consolidando Estados vigilantes y paternalistas.

UNA IDEOLOGÍA EN RETIRADA

Hoy, salvo en contados enclaves, la izquierda sobrevive más como discurso nostálgico que como proyecto viable. El mundo globalizado, tecnológico y competitivo exige flexibilidad, innovación y respeto por la libertad individual: pilares que el capitalismo supo ofrecer y que la izquierda no logró construir.

La izquierda fracasó porque no entendió que el verdadero motor del progreso no es el Estado ni la igualdad forzada, sino la libertad de las personas para crear, producir y elegir.

El liberalismo, con todos sus desafíos, sigue siendo el sistema que más oportunidades y prosperidad generó en la historia de la humanidad.

EL CAPITAL HUMANO: clave de una economía liberal

El capital humano es el motor real del desarrollo y de la competitividad de un país. En una visión liberal, que prioriza la libertad individual, la productividad y la iniciativa privada, el valor central no está en los recursos naturales ni en el gasto estatal, sino en las capacidades de las personas.

Principales razones:

1. Generador de productividad

Una economía liberal se sostiene en la efectividad del mercado y la innovación empresarial. El capital humano (educación, habilidades, salud, creatividad) permite que los trabajadores sean más productivos y que las empresas crezcan.

2. Innovación y emprendimiento

En contextos de libertad económica, los individuos con talento y preparación tienen incentivos para emprender, fundar nuevas empresas, tecnologías y servicios. Esto multiplica la riqueza general y crea empleos.

3. Competitividad global

En un mundo abierto y de libre comercio, los países compiten no tanto por recursos naturales, sino por gente capacitada. Una nación con fuerte capital humano atrae inversiones, empresas y talento extranjero.

4. Reducción de dependencia del Estado

En una economía liberal, el desarrollo no depende de subsidios ni de un Estado paternalista, sino de ciudadanos autónomos capaces de sostenerse, crecer y aportar al mercado. El capital humano bien formado reduce la necesidad de políticas asistencialistas.

5. Movilidad social real

Con educación de calidad y oportunidades para desarrollarse, las personas pueden progresar por mérito propio. Eso fortalece la idea liberal de igualdad de oportunidades en lugar de igualdad forzada de resultados.

6. Resiliencia ante cambios

Una sociedad con capital humano sólido se adapta mejor a crisis, cambios tecnológicos o nuevas demandas del mercado laboral, porque sus individuos tienen herramientas para reinventarse.

En CONCLUSIÓN…

En una economía liberal, el capital humano es el activo más estratégico de un país, porque es lo que transforma la libertad económica en prosperidad real.

Sin ciudadanos preparados, la libertad económica no alcanza para producir riqueza sostenible.

Gerardo “Jerry” Molina
Gerardo “Jerry” Molina

Pensador objetivista, escritor, conferencista y coach ejecutivo con una amplia y destacada trayectoria en ciencias de la comunicación en el mercado de habla hispana. Cursó sus estudios de postgrado en la Universidad de Harvard en Negociación y Resolución de Conflictos, y se especializó en Disney University en Calidad de Servicio y Administración de los Recursos Humanos.

Se desempeñó como director de empresas multinacionales, agencias de publicidad y organismos públicos, incluyendo la Presidencia de la Nación Argentina, siendo en su momento el asesor en ese ámbito más joven en la historia de su país. Ha escrito más de 20 obras en diversas disciplinas.

Es Profesor Emérito, galardón otorgado por la red Laureate International Universities. Ejerció la docencia en los Estados Unidos como profesor de la Universidad de New York (NYU), en Alemania de la Escuela Superior de Deportes (en alemán, “Deutsche Sporthochschule”) y en la Macromedia Akademie Der Medien, Sport- und Fitnesskaufmann / Mann. (IHK), y en España fue director en la Universidad de La Coruña y catedrático de la Universidad Europea de Madrid.

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