BRENDA, MORENA & LARA: UN CASO QUE DESGARRA EL TEJIDO SOCIAL

Hay hechos que no solo conmueven por su atrocidad, sino que interpelan a la sociedad en lo más profundo, sacudiendo conciencias y revelando fracturas históricas. El brutal asesinato de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez en la localidad de Florencio Varela –parte del Gran Buenos Aires y 20 kilómetros al sur de esta– es uno de esos casos. No se trata solo de vidas jóvenes truncadas con extrema crueldad, sino de un crimen que expone la violencia desmedida y la lógica perversa de las redes narco en territorios marcados por la desigualdad y el abandono. Este crimen, transmitido en vivo para adoctrinar, disciplinar y amedrentar, visibiliza una realidad que desgarraba silenciosamente el tejido social, mostrando la vulnerabilidad de quienes, por nacer en ciertos contextos, ven reducidas sus oportunidades de elegir un destino diferente.

El caso conmocionó a Florencio Varela y a toda la Argentina. Las tres jóvenes, de entre 15 y 20 años, desaparecieron el viernes de la semana pasada y fueron halladas asesinadas en una casa vinculada a una organización narco. Según las investigaciones, fueron engañadas con la promesa de una fiesta, torturadas y ejecutadas. Lo más escalofriante es que el triple asesinato fue transmitido en vivo en redes sociales, para un grupo cerrado de al menos 45 personas –miembros de la banda– como mensaje de disciplinamiento y demostración de poder.

La transmisión sirvió de adoctrinamiento para antiguos y nuevos reclutas, familiarizándolos con la brutalidad esperada y la regla impuesta. El jefe narco, apodado “El Pequeño J”, tiene un pedido de captura internacional. Las autopsias revelaron escenas de extrema violencia y tortura, que reflejan la crueldad de un ajuste de cuentas narco. La policía detuvo a cuatro personas vinculadas a la organización y continúa investigando conexiones en el conurbano bonaerense.

UNA MIRADA QUE INTERPELA y NOS UNE

El triple crimen de Brenda, Morena y Lara genera una conmoción profunda, un dolor que trasciende lo individual y se convierte en un grito colectivo. Más allá del horror, estas jóvenes fueron víctimas de una violencia dirigida contra sus cuerpos y su existencia, convertidas en blanco de una crueldad mafiosa que busca disciplinar a través del miedo y el espectáculo. Es inevitable reflexionar sobre el riesgo constante que atraviesa la vida cotidiana, especialmente en la calle o durante la noche. El delito evidencia un mensaje claro y aterrador: las redes sociales, tantas veces herramientas de conexión, se transformaron aquí en instrumentos de terror, transmitiendo la violencia en directo y convirtiendo el sufrimiento en espectáculo.

¿Qué mensaje recibe una sociedad cuando las vidas de jóvenes son torturadas y exhibidas para castigar y disciplinar? Nos muestra, con crudeza, que la vida de las mujeres sigue desvalorizada y expuesta, y que la impunidad y el miedo adoptan nuevas formas en la era digital.

Frente a estas atrocidades, el silencio no es una opción. Exigir justicia no basta. Debemos preguntarnos qué sociedad queremos: una justicia que no solo persiga delincuentes, sino que desmantele las estructuras que perpetúan estas violencias. Es imperativo que el Estado, las fuerzas de seguridad y el sistema judicial comprendan la magnitud de estas muertes. No podemos permitir que las vidas de Brenda, Morena y Lara se reduzcan a un suceso más en la “crónica roja”. Su memoria exige acción, protección y un cambio profundo frente al crimen organizado y la violencia de género. Vivir libres de miedo en espacios públicos, privados, reales y virtuales es un derecho irrenunciable. Mientras una sola persona sea tratada como “mensaje” o “lección” por mafias y asesinos, la lucha debe continuar.

VULNERABILIDAD, DESIGUALDAD & AUSENCIA ESTATAL

La reflexión no puede ignorar la realidad extrema de muchos jóvenes en barrios humildes, marcados por el desamparo y la falta de oportunidades. Es doloroso, pero necesario, el reconocer que la vulnerabilidad social empuja a muchos a la marginalidad –ya sea el narcomenudeo, la prostitución o la complicidad forzada– porque sienten que no hay otras salidas.

Nadie nace para ser víctima ni victimario: el contexto de pobreza extrema y de abandono estatal genera destinos crueles, definidos por la falta de horizontes y la urgencia de sobrevivir. Humanizar estas historias implica entender que, sin igualdad real y derechos básicos, muchos seguirán a merced de la ley del más fuerte.

DEL ESPECTÁCULO POLÍTICO A LA POLÍTICA DE ESTADO

El oportunismo mediático y el reduccionismo político solo retrasan las respuestas necesarias. Politizar el horror y usarlo para debates electorales o partidarios es una falta de respeto a las víctimas y una distracción peligrosa. Este debe ser un tema de Estado, de compromiso democrático y de políticas de vida. No bastan los discursos; se necesitan acciones concretas, urgentes y sostenidas para romper el ciclo de violencia y muerte.

La respuesta social y estatal debe trascender el aprovechamiento partidario o la agenda mediática. Cuando la tragedia se usa como herramienta de campaña, se banaliza el dolor y se postergan las soluciones reales. Cada debate centrado en “quién capitaliza el horror” desvía la atención de cómo prevenir que vuelva a ocurrir. Mientras se discute en platós o redes, más jóvenes se suman a la lista de víctimas o victimarios, empujados por la misma marginalidad y el desinterés de quienes deberían protegerlos. Cada muerte de este tipo debería unir a instituciones, partidos, medios y la ciudadanía en general en una prioridad común: desnaturalizar estos crímenes y erradicar sus causas estructurales. Solo cuando el drama deja de ser “utilizable” y se convierte en Política de Estado, con recursos y cooperación, habrá esperanza de revertir el abandono y la impunidad.

Nadie tiene derecho a decidir sobre nuestros cuerpos o vidas. Que el recuerdo de Brenda, Morena y Lara inspire empatía, solidaridad y la fuerza para cambiar esta realidad. La dignidad y el respeto hacia cada ser humano deben ser una obligación prioritaria para toda la sociedad.

Aylen Van Isseldyk
Aylen Van Isseldyk

Activista y experta en vapeo oriunda de Argentina, cuyo trabajo se ha destacado por promover la reducción de riesgos frente al tabaquismo e impulsar una mayor sostenibilidad ambiental. Fundadora de CIRCULAR VAPE RECYCLE, lidera un proyecto de investigación a escala mundial que analiza los efectos ambientales de los dispositivos de vapeo desde un enfoque interdisciplinario, integrando bioética, mitigación de daños y economía circular. Su estudio, «Impacto ambiental de los dispositivos de vapeo: un enfoque global hacia la sostenibilidad», examina en detalle los residuos generados y los desafíos del reciclaje –para plásticos y baterías de litio, especialmente– proponiendo soluciones prácticas y replicables, como sistemas recargables, redes de reciclaje y programas de la talla de «Green Station».

Adicionalmente, es Técnica en Análisis de Publicidad y Marketing, y ejerció como Community Manager y corresponsal de AsoVape Argentina entre 2020 y 2024, defendiendo los derechos de los usuarios de dispositivos de vapeo en su país de origen. Ha participado en foros y eventos internacionales, incluido el GFN (Global Forum on Nicotine), donde ha compartido ideas sobre reciclaje, reducción de riesgos y políticas públicas. También ha impartido talleres como «ReduVape», orientados a formar activistas y perfiles profesionales comprometidos con estas temáticas.

En su labor profesional combina rigor científico, sostenibilidad y defensa de las libertades individuales, con una mirada pragmática y orientada a los resultados. Es miembro de Ladies of Liberty Alliance (LOLA), dando comienzo recientemente al Capítulo Regional de Colazo Córdoba (Argentina), desde el cual promueve la defensa de los derechos individuales, la responsabilidad personal, la transparencia, y en general, de la libertad. Su trayectoria se ha caracterizado por un compromiso firme con los principios de apertura, el debate informado y la búsqueda de soluciones efectivas para enfrentar desafíos políticos, sociales y medioambientales.

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