En el libro de Bob Woodward sobre la presidencia de Donald Trump que se titula Fear: Trump in the White House, el autor se refiere a las conversaciones que el entonces ocupante de la Casa Blanca tenía con su equipo de asesores permanentemente sobre todos los temas de política pública y las ruedas de prensa que este debía dar por episodios claves como la violencia de Charlottesville. Allí, un conductor en un vehículo embistió a un grupo de personas que protestaban contra una marcha de radicales supremacistas por el derribo de estatuas en la ciudad. Una mujer de 32 años murió y 19 personas más resultaron heridas. Las imágenes le dieron la vuelta al mundo y el presidente habló en los días posteriores, por lo menos en tres ocasiones, sobre el evento.
El libro cuenta que el primer discurso de Trump fue sorpresivo por su sensatez. El presidente asumió su posición de jefe de Estado y de presidente de todos los ciudadanos americanos y condenó vehementemente la violencia racista. Poco tiempo después, dejó su lugar de representación del Estado y habló como un activista cualquiera. Dijo que hubo violencia en ambos lados y se refirió al retiro de las estatuas como un hecho no deseable.
No importaban las estatuas. Una multitud había sido embestida como en los hechos terroristas de los yihadistas en las capitales de Europa y 19 personas resultaron heridas. El impulso del conductor fue la violencia racista más que el motor de su automóvil. Los asesores del presidente le revelaron al periodista Woodward que su trabajo consistía en evitar tragedias por decisiones o declaraciones apresuradas de Trump, mas que en un asesoramiento estratégico para políticas públicas.
María Fernanda Cabal se parece a Trump, y no se parece porque piensen igual o tengan convicciones ideológicas similares, lo que es de Perogrullo. Se parece a Trump porque su efecto natural en la ciudadanía es la polarización; sus electores están con ella y lo hacen radicalmente contra los demás.
Si Cabal –que es en realidad subvalorada por la opinión pública porque sí tiene profundidad académica– quiere ser jefe de Estado en Colombia, debe saber que su presidencia exacerbaría quizás como ninguna otra el sentimiento de polarización en el país.
Su mayor cualidad frente a su grupo de electores, que es la vehemencia y la espontaneidad, puede convertirse fácilmente en un arma en su contra. Una de las responsabilidades que debe tener un presidente es la compostura y la prudencia porque sus mensajes pueden rápidamente generar acciones en las personas. No solo fue Charlottesville y el discurso de permisividad frente al supremacismo en el caso de Trump; fue la toma del Capitolio que sus seguidores consideraron legítima poniendo en riesgo la democracia más sólida en la historia del planeta.
En una eventual presidencia de María Fernanda Cabal la protesta social sería incluso más aguda que en la administración del presidente Duque. Los jóvenes que salieron a las calles ven hoy en Cabal a la expresión más radical del uribismo. Y a su pareja, José Félix Lafaurie, presidente de FEDEGAN (Federación Colombiana de Ganaderos) y un gran difusor de noticias falsas en redes sociales, también lo interpretan con resquemor por el sector que representa y por su extremismo.
Si Cabal le responde a esas situaciones como lo hace hoy en el legislativo, ante los medios o en las redes, su presidencia, igual que en la de Trump, exacerbaría la polarización y el sentimiento de patriotismo exagerado que puede estimular la violencia y la persecución contra un grupo de personas. Solo depende de ella empezar a mostrarse como una verdadera posibilidad para manejar al Estado en su conjunto con la responsabilidad que exige el gobierno para todos.
El otro camino es continuar con su estrategia de anular definitivamente a todos quienes se consideren de izquierda llamándolos “mamertos” y demostrar que no podría reaccionar con sensatez ante una crisis en un momento de altísima tensión social y con un contexto difícil de desempleo, especialmente alto en jóvenes y mujeres.
Apostarle a la polarización y a la división de ideologías es efectivo. Lo mismo hace la izquierda con la división de clases. Trae votos y hace ruido, pero es típico populismo cuando el mundo se puede explicar con más grises sin que la consecuencia pueda ser la violencia en términos de problemas y soluciones.
Si la labor de un presidente es buscar el menor daño posible en las crisis que golpean, Cabal debe dar el mensaje de que puede hacerlo, en vez de aprovechar las crisis para crear torbellinos que terminen desatando a las bestias del apocalipsis… ¿Podrá?
NOTA:
Este artículo apareció por primera vez en Lecturas con Santiago Ángel – Blogs El Tiempo.