¿Quiere comulgar en la boca o en la mano? Comulgue como quiera y no condene al resto. Y trate el tema con argumentos ¡por favor!
¿Celebración litúrgica (misa) tradicional o reformas post-Vaticano II? Que cada obispo, como el Concilio Vaticano II establecía, hago lo que le parezca, pero no condene al resto y discuta el tema con argumentos. No insulte.
¿Quiere que sus hijos tengan educación sexual en su escuela? Envíelos a una que tenga ese programa. ¿No lo quiere? Envíelos a otra que no lo tenga. Eso sí, deje que cada escuela, estatal o privada, decida sus programas de estudio y argumente a favor o en contra, pero no imponga al resto su visión del mundo.
¿No quiere una jubilación del Estado? Contrate un seguro privado. ¿Cree que la mejor jubilación es la del Estado? Disfrútela. Pero no impida por la fuerza la primera opción ni imponga de la misma forma la segunda.
¿Quiere casarse con alguien de su mismo sexo? Hágalo con un contrato privado. ¿Quiere casarse con alguien de sexo distinto? Hágalo también con un contrato privado. Pero en ambos casos no llame al Estado para que lo case con la persona que usted ama ¡Que no haya matrimonio estatal y punto!
¿Quiere educar a sus hijos en una escuela estatal con valores progresistas? Hágalo. ¿Quiere educar a sus hijos en su propia casa? Hágalo. Y en el primer caso, no impida la segunda opción.
¿Quiere que en el directorio de su empresa haya un 70% de mujeres? Hágalo. ¿Quiere que solo haya rubios con un zapato negro? Hágalo. ¿Quiere que estén sólo los más capaces? Hágalo. Pero no llame a la fuerza del Estado para cualquiera de sus opciones.
¿Considera que no hay que comer animales? No lo haga. ¿Cree que la contaminación es terrible? No viaje en avión ni en automóvil. ¿Quiere comer carne? Hágalo. ¿Quiere viajar en automóvil? Hágalo. ¿Cree que la contaminación afecta a terceros? Espere al final de este escrito.
¿Hay un virus peligroso y usted quiere encerrarse en su sótano con un traje de astronauta? Hágalo. ¿Hay un virus peligroso y usted quiere salir como siempre? Hágalo. ¿Considera que el virus no es peligroso? Dígalo. ¿Considera que sí, que es terrible? Dígalo. Pero no condene al resto y haga lo que quiera, diga lo que quiera y discuta con argumentos.
¿Quiere aplicarse la vacuna con sus dosis de refuerzo contra el COVID-19? Hágalo. ¿No quiere aplicársela? No lo haga. ¿Considera que la vacuna es segura? Argumente. ¿Considera que no? Argumente. Pero haga lo que quiera, diga lo que quiera y no condene al resto.
¿Prefiere la medicina china a la medicina occidental? Ok. ¿Prefiere la segunda? Ok. Pero no imponga por las malas ni la una ni la otra.
¿Considera que el daño a terceros (contaminación incluida) justifica el uso de la fuerza? Considérelo. ¿Sabe que, al respecto, hay una enorme literatura sobre bienes públicos, externalidades y sociedades libres? Si no lo sabe, léala. ¿No quiere leerla? No la lea. ¿Quiere NO leerla y seguirme insultando? ¡Hágalo! aunque sepa que yo tengo la libertad de no responder a sus insultos.
Pero no: policía, embestidas, persecuciones, denuncias, arrestos, palazos, disparos, intimidación. Si no se queda en su casa ¡lo pongo preso! y si comulga con la boca le cierro el seminario y lo mando a la miércoles… Violencia, siempre violencia, mas la libertad, ¡nunca!
NOTA:
Este artículo apareció por primera vez en el blog Filosofía para mí, de Gabriel Zanotti.