Este artículo es para mayores de edad, pero no para los legalmente adultos. Cuando hablo de mayores de edad, me refiero a los que tienen capacidad de servirse de su propio entendimiento, pues lo que analizaré en este corto artículo tocará fibras sensibles de nuestra sociedad.
Expondré brevemente las razones por las cuales es más efectiva la legalización de las drogas:
LA ÚLTIMA RATIO
El derecho penal, sustancialmente, es un conjunto de herramientas que el Estado usa para controlar a la sociedad, específicamente, a los individuos que “fracasaron” en su proceso de socialización y que presentan conductas condenables y que ocasionan perjuicio a otro. Este debe ser usado como último recurso. La criminalización del consumo y producción de drogas ha tenido fuertes consecuencias sociales, y que a regañadientes nos ha tocado entender que muchos de tales casos pueden ser fácilmente tratables como un tema de salud.
EL NARCO-FONDO
Colombia tiene un hito en la lucha contra las drogas, apoyándose en convenios internacionales, pero seguramente haciendo mayor hincapié en la prohibición. El fin prohibitivo ha sido siempre disminuir –o erradicar– la oferta y la demanda de sustancias alucinógenas; no obstante, al igual que las medidas de prohibición del alcohol, desplazaron la venta, fabricación y consumo a un mercado negro. El mercado negro rápidamente pasó de las manos de los narcos puristas a los de grupos armados ilegales, como es el caso de las FARC-EP, el ELN y los grupos paramilitares. Así, la violencia en Colombia se mantiene en gran parte por el narco-fondo que este mercado negro proporciona.
Algunos sostienen que legalizar de un tajo, equivale a blanquear el dinero y los cultivos de los narcos, ¡y de eso se trata!, de eliminar de tajo una industria criminal, contra la cual el Estado ha fracasado en su guerra y es desproporcionado mantenerla a largo plazo.
EL PROBLEMA DE LA DROGADICCIÓN
La drogadicción es un problema. El uso recreativo de la marihuana también es un problema, no es virtuoso, ni nada por el estilo. Sin embargo, es difícil saber con claridad cuántas personas consumen drogas, a qué edad en promedio inician, cuántos de esos consumidores recurrentes tienen consecuencias en la salud por el consumo, en dónde se encuentran y si lo que consumen tiene riesgos, ¿habrá manera de reducir esos riesgos?, ¿podemos someter esos productos a estudios de calidad para evitar muertes?, pues esa información no la tenemos. El que la droga sea un mercado negro hace más daño que remedio.
Es usual que esta propuesta lleve al enigmático primer reclamo “¿drogas en los colegios?, ¿acaso nadie piensa en los niños?”, ¿algo más alejado de la realidad?, muchos colegios, universidades y lugares de alta frecuencia de menores están inundados con el microtráfico de drogas. Prohibir y darle la espalda al problema no es la solución. Nunca lo ha sido.
Necesariamente, se deben empezar a tratar las cosas como son. Mayores de edad –esta vez sí, legalmente– que consuman, vendan a otros adultos y produzcan, están haciendo uso de su propia individualidad bajo sus propios riesgos a la salud –como los que tomamos licor al hacer casi cualquier cosa tonta–, y no por eso deben ser considerados criminales. Si un menor de edad consume, dudo mucho que el Estado esté legitimado para hacerse cargo –la responsabilidad nos vendría bien de vez en cuando–; son los tutores legales del niño los responsables de su integridad. Dudo también que de alguna forma sea deseable que su hijo de 14 años se drogue o se alcoholice, conductas que se encuentran íntimamente ligadas a la crianza, y por las cuales los padres o quienes hagan las veces de tutores deben responder y, además, prevenir.
Esta discusión lleva casi un siglo en el país. El consumo no se acabará por medio de leyes y políticas públicas, por eso, tenemos dos (2) prioridades. La primera es conocer quién, dónde y desde cuándo se consumen drogas; la segunda, deteriorar el “narco-fondo” de los grupos al margen de la ley que tanto daño han hecho. Ambas prioridades subyacen bajo la misma afirmativa: legalizar.