¿Libertarismo? ¿Pero qué rayos es eso? Un término que lleva inundando nuestras redes sociales desde hace un puñado de años y se ha presentado como una avanzada contra el establecimiento. Sí, el establecimiento actual, dominado en gran parte por gobiernos a lo largo de Latinoamérica y recientemente en España: izquierdistas, “socialdemocracias” en sus variantes, “neoliberalismo”, derecha conservadora, entre otros.
¿Qué representa el libertarismo? Y ¿Cómo se ha convertido en el nuevo punk para la juventud libre, y también para los no tan jóvenes? Representa una salida de los gobiernos robustos: gobiernos paquidérmicos que no permiten el desarrollo económico de los ciudadanos, plagados de corrupción, alto gasto público, altos impuestos, mucha restricción a las libertades individuales, e imposición de nacientes dogmas producto de colectivos. Es además, contrario a cualquier indicio de totalitarismo.
¿LIBERTARISMO IGUAL A CONSERVADURISMO?
Pero Kevin, son muchas promesas en un corto párrafo, ¿Acaso los libertarios no son unos viejos, gordos, ultraconservadores y multimillonarios? Dentro de las diferentes corrientes existen diversos pensadores con un conservadurismo moral muy arraigado. Sin embargo, los principios nos invitan a un Estado laico, que no se entromete en la vida personal de los ciudadanos –sin que estos a su vez quieran imponer sus formas de vida “alternativas”–.
Quieres decir que una persona que se identifique como gay, ¿Puede ser libertario? Claro que sí. El libertarismo trasciende el control de las libertades personales desde su bolsillo hasta su vida íntima.
¿CÓMO LA FILOSOFÍA LIBERTARIA PLANEA COMBATIR LA CORRUPCIÓN?
La economía libertaria busca un Estado tan pequeño como sea posible –un Estado inexistente para algunas variaciones como el anarcocapitalismo–, un Estado pequeño que promueva a los ciudadanos costearse los servicios que requieren para su subsistencia, con cobro de impuestos bajos, altos incentivos a la creación de empleo, y poco dinero público en mano de una clase burocrática y acostumbrada a vivir de nosotros los contribuyentes.
¿GOBIERNOS ROBUSTOS?
Sí, es la actual dinámica en muchos países del mundo, especialmente en Latinoamérica. Los gobiernos han seguido una carrera fatídica y poco rentable de convertirse en Estados gigantescos; capaces de vigilar cada aspecto de la vida pública con numerosos programas sociales –que no muestran resultados a la hora de sacar a ciudadanos de la pobreza–. Todo ello exprimiendo cada vez más a los contribuyentes, empresas y ciudadanos del común, y asfixiando su capacidad adquisitiva cada día de mayor forma.
El alto gasto público ha generado sucesivos déficits fiscales que llevan a los gobiernos a la venta de activos estatales, toma de deuda pública a través de sus diferentes modalidades, y mucha inflación producto de la impresión inorgánica de papel moneda. Una inflación que empobrece a los mismos ciudadanos y afecta en mayor medida a las clases con menor nivel de ingresos.
¿RESTRICCIÓN A LAS LIBERTADES INDIVIDUALES Y CENSURA?
¿Hasta cuando lo políticamente correcto nos obligará a comportarnos con nuevas y no universalmente normas de etiqueta? ¿Acaso, con el no uso de lenguaje inclusivo ofendo a alguien, aunque sea una persona respetuosa de la igualdad de la mujer en sociedad? ¿Acaso tengo que aceptar un personaje de la comunidad LGTBI en todas las películas y series televisivas que se emiten actualmente, aunque sea muy respetuoso de ese estilo de vida como cualquier otro? En esta nueva cultura de cancelación, a no estar de acuerdo con los dogmas de colectivos que imponen unas reglas de etiqueta y no estar de acuerdo con ellos, no significa violentar el derecho de personas diferentes.
CONCLUSIONES
El libertarismo es una alternativa para aquellas personas que queremos Estados más eficientes, con bajos impuestos, respeto a las libertades individuales y garantías para el ejercicio del libre mercado con condiciones de contratación flexibles. Que sean la oferta y la demanda las que estipulen que convengan los grandes talentos y las empresas sólidas. Un Estado sin numerosos proyectos sociales que no logran sacar a personas de la pobreza y que son una apología al fracaso representado en limosna.
Pero todo esto no podrá ser desarrollado en uno o dos años. Será un largo proceso de transición donde se le inste a todos los ciudadanos capaces –sin limitaciones físicas o psicológicas– a ser responsable de su propio futuro, con garantías para el desarrollo empresarial y un Estado con menos personas viviendo del dinero de todos.
¿Te unes a esta lucha sólo apta para intelectuales cómo tú? ¿Acaso no estás cansado de votar por modelos de gobierno que prometen políticas públicas que en la práctica no son rentables?