Nota:
Esta es la segunda entrega de un especial dedicado a develar las intenciones de la izquierda colombiana y de sus más representativos partidos-movimientos políticos. Para poder comprenderla mejor, por favor mira AQUÍ la primera entrega ¡Muchas Gracias!
En Colombia no estamos condenados únicamente a lidiar con políticos ineptos y con corrupción de la más baja calaña. También, e irónicamente, debemos luchar con propuestas que en el discurso dicen solucionar eso, pero que en su esencia, allá en el trasfondo que se ve opacado por la palabrería fácil de digerir y que sirve de génesis para la división, sólo busca promover un resentimiento social que serviría de caldo de cultivo para que unos oportunistas se atornillen en el poder y no resuelvan nada. Más bien ¡Lo empeoren!
Hace dos décadas –más o menos–, la izquierda en Colombia ha sufrido una metamorfosis muy curiosa y también predecible. No es un secreto para nadie que los colectivos colombianos que divulgan esas ideas liberticidas carecen de creatividad e innovación, y tienen como solución a ese vacío emular lo que pasa en otros lados y meterlo con calzador en este país que requiere más libertad y no restricciones como las que esta gente reparte sin ningún tipo de resquemor ¡Y ojo! Que sean pioneros en este tema de la restricción de las libertades tampoco es que sea una idea genial, pero pese a que no lo son viven autoproclamándose como “diferentes” y “especiales”. Patéticos, eso es lo que son en verdad. Lavabo.
¿EN QUÉ CONSISTE EL PROGRESISMO?
La esencia de esa ideología es un insumo para que todo lo perverso converja en torno a ella. No es casualidad entonces que los políticos más arribistas de nuestro país –a excepción de algunos que están en otros chiqueros– abanderen esta causa ¡Y ojo! No sólo se trata de políticos, también hay partidos y movimientos políticos que se subieron a ese bus y hoy viven repitiendo constantemente lo buenos que son por ser progresistas.
Esta columna no es más que una antesala que se viene con la intención de eso, de desmontar a los políticos y a sus partidos-movimientos que, según ellos, son moralmente superiores a quien se atreva a disentir de su narrativa. ¡Lo acepto! ¡Soy malo! Aquí me tienen señores, son mejores que yo porque no me les como el cuento, y ahora entraré a explicar mis razones.
Antes de proceder con lo propio, quiero hacer una precisión que veo necesaria: El progresismo del que hablaré es el que hay en Colombia y que se ve representado por personaje como Petro, Claudia López, Daniel Quintero Calle, Carlos Caicedo y otros más. Ahora sí, empecemos.
EL PROGRESISMO EN COLOMBIA
El progresismo en Colombia se puede definir como una letrina en la que se acumula la inmundicia que a otros países les ha tocado lidiar. Hay un poco de Chávez y su repudio a los ricos, hay un poco de Rafael Correa y su afán de cercenar la libertad de prensa, hay un toque de Evo Morales y sus políticas identitarias, un poco de los Kirchner y su espaldarazo al feminismo rancio y la subida de impuestos, un poco de Lula da Silva y su victimismo, también un poco de Michelle Bachelet y sus lastres de corrupción, y por supuesto, como no podía faltar, un componente importante de repulsión a la propiedad privada que viene de allá, de la Cuba de los Castro, esa que describen como un paraíso al que hay que imitar pero en el que se niegan a vivir.
En otras palabras, el progresismo en Colombia es un híbrido de todo lo malo que puede existir contra la libertad, pero que se maquilla bien y pasa camuflajeado como una idea “fresca”, “nueva”, y por supuesto “redentora”.
¿Cómo se permea el progresismo en la sociedad colombiana?
El común denominador en el discurso de los progresistas antes mencionados parece un libreto que tiene unas breves variaciones en cuanto a lo que cada quien le quiera agregar; “que si el perseguido”, “que si la hija de profesora”, “que si el hijo del barrio Tricentenario”, “que si el oriundo de las bases populares” y otras tonterías más. Esto sólo son unos ejemplos, pero tranquilos, tienen otras formas de buscar la compasión y generar una empatía falsa con el ciudadano incauto que se deja enganchar con algo tan simple.
Después de eso, de añadirle su toque biográfico al libreto trillado ese, viene la sustancia, o sea, lo que repiten hasta la saciedad. Ellos describen perfectamente al enemigo, lo califican de la peor manera y juran luchar hasta derrotarlo; lástima que sólo basten unos meses en el poder para que se les olvide su película. A estos personajes –y sus fans– los envuelve un aura que personalmente me genera repulsión, y es que siempre señalan como responsables de lo malo del país a quien no piensa como ellos y a los políticos de su contraparte. Eso sí, a sus aliados de causa no los meten en la ecuación a menos que se requiera de alguien que pueda resolver los problemas de esta tierrita.
¿Quiénes son los enemigos del progresismo en Colombia?
Los enemigos del progresismo colombiano son básicamente todo lo que se mueva, respire y tenga criterio propio. Si eres rico o pobre no importa, como tampoco tu identidad de género o tu sexo –aunque ellos son feministas radicales declarados–, y tampoco importa si crees o no en Dios. Si no adhieres al 100% con su libreto y disientes total o parcialmente de sus dogmas, ya eres enemigo del progresismo recalcitrante que hoy me toca “homenajear”. Y es que básicamente mi problema con los progresistas de este país es que quieren una sociedad que se parezca a un coro; quieren que todos repitamos lo mismo y sin chistar. Y no, no debemos hacer eso, y de hacerlo seríamos cómplices.
El progresismo y sus subterfugios
Ellos no tienen una solución concreta y eficiente a ningún problema, así que no pienso desgastarme mucho en examinar lo que promueven. Lo que si merece la pena, y mucho, es analizar cómo sus milagrosos pañitos de agua tibia (subsidios), se vuelven lineamientos canónicos en su modelo económico. En otras palabras, buscan “garantizar” lo que te prometieron, es decir, te harán libre de la sociedad desigual y te quitarán ese grillete para ponerte uno nuevo: comerás, te bañarás, te informarás, estudiarás y comprarás sólo lo que diga el Estado, y todo bajo la premisa de la justicia social. Ya tu opresor no es la desigualdad, sino la igualdad ficticia que pretenden materializar con restricciones al proyecto de vida de cada ciudadano que cayó presa de su discurso falaz.
Como bien lo pueden ver, el título de esta columna no es una casualidad. Nosotros, los que creemos en la libertad como requisito fundamental de una vida digna, debemos tener el mayor de los cuidados con ese progresismo rancio y sus voceros. Nosotros, los que vemos más allá del político de turno y señalamos lo que está mal sin importar si el presidente es diestro o zurdo, somos los primeros objetivos por someter. Ellos no quieren progreso, de quererlo serian opositores férreos de los que pasa en Venezuela o Cuba, así que por ahí no van sus objetivos. Ellos quieren implantar un modelo económico fallido que se muestra bondadoso y compasivo por fuera, pero que es represor y liberticida como otros tantos que hay por ahí.
El progreso no vendrá si hay personas, partidos-movimientos políticos o sectores de la sociedad irrebatibles. Así que no se dejen persuadir de un progresista que se muestra caritativo, mientras te pide que no cuestiones a Petro o a cualquiera de la cúpula descrita más arriba.
REFLEXIÓN FINAL
Según la RAE, el progresismo no es más que ideas y doctrinas progresistas, o sea, ideas y actitudes de avanzada. Después de leer esto comprendo que esta gente tiene la cara muy dura, es más, los calificaría de descarados. Ellos quieren censura, quieren limitar el derecho de la propiedad privada, quieren que la educación sea más una doctrina que el desarrollo del pensamiento crítico, y por supuesto, quieren restringir el proyecto de vida ajeno a su voluntad.
Los verdaderos progresistas somos los liberales. Nosotros si queremos progreso, y por eso respetamos al que progresa y no lo criminalizamos por ello. Nosotros entendemos que el progreso es avance, independencia y respeto. Ellos en cambio, ven progreso como necesidad de dependencia absoluta al Estado y censura. ¿Cómo un concepto puede llegar a ser interpretado de manera tan diferente?